17 diciembre 2006

Charquicán 2.0
Cuándo será el día en que puedas olvidar, borrar el rastro hacía atrás. Dejar de lado las personas, las caras y las situaciones y empezar todo de nuevo. Se puede, supongo, siento que en gran parte lo he hecho.

Se acerca otra Navidad y año nuevo. Todo el mundo se pone feliz en estas fechas, a mi me pasa el efecto contrario. Me amargo, me silencio, me dan ganas de entrar a la pieza –cualquiera que sea, la de la casa de turno – y llevarme las manos a la cara y ponerme a llorar. Pero me aguanto, eso es bueno. Sonrío, pero la verdad es que no tengo ningunas ganas de hacerlo. Cuando niño me preguntaban, ¿qué te pasa? Con caras de weones todos, como pensando “puta el pendejo mal agradecido, le dan regalos y no se pone feliz”.
Me carga que me pregunten weas a las que ni siquiera encuentran respuestas.

He tenido sueños desagradables. Hace tiempo se repiten y la situación es la misma.

No estoy en Santiago, es en una parcela. Estoy con mi familia y entran dos tipos extraños, uno saca fotos, el otro discute. Gritos, me abalanzo al que tiene la cámara, se la rompo y comenzamos a pelear. Lo golpeo, tomo su cabeza y la azoto al suelo. De pronto se siente que algo cruje, el maicillo blanco se tiñe de un color rojo. El tipo no reacciona.

Al otro lado, con un palo golpean a un familiar, cae a piso inconciente. El extraño arranca, lo esperan afuera en un auto. Miro a mi pariente, hiervo en sangre, la tristeza me desespera. Tomo un auto –no sé manejar – y voy a buscar al tipo a una población, está llena de conventillos y lugares desagradables. Pobreza, hacinamiento, como los angostos pasillos de San Diego, los que más de una vez tuve que entrar para buscar a alguien.

Hablo con una mujer, tiene la cabeza tapada con un pañuelo, lava ropa en agua sucia. No me bajo del auto, me mira y apunta una ventana de un segundo piso. Alguien me acompaña, va de copiloto, es mujer. Me bajo y abro la puerta de la casa, reviso mi bolsillo y hay un revolver. Lo miro y cuento las balas, tengo miedo, mucho miedo….

Después despierto con angustia y no puedo dormir. Tengo que ir a esa parcela, algo me está llamando desde el inconciente.

El pasado me persigue de cierta manera, pero me arranco fácil, no lo dejo entrar.

De lo que escribo, ¿Qué es ficción o realidad? ¿Me lo habrán contado o lo inventé?
Tengan la seguridad que hay de las dos, se mezclan y me meto adentro de lo que invento, a veces escribo algo y luego pasa. No igual, pero se vuelve realidad. En un par de ocasiones me he dado cuenta de que sucedió algo similar.
A veces escribo algo y me meto adentro, evoco tristeza, alegría, amor, según sea la situación. A veces escribo algo y me meto adentro, después no puedo salir.

¿Qué diferencia hay entre la ficción y la realidad? ¿MI ficción y mi realidad?, tú ficción y tu realidad.

La ficción se acepta tal cual es, si escribo un libro sobre detectives, no se pondrá en duda que mi personaje, un joven estudiante de colegio, tome el revolver de su padre y vaya y mate al hombre que planea una conspiración al país. El lector no piensa que es fantástico, sino que acepta esa realidad.

Ahora, la realidad se pone en duda. Si yo le cuento a alguien que mi mejor amigo mató al tipo que planeaba una conspiración al país. Nadie me va a creer, de hecho terminaría como un chanta.

¿Qué es realidad, qué es ficción? Donde está el límite en creer. ¿Y si todos podemos volar y nadie lo ha descubierto?

¿Qué hay de ficción en nuestras vidas?, ¿cuánto es realidad?
¿Dónde está el límite entre lo cuerdo y lo lunatico? ¿Y si confundo las cosas, la realidad y la ficción? ¿Me estaré volviendo loco?
¿Qué es realidad y que es ficción cuando escribo?

13 diciembre 2006

Recuerdo


El pisco con la coca-cola estaba calentándose sobre el televisor y yo estaba acostado en mi cama desestresándome del año universitario. Cambiaba el televisor con la punta del dedo gordo del pie. El control se había roto en uno de las innumerables caídas que sufría cuando alguien se acostaba y el colchón hacía de resorte. De la cama al suelo y ¡Paf! Todo en trocitos, no fue muy estruendoso el golpe, pero lamentablemente desde ese día, perdía toda la comodidad de no moverme cuando tenga que cambiar de canal.

Había pensado en escribirle una poesía al pobre control, realmente me había acostumbrado y enamorado al confort de no hacer nada cuando me acostaba en mi cama. Donde el único movimiento necesario era el dedo índice para cambiar los canales y el brazo izquierdo para tomarme alguna cerveza o comida prefabricadas que están siempre en el congelador.

En el invierno es terrible, cuando hace mucho frío da una lata atroz tener que levantarme a mover las perillas de mi viejo televisor. Un Technics del 76 que lo había comprado mi abuelo para una navidad y que luego se lo había regalado a mi padre cuando cumplió la mayoría de edad. El problema era que esos televisores estaban muy pasados de moda para los años 80, pero mi padre no se podía deshacer del único regalo que le había hecho su padre. Un vieja caja era lo que unía la relación de padre e hijo. Nunca se hablaron más de lo estrictamente necesario. Cuando más chico le preguntaba por mi abuelo, sus facciones ni se inmutaban en los recuerdos, era siempre el mismo. Más tarde comprendería que aquellas cicatrices que llevaba en la espalda, no eran por los juegos de niño. Sino por las correas de un adulto. Mi abuelo le arrebató la infancia de un sólo golpe y su tristeza se embozaba en su dureza al tratarme.

El agredido después se transformó en agresor, pero no de golpes sino que con su estricta manera de tratarme, con su crianza prusiana y su constante manía por corregirme todo. No lo culpo, por lo menos tenía a mi madre con la cual podía arrebujarme a su alrededor, esconderme entre sus brazos.
Después conocí el amor y el romance hacía que cayera en un hipnotismo letal. A veces sentía que de tanto entregar me iba a quedar vacío. Terminé quedando vacío y me desecharon, como quien bota un papel a la basura.

Tampoco la culpo a ella, fue culpa mía, mis inseguridades, mi idea de que todo es efímero, de que todo dura un día y luego se acaba. Esas ganas de sentirme muerto a la mitad de la noche, hicieron que todo acabara con ella. Asimismo quedaba hecho un alma en pena, sin nada. Pero eso que dicen que uno se recupera, es cierto, al final todo se olvida y se borra y vuelve a crecer. Como cuando cortan trigo en el campo, al termino del verano va a volver a crecer y nadie le importa mucho que no lo haga, al final siempre sale.

Ahora la pantalla del televisor tira esos puntitos blancos con negros, como hormiguitas dentro de aquella caja. He pensado varias veces en botarlo, pero aquel Technics del 76 tiene más historias que cualquier telenovela que haya proyectado, historias reales, sin actores, con sangre y llantos de verdad.

04 diciembre 2006

Rico el País

No me gusta hablar de política, tampoco de religión, eso no significa que tenga opinión al respecto. Simplemente lo evito, a veces porque lo encuentro una discusión absurda, circular. Hoy estuve en la Democracia Cristiana, también en la municipalidad de Santiago. No sé si dentro de los partidos harán cursos para hablar bien, pero todos lo hacen, algunos más que otros evidentemente, pero todos saben como atraer gente.

Los hechos recientes no me dejan al margen. Creo que ninguna persona puede quedar exenta de lo que está ocurriendo en el país. La delincuencia, la corrupción, los problemas diplomáticos, son cosas que pasan todos los días en el país, cosas que se acrecientan y que los medios lo dejan fuera de la agenda periodística. Esto tampoco es una critica a los medios, pero si bien es cierto manipulan un poco lo que la gente piensa.
Hay cosas que están pasando y no las publican, hay cosas de las cuales nunca tienen cobertura, en cambio hacen a la gente pensar otras tonteras. Mientras los diarios y la prensa en general están cubriendo lo que le ocurre a Pinochet en el Hospital Militar, un país entero está siendo asaltado.

¿Sabían que ahora surgió un nuevo plan anti delincuencia? ¿y toda la parafernalia de Lagos con el tema de comunas seguras se fue a la mierda?

Hay logros evidentemente, pero también hay fracasos, se perdieron más de 10 mil millones de pesos en 4 mil proyectos dedicados a las 70 comunas de la Región Metropolitana. Cuatro mil millones se perdieron en distintas regiones conflictivas como Valparaíso y Rancagua.

Se perdió plata de los chilenos, en cosas que jamás se vieron. Por ejemplo, Puente Alto tiene un carabinero por dos mil personas. Y eso que estamos hablando de la comuna más poblada de Santiago que además es un punto conflictivo a nivel delictual.

En vez de gastar tanto dinero en cambiar las comunas y poner más carabineros, deberían hacer más escuelas, mejorar la educación, dar más posibilidades de trabajo, subir los sueldos, dejar la discriminación a un lado. El problema no es de la gente, es del estado quien esteriotipa al delincuente, ¿por qué un criminal tiene que ser moreno, usar los pantalones abajo y hablar mal? ¿Y si a esa persona no se le dio la educación en los colegio públicos o no le enseñaron a hablar bien?

La solución evidentemente está en la juventud, los niños tienen que ser rescatados de esos lugares de condiciones precarias, darles oportunidades, facilidades para ser personas de bien. Se esteriotipan poblaciones enteras por su marginalidad pero estoy seguro que hay mucha gente que trabaja más de doce horas para llegar con pan a la caza y poder ver a sus hijos durmiendo, por que el tiempo ni siquiera les alcanza para hablar con ellos. Ahí está el problema, son esos niños que pasan solos, ven en las calles como se drogan, como consiguen armas y son llevados lentamente a la delincuencia. El futuro está en los niños Presidenta Bachelet, tal como dijo Benedetti, “Abrid más escuelas y se cerraran cárceles”. Démosles oportunidades, a ellos, a lo jóvenes cesantes que no pueden encontrar trabajo por su inexperiencia laboral. La mayoría de los cesantes son jóvenes sin trabajo, recién salidos de la Universidad. No les cortemos las alas antes de tiempo, dejémosles hacer cosas nuevas, cambiemos el país, reconciliémonos.

Por estos días el país pudo ver como la gente salía a apoyar al ex general Augusto Pinochet. Algunos los valoro como alcalde Labbe, el diputado Moreira y a la Patty Maldonado. Son personas consecuentes con su pensamiento, han seguido con el hasta en las últimas. Pero y todas las otras personas que estaban ahí, supongo que la mayoría apareció para darle fuerzas, esas personas que estaban escondidas y de un día para otro aparecieron fervorosamente apoyando a “Su general”. No deseo su muerte, algunos dicen que esto es otro tongo más del ex presidente. Hoy, lunes 4 de diciembre, se iba a decretar la sentencia de si salía libre o seguía recluso. A mi parecer, es otra jugarreta política, una más de las que está acostumbrado a hacer.

Otro punto que quería destacar es acerca de Ivan Moreria, diputado UDI, no es rabia lo que tengo, sí quizás sí. No puedo creer que quieras hacer una estatua de “tu general”. Hombre, sellemos las heridas del pasado, lo único que hace tú política es separar la brecha, abrir más la grieta, gente como tu no debería estar en partidos políticos.

Ya, que pasaría si el gobierno te hace feliz y te manda a hacer una estatua que, espero pagues tú junto con todos tus fanáticos ultra derecha de Pinochet. ¿Has pensado que no duraría nada en la calle?, que la gente la destruiría en cualquier marcha o protesta. Ahora, dijiste hace un tiempo atrás que los delincuentes votaron por Ricardo Lagos. Por favor, dos dedos de frente antes de decir eso. ¿Tanto te duele la democracia?

Estoy en un país democrático, donde las cosas se están haciendo mal hace rato, no me gusta hablar de política, menos en este medio, pero quería hacer sentir mi descontento con los dos bandos correspondientes. Sí se notó cargado para un lado, disculpen, pero son las cosas que están ahí, en la palestra y no se pueden pasar en alto.



30 noviembre 2006

Simon


Simon ha cambiado, hace tiempo que no escribía algo de él - Ahora tampoco lo haré -. Pero a los que les gustaban sus historias, este chico ha encontrado un lugar. Será la segunda parte de una novela corta que pienso escribir, tal vez sea más corta de lo que pretendo. Pero ya descubrí la tecnica de la constancia para poder escribir harto. No llevo más de 2o paginas a computador, pero espero llegar a las 100 para quedarme tranquilo.

La primera parte de la novelita, la estoy aún haciendo, pocos la han leido y algunos la han encontrado interesante. Más que grandes pensamientos, espero que sea entretenida. Que fome leer un libro aburrido.
Cuando la termine, aunque esté sin editar, al que quiera se la mando. Espero tenerla lista a fines de Enero.

Ojala no haya sonado sobervia esta wea, pero quería contar e, por qué no subo ninguna mierda al blog.

15 noviembre 2006

Leame en Paniko. Esta actualizacion quedó pero de pelos. Si usted creía que sólo Warhol hacía popart pues se equivocó, esta revista electronica va a la vanguardia.
El negocio de las armerías:

Falta de legislación en la venta de armas blancas

Para comprar un cuchillo o una espada samurai, solamente hay que tener el dinero necesario para adquirirlo. En la actualidad, no existe ningún mecanismo que regule la venta a menores de edad y al público en general. Siendo que el porcentaje de asaltos es de un 58% con armas blancas, sobre un 24% de las de fuego.

Por Sebastián Fuentes.


La música sonaba fuerte la noche del 8 de septiembre de 2004. Ignacio Carrasco, celebraba su cumpleaños numero dieciséis en su casa ubicada en el paradero 18 de Av. La Florida. Se encontraban todos sus amigos y familiares cercanos, era un asado con los “precisos”, como suele decir.

De pronto, el timbre sonó, y Nacho -como le dicen sus amigos-, salió a ver quien era. Un grupo de siete personas quería entrar a la fiesta, Carrasco conocía a unos pocos, los había visto en una botillería cercana a su casa, pero sólo de vista, nada más.

Les dijo que no se podía, que era algo para gente conocida y cerró el portón. En el momento en que se iba devolviendo, una bolsa con orina cayó sobre el cobertizo. El líquido se escurría lentamente y los que estaban dentro de la fiesta se percataron de lo ocurrido. Salieron todos en masa, comenzaron a pedirles al grupo que se fueran. No habían respuestas.

Un puñetazo se escapó entre el forcejeo, y eso gatillo a que la pelea comenzara.

Entre tanto bullicio apareció el papá de Nacho, Ignacio Carrasco, de 45 años. Un empresario del rubro automotriz que padece de problemas al corazón, una serie de pre-infartos lo tenían por aquellos días de cuidado. El hombre, se metió en la pelea para separar a su hijo y a sus amigos del conflicto.

Un botellazo le llegó en la espalda y del suelo recogió un fierro con el que golpeó al agresor. Se alejaron un poco y en fracción de segundos, el chico con el que se estaba enfrentando, sacó de su chaqueta un cuchillo con el que hirió a Carrasco en el brazo. Este último, cayó al suelo en un mar de sangre, las pastillas que tomaba para el corazón impedían que la herida coagulara.

El grupo de jóvenes había arrancado. El padre de Ignacio, se vendaba la herida para irse a la clínica. Todos estaban mal, para Nacho, que a su padre lo hubiesen acuchillado en el día de su cumpleaños, era el peor regalo, uno que todavía recuerda.




Las leyes

El mismo año, un mes después, el 5 de octubre. Fue publicada la ley Nº 19.975, que introduce reformas al código penal, detallando delitos y agravantes. Específicamente, trata el tema del uso y porte de armas blancas: cuchillos, navajas y similares.

En la actualidad, el porte de este tipo de armas es considerado un agravante en la perpetración de delitos. Y se puede sancionar con un presidio menor en grado mínimo (541 días) o multas de 1 a 4 UTM a quien tan sólo porte armas cortantes en espacios públicos, como bares, restaurantes, establecimientos educacionales o espectáculos.

Pero los jóvenes y asaltantes, ¿de donde sacan estas armas?

El paseo Bulnes y la Calle San Diego en Santiago, son verdaderos shoppings de las armas blancas. Se pueden encontrar, desde cortaplumas hasta sables o espadas samuráis y los precios pueden variar entre mil a doscientos mil pesos.

Existe una gran cantidad de tiendas, principalmente, dedicadas a la pesca y a deportes que requieren armas de fuego o corto punzantes.

Dentro de la variedad de locales, está CTL Active en paseo Bulnes 277, esta empresa familiar lleva diez años en el comercio de armas. Javier Urcelay, su dueño, cuenta que para vender armas blancas en su tienda, los clientes deben ser mayores de 18 años “No es que esté escrito en la ley, pero para mi es conveniente vendérselas a mayores de edad, puesto que me ha pasado que después de venderle un cuchillo a un joven, llegan los padres pidiendo que les devuelva la plata porque les han pillado las armas en sus casas. Al final paso un mal rato yo, por eso adquirí esta política en el local” señala Urcelay.

No muy lejos, en la tienda Armarquet, ubicada en Bulnes 119. Su dueño, Oscar Gatica, tiene otra mentalidad, no hace diferencia en venderle a un joven y a un adulto “En la ley no está estipulado a quien puedo vender y a quien no. Si trabajara vendiendo autos y un joven menor de edad me quiere comprar dos al contado, obviamente no le voy a pedir el carnet. Aquí es lo mismo, muchos jóvenes vienen y compran varios cuchillos porque me dicen que son de colección, no les puedo negar la venta o los estaría discriminando”

Tanto Urcelay como Gatica, señalan que la ley es débil en ese sentido. Si tuvieran que ponerles numero de serie a las armas blancas como en el caso de las de fuego, ellos lo harían sin ningún problema. No niegan que con la nueva ley, la venta de todo tipo de armamento bajó significativamente y venderle un cuchillo a un menor de edad o a una persona que tiene mal aspecto, queda a criterio del vendedor.

Es preocupante también, que no exista un control efectivo con la venta de armas blancas puesto que cualquier persona las puede adquirir, pero son sancionados el porte de ellas en la vía pública.

La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en conjunto con carabineros y los hospitales públicos, elaboraron un porcentaje de los delitos cometidos – que terminaron en muerte- en el año 2003. De la encuesta, salió que el 58% de los homicidios cometidos fueron con armas corto punzantes, en cambio un 24% fueron con armas de fuego.

El sargento de carabineros, José Mora, explica que el porte de armas blancas es ambiguo en la legislación, “un joven de arquitectura que sea registrado por las policías y porte un cuchillo cartonero, va a depender del contexto y la situación de su detención. Por ejemplo, si está en una protesta y anda con ese cuchillo, seguramente carabineros se lo llevará por porte de armas, es distinto si lo registran y explica que va a clases”

Carabineros ha decomisado un gran número de armas blancas. El año 2004, cuando surgió la ley fue un nivel bajo, un 8 % de armas blancas fueron requisadas, éstas eran importadas, lo quiere decir que fueron compradas en armerías. La cifra se eleva aún más cuando se trata de armas “hechizas”, que fue de un 15,6% del total de armas estipuladas en el país.

Hoy en día, Carabineros trabaja en conjunto con otras unidades de seguridad ciudadanas de Santiago, para impedir que el número de armas circulen libremente. En cuanto a las leyes, no se ha hecho nada para cambiar la confusa legislación. “El problema radica en que no se pueden controlar los cuchillos que se hacen en las casas y que caen constantemente en las manos de narcotraficantes o delincuentes. Esto es un comercio que de a poco se ha ido desmantelando, pero que surge nuevamente como la maleza” señala Mora.

02 noviembre 2006

Mira las Flores


El agua del río chocaba con las piedras, sonaba. El viento en la cara y un atardecer perdiéndose entre las nubes, entre los grandes álamos que estaban en dirección a la costa. Todo era color salmón, quizás un poco más claro, morados y celeste, naranjos y amarillos pasteles, los colores eran como en las pinturas, cuando pintan cielos en los cuadros.

Las casas eran de adobe, otras eran más modernas, de madera, y algunas prefabricadas. Estaban construidas de tal manera que se pudieran dejar los caballos en la entrada, eran rectangulares y antiguas, muy antiguas.

El cable no llegaba y menos el Internet. Los huasos ahí sí existían, se levantaban a las seis de la mañana y se acostaban a las diez de la noche, cuando terminaban las noticias en los canales nacionales.

Gente de esfuerzo, de la tierra y sus productos. Dependiendo del sudor y la sangre de sus cuerpos para llevar todos los días algo para comer. No era pobreza, sino que puro esfuerzo, algo que se traspasaba de generación en generación, de tiempos inmemorables, desde que el pueblo aún no existía.

Aún atardecía y nosotros comíamos maravilla a orillas de un canal. Los tenues rayos del sol golpeaban nuestras caras. Su rostro brillaba dorado, sus ojos se iluminaban, como si el sol estuviese ahí dentro. Los perros ladraban a lo lejos y las gallinas estaban ordenando sus pollitos para irse al gallinero. Era el momento en que todos empiezan a guardar sus cosas para irse a sus casas, las palas, el chuzo, el arado. El momento de ducharse y comerse una cazuela bien calentita para el frío y el hambre. Luego de eso, a dormir.

De los techos de las casas salía el humo de las chimeneas, el olor a humedad, a pasto y tierra mojada, a las frutas y verduras en las cosechas. Todo se impregnaba en el aire, se adhería bien a la ropa, como un perfume, pero que dejaba un rico gusto en el paladar.

Ella le sacaba la cáscara a las semillas de maravilla, yo me las comía. A ella no le importaba, no se demoraba nada pelándolas y le gustaba que yo se las sacara.

-En esta parte del canal yo me sentaba y escuchaba música, me gustaba estar aquí.

-Es bonito, pero hay otra música, la del ambiente. La verdad, es que estoy muy relajado. Respondí.

-Que bueno, hacía falta esto, irse por un tiempo de la agitación de Santiago. Me encanta estar acá ¿A ti no? Señalaba ella, completamente concentrada en sacarle las cascaritas a la maravilla.

El sol ya se estaba escondiendo casi en su totalidad y la sombra llegaba a nuestros puestos. Los pantalones los tenía húmedos por la tierra mojada, pero no me importaba. Lo interesante era estar allí, en ese lugar idílico y anacrónico.

-Sí, la verdad es que necesitaba esto, ya no me dan ganas de tirarme al metro. Me faltaban un par de días en la nada. Respondí.

-Pero estás conmigo, no soy nada.

-Sí y eso es lo mejor de todo, el estar contigo. Agregué.

El agua del canal ya no era tan cristalina, la oscuridad la volvía paulatinamente oscura. Los queltehues gritaban sus cantos de irse a casa, el viento helado acompañaban las mismas ganas de las aves. Me sentía tan pequeño, tan sencillo frente a todo esto que no tenía muchas intensiones de volver a la capital. Aquí todo era tranquilidad y esa paz llegaba a mí como un relajante muscular.

- ¿Vamos a la casa? Preguntó ella.

-Vamos. Respondí asintiendo con la cabeza.

De pronto pasamos por un jardín con muchas rosas, eran todas grandes y llenas de pétalos. Dignas de ser admiradas por cualquier transeúnte.

-Mira las flores, son bellas, como todas las cosas de acá.

- Acá las flores son siempre hermosas, debe ser por el agua o el clima. Respondió contenta y preocupada de que no me diera frío – Miraflores – Agregó.

-¿Cómo? Pregunté.

-Miraflores. Sí, así se llama el pueblo.

Luego, tomó mi mano y me llevó por la carretera, hacía la nada, a recorrer la única calle principal, la escuela, la posta, los almacenes. Las flores, la tranquilidad, la sencillez, el viento con su olor rico, el río, su gente, sus cazuelas y pantrucas, las gallinas, los caballos, los colores pasteles del ambiente. Todo esto, en un lugar llamado Miraflores, junto a la muchacha que irradiaba el sol con sus ojos.

29 octubre 2006

Un día de estos voy a saltar a la línea del metro. Es cosa de atreverse, no escuchar la música incidental que ponen y aunque mucha gente no sabe, tiene mensajes subliminales “no te tires, no te tires”. Supongo que debe decir.
Es cosa de seguir las voces de mi cabeza y hacerlo, no pensar mucho dicen algunos, pero no puedo. Al principio era una vocecilla que me hablaba constantemente, la mía. Ahora no es una, sino que son miles. Me dicen que haga cosas, tonteras “toca guitarra, hace esto, estudia, ven a verme, mal amigo, podrías ser así o asá”. La verdad es que a ratos puedo reconocer algunas voces, después son tantas que se vuelven difusas. Porfavor que se callen ¡que se callen! A ratos quiero desenchufarme, dejar de hacer mí día a día una monotonía, yo creo que por eso decidí estudiar periodismo, para no sentarme en un escritorio y ver como pasan los días y me voy poniendo gordo y que el pelo se me fuera cayendo cada vez más. Ahora me gusta, pero porque se puede escribir, no por la calle. Maldito asalto, fucking asalto.

Es cosa de atreverse, me compraré un revolver y mataré a cualquier flayte que pille en la calle, sin discriminar.

Quiero dormir pero no puedo, se me dio vuelta el horario, una amiga dice que es stress, pero no creo que tenga eso. ¿Existirá?

Es cosa de atreverse, de hacer las cosas, pero no hay voluntad, no hay mucha voluntad.
Tengo que dejar de leer, dejar de escribir, dejar de pensar un rato, no quiero subirme a la máquina completamente, no quiero. A veces leo cosas que no debería, que me deprimen.

No quiero ser nadie, me frustraría no cumplir mis sueños y no ser nadie.

Ahí vienen de nuevo, las voces. Creerán que estoy loco, quizás sí, tal vez no. Hace tiempo que no escribía en mí, en Sebastián. Estoy pensando poco en mi y más en el resto, debo pescarme de ves en cuando, pero pasan tantas cosas que es imposible…

No quiero post que digan que te pasa o que se preocupen. Se me va a pasar, y si no, quiero unas vacaciones en tiempo completo. Me faltó el año sabático y el preu después del colegio, me faltó cruzar la frontera y perderme en Argentina y seguir subiendo por los países. Me falta ver y conocer. Quiero dejar de escribir ficción por más realidad. Quiero escribir una huevá decente, algo que me lean muchas personas. Muchísimas. Me falta un tema, algo que me haga hacerlo, me falta la voluntad, atreverme…

27 octubre 2006

Mi alma ardía tanto como lo podía hacer el sol con la tierra. Era un infierno, sí, un infierno de esos que te hacen transpirar hasta los ojos. Me ardían. Calor sofocante. Costaba respirar, tanto como mirar, me ardía todo. Sentía que me quemaba, era el sol, estoy seguro.

Saltamos la pandereta, no sabía qué casas eran, pero estaban nuevas. Recién entregadas, dispuestas a que pequeñas familias burguesas las anidaran. ¡Era perfecto! Un par de movimientos, un salto y otro y listo.

Martín fue primero. Él siempre llevaba la batuta en todo, no sé por qué, pero siempre lo hacía. Mandaba a todos, como si se creyera el dueño de la pandilla.

Rompimos el vidrio, no había nadie, pero estaba toda la casa amoblada. “El televisor primero y los equipos caros” comentó el Rana. Yo tomé un compact disc del comedor. “No seai huevón culiao, esas huevás no sirven” gritó el Corneta.

Corneta era amigo del Rana, se conocieron en la población cuando eran chicos. Jugaban a la pelota juntos, ahí se hicieron amigos inseparables. Amigos desde carretes hasta atracos en pequeños locales. El Rana y el Corneta eran inseparables.

“Conchetumadre, los pacos…Corran los huevones” Gritó uno de los del grupo.

Balazos.

El Rana con el Corneta sacaron los revólveres y el resto con puras hechizas.

Balacera en mala.

Pesqué un bolso y salí corriendo “que se maten los culiaos” pensé. Dentro llevaba unos pendrives, el notebook y un par de relojes y chuchearías.

Salgo por el patio, el Corneta corre detrás de mí. ¡Paf! Balazo. Corneta cae y lo miro, sangraba como condenado “Ayúdame conchetumadre” sollozaba. “Ahora sí que quedaste corneta feo culiao” respondí.

Tomé su revolver y salte la pandereta. Combo en pleno hocico. Los pacos. Conchetumadre, cagué. Mala onda…

23 octubre 2006

Patiperros





Ella bailaba. Él en las alturas disfrutaba del espectáculo. Ella lo miraba de reojo, él sabía que ella lo hacía, pero poco le importaba. Él no quería estar ahí, no disfrutaba de nada. Estaba cansado, se estaba encontrando, mientras más lejos de casa se hallaba, más feliz se sentía, se perdía y no echaba tanto de menos lo que el resto añoraba, la comodidad. Pensó quedarse ahí, cruzar la frontera, seguir viajando, llegar a Argentina y buscar una manera de irse moviendo con poca plata, pero sin mirar atrás, siempre avanzando y una que otra postal en el camino para sus padres. Nadie lo entendía, se sentía solo en sus sueños. Tan solo miraba.

El folklore seguía y la niña que lo miraba sonreía. No se conocían y él no pretendía intentar hacerlo en un principio. Abajo salía olor a mariscos. Se acordó que no había desayunado y que lo último que había comido decentemente había sido una sopa para uno la noche anterior. Sin embargo, se había devorado un completo y tomado una cerveza con su mejor amigo cuando llegaron a Ancud por la mañana, mientras esperaban a los tres compañeros que faltaban. Eso no lo podía saber el resto, pero poco importaba, aún no llegaban.

De pronto algo cambió el esquema, alboroto, guitarras sonando, gritos y chuchás a medio mundo. Se dio vuelta y uno de ellos lo abrazó fuerte, como si no se hubiesen visto hace mucho tiempo. En realidad, se habían separado temprano por la mañana y después de eso, el rato que pasaban en grupo o en parejas haciendo dedo, era un condensado de aventuras para la hora de almuerzo, o la once, o la ocasión que fuera. Era lo único que los hacía diferentes en el día. El rato que hacían dedo era el momento para pensar, para encontrarse, para conversar con la gente que pasaba, con los chóferes que te llevaban, o saber un poco más de tu amigo, que a esas alturas ya se hacían hermanos.

Comenzaron las peleas. Unos querían quedarse un día, otros querían seguir. Él ya se había desconcentrado, ya no la miraba a ella. Quedarse o seguir, le daba igual. Decidieron recorrer el mercado, si había algo interesante, se quedaban un rato más, si no valía la pena, se iban el mismo día.

Él se dio un par de vueltas por la feria artesanal del segundo piso, miraba a los pobres scouts como gastaban su plata en tonteras. Detestaba a los scouts, sentía que hacía lo mismo que ellos, pero con más libertades. Se miró al espejo en uno de los stands, tocó su pelo y pensó que podría aguantar sin bañarse un par de días más. Tomó el olor de sus ropas y estaban pasadas a humo por la fogata del día anterior, a sudor y a mar. Se sentía un poco mendigo. La música sonaba nuevamente, se escuchaba algo más movido, fue a mirar.

Uno de los amigos le comentó que una de esas niñas que bailaba era compañera suya en el colegio. Él veía puras viejas y una que otra mujer un poco más joven, aparte de esa chica que lo miraba sin parar, que por cierto, ya encontraba linda y sentía que irradiaba luz, que se iluminaba en lo que hacía. Aunque a veces sentía que la sonrisa que proyectaba al público era un poco cínica. Él sin duda alguna, no esperaba que fuera ella, nunca le funcionaban las cosas a la primera, nunca nada le resultaba como lo pensaba. Pero no, su amigo la apuntó a ella, él se había equivocado, no le resultó como lo había pensado, pero esta vez era a su favor.

El baile terminaba y las niñas se disponían a partir. El amigo con el resto de la pandilla fueron a saludar. Pero él pensaba y velaba por el interés de todos, la locomoción y una noche gratis para los cinco, les venía de perillas en la fomedad de Chiloé. Se acercó, Marcela dijo, Sebastián respondió. Estaba ella pasada a laca y la cara llena de pintura, pero se veía bien. Sin mucho que decir, tiró toda la parrilla encima, fue directo. Nos puede llevar, fue la pregunta. El ándate a la mierda disimulado fue la respuesta, o sea, un no rotundo.
Después se alejó, andaba apurada. Luego la llamaron y él le dijo que era bonita. Los amigos lo molestaron, él estaba siendo sincero.
Marcela estuvo dándole vueltas un par de horas en la cabeza a Sebastián. A ratos se le olvidaba, pero los amigos al molestarlo, volvía la figura de ella bailando y sonriendo.

Él jamás pensó que la volvería a encontrar en Santiago, jamás pensó que volvería a amar, que perdería los miedos y se lanzaría al vacío nuevamente, como un salto en benji, lo único que tienes seguro es…nada. Un error puede costarte la vida, pero el no sabía que se lanzaría de nuevo. Las cosas aún no se conjugaban, el todavía no se encontraba y de ella…bueno, de ella él no sabía más que su nombre. Marcela.

19 octubre 2006

Todos Juntos

Subir al escenario es como hacer el amor. Al principio, estás lleno de adrenalina, hace algunas cosas de memoria y otras las improvisas – la mayoría se improvisan –. Haces lo que te corresponde, te ríes y lo pasas bien. Pero cuando terminas, quedas con gusto a poco, quieres volver a subirte y darlo todo de nuevo, como en un ring.

Si quiere ver a este humilde servidor, que le escribe líneas para entretenerlo, tocando con su banda de colegio – de cuando estaba ahí – llamada Kgliostro, pinche aquí.

Los que no me conocen, soy el chascon de la batería.

Kgliostro se componía de muchas personas, no quiero dejar a nadie afuera porque hubo mucha rotacion de musicos. en fin Aqui van los nombres

Guitarras: Máximo Quezada.
Nicolas Saez
Bajo: Pablo Lemus
Batería: Sebastián "Trooper" Fuentes.
Voces: Catalina Valenzuela
Eduardo Madrid

12 octubre 2006

Mira niñita
Sacamos la bolsa de mate del morral. Miramos el cielo como si hubiese sido la primera vez. El vaho de nuestra respiración se mezclaba con la brisa húmeda del mar, la tetera avisaba que el agua hervía. Nos confundíamos un poco con la noche, simples siluetas en la inmensidad del rededor.

-Hay veces que las cosas simples parecen tan asombrosas.

- Hay veces que las cosas simples enredan un poco. Respondí

-¿Cómo es eso?

- Claro, la gente se complica dándole explicaciones a lo simple y se deprime. Yo me deprimo, por eso prefiero sólo mirar y no hablar mucho.

-Ya, está listo. Pásame tu taza.

De la casa había sacado el poncho viejo de mi papá. Estaba en el entretecho y ahora me picaba todo el cuerpo, seguramente estaba lleno de pulgas. Le saqué la pipa y el tabaco tostado del velador. Me costaba prenderlo, corría un viento tibio de verano, me gustaba estar ahí, en silencio.

- ¿Por qué te mueves tanto?

- Porque me pica el poncho, debe tener pulgas.

- Sácatelo entonces.

- Si me lo saco me da frío.

- Pero ya no te va a picar más. Respondió.

-Viste que las cosas simples se complican tratando de darles soluciones. Mejor me lo dejo así y no me da frío y no me resfrío.

-Yo creo que el complicado eres tú, perfectamente te puedes acercar más al fuego y se te pasa todo. Así de sencillo, sin tanto atado.

-Mejor escuchemos el silencio y disfruta la noche, no te des tantas vueltas en algo sin sentido. Respondí.

A lo lejos se escuchaban otras voces, cantaban algo de Sui Generis. La mayoría de las personas creen que estar en la playa es como ser hippie. Yo creo que eso tiene más que un par de canciones y un vino entremedio de las fogatas, hay que tener actitud. Conozco poca gente que ya de adultos siguen con el mismo estilo de vida. En isla Negra, mucha gente decidió seguir así, siguiendo otro estilo de vida, ajenos al tiempo, como que siguen un ritmo propio. La luz del día les indica que hacer. Trabajan de lo que sus manos hacen y prefieren estar lejos de la modernidad, odian Santiago, tanto como lo odio yo en estos momentos.

-¿Por qué no vamos con esas personas que están cantando?

- Porque me da lata, ¿no puedes disfrutar el momento? Respondí.

-Pero es que no me hablas. Además, tú mate se está enfriando.

- Pero aprovecha de pensar todas las cosas simples y dales una explicación, después me cuentas como te fue.

-Es que no quiero pensar, después me deprimo.

- A veces no te entiendo.

-A ratos yo tampoco. Respondió.

-Mejor cierra los ojos y escucha el viento, el silencio y tu respiración. Únete con la tierra, disfruta de la soledad de la noche.

Cerramos los ojos, luego todo se cayó. Las voces de los cantantes se dejaron de escuchar, el mate se enfrió y la tierra comenzó a tocar su música, fue tan agradable que nos dejamos llevar y de a poco, la inmensidad nos tragó.

27 septiembre 2006

Deep


Saqué la última aspirina del botiquín. No sé bien por qué lo hice, pero supongo que me hará sentir mejor. No me duele la cabeza, pero es como un efecto placebo el que ésta pastilla hace en mi. Me miro al espejo y siento que no he dormido en años, los ojos me pesan y la cara se ve completamente demacrada.

Haber señor, parta por el principio, de momento no le entiendo de lo qué me está hablando.

Tomé el bus que supuestamente me llevaría a cambiar mi vida, el que me devolvería todo lo que había perdido tiempo atrás. Familia, hijos, amigos, aquí ya no me quedaba nada. Acá todo era un vacío en las calles, tanto en la ciudad como en mi vida personal, no entendía bien lo que me pasaba. Estaba perdido.

Pero si recuerdo que usted algo importante hizo en viña del mar, su cara me es familiar.

No entiendo bien, dicen que cuando uno entra y sale en los diarios, tiene cierto prestigio entre los reos. El problema fue que no quise pasar por la famosa iniciación como lo llaman allí.

¿Y que pasó entonces?

No quiero hablar de eso, me trae malos recuerdos. ¿Es estrictamente necesario?

Si quiere terminar luego con esto, debería contármelo.

Allá adentro, es otro mundo. Manejan códigos y palabras que uno no conoce. Si uno no pasa la iniciación, te manduquean todos. Me hice amigo de un par que estaba allí, pero no era suficiente para luchar contra el resto. Trataron de violarme, ese era el rito para ser aceptado, me negué y tuve que pagar las consecuencias. Bueno, el que las pagó no fui yo finalmente, el Rana se llevó la peor parte.

¿Cómo es eso? explíquese mejor, aquí nadie escuchará. Yo estoy aquí para ayudarlo.

Entré a la cárcel por estafa. Según mi abogado, el trámite sería corto, tan sólo un paseo de no más de dos días. Tenía confianza en que me sacaría luego de ahí. Pasaron semanas y meses y no llegaba nunca mi sentencia, estaba esperando poco menos que un milagro me sacara.

Me hice amigo de Roberto Cárdenas y Gustavo Rodríguez. Sí, los diputados. Los que estaban en el asunto de las coimas con el gobierno. Bueno, yo era parte de esas coimas, el autor intelectual del asunto.
Adentro nos trataron mal, desde los gendarmes hasta los perros huachos que llegaban a hacernos compañía. Éramos lo peor, todos los reos de esa penitenciaría estaban dentro por crímenes, asesinatos, violaciones y cosas así. Nosotros éramos los ruciecitos, así nos llamaban.

A la semana, Gustavo tuvo que chuparle el pico al Rana. El matón del lugar, estaba adentro por asesinato, mató a su familia y la enterró en su patio. En la población, el contrataba a las putas y en su casa las amarraba y las mataba, luego procedía a cortarlas en pedazos y las guardaba en el refrigerador. Sin duda alguna era el más temido de todos adentro, él la llevaba, prácticamente era el intocable, además manejaba relaciones con los mismos gendarmes del recinto. Le pasaban drogas para la angustia y cigarros por las noches, no había resguardo policial. Era el rey de la peni.

Prosiga, su relato es bastante interesante

Él fue quien me trató de violar, tenía que pasar primero por él y dejarme que toda la manga de huevones de su banda me rajara el culo a cachas. Me arranqué. Dormí dos días en el patio, allá hace frío y la ropa de mierda que nos pasan es tela de cebolla.

Pasó el tiempo y Rodríguez ya se había hecho amigo de los Tiras, como se hacían llamar el grupo del Rana.

Estaba desesperado, varias veces traté de suicidarme, me robaba las sábanas y me ahorcaba, pero no había caso, eso que dicen que el infierno esta aquí en la tierra y que los pecados se pagan acá. Puta que tiene razón es dicho.

Pasaron los meses y me tenían de júnior. Hacía todos los trámites adentro, era el que daba los recados de un bando a otro, el que pasaba los cigarros y los papelillos para la angustia. Allá se fuma pasta base, nada más. Según los más viejos, los que llevan años allí. Me contaron que las drogas empezaron a entrar en los años de la dictadura, de esta manera los tipos se drogaban y no hacían escándalo, desde ahí que las cosas han ido empeorando.

Pero cuénteme cuando llega el quiebre en su historia, cuándo pasa lo que me vino a contar.

Fue cuando me quedaba el último día para salir. Le dije al Rana que esa noche dejaría que me hiciera lo que quisiera. En el día, en el taller de mueblería, me había hecho un cuchillo de madera. Me habían enseñado los mismos tipos, le sacaban filo y los usaban para pelear.
Quedamos de juntarnos en los baños a las dos de la madrugada. La condición, tenía que ir solo.

Cuando llegó, lo abracé y le di las gracias por no haberme hecho nada malo. Me dijo que me bajara los pantalones, en el acto, saqué el cuchillo y se lo enterré en el estomago, luego lo forcé y lo quebré. Se quedo con el pedazo de astilla adentro. Cayó al suelo y lo empecé a pisar en la herida, mientras lo hacía la sangre salía a borbotones. El líquido caliente me salpicaba en la cara, estaba aún caliente. Los gritos nadie los escuchaba, creían que era yo el que gemía de placer. De pronto el sonido se silenció, la sangre corría por las baldosas negras de hongos y se iban por las canaletas del meadero. Tomé el cuerpo y lo lancé al patio. Adentro todos se hicieron los huevones. Al final, todos odiaban al Rana.

¿Qué es lo que sientes en estos momentos?

Matar a alguien tiene un placer. Pero después, su rostro me persigue en la calle, a veces creo verlo sentado en el asiento de al lado del metro. Me busca hasta en los sueños. Por eso estoy acá, no puedo seguir con esto. Siento que la conciencia me va a liquidar.

Bueno, pero ese tema lo tendremos que dejar para la próxima sesión, estamos en el tiempo. Hable con mi secretaria y pida otra hora. Hasta luego señor y no se pierda pues.

Hasta luego.

…Huevón, te acordai del Loco de viña, ese que salió en los diarios… Sí po huevon, el mismo. Lo estoy atendiendo yo. Se pitió a un tipo en la cárcel, está cagao... ¿Mi diagnostico? No sé todavía, depresión yo cacho. La próxima vez que venga yo creo que sabré con certeza. Igual tiene como para un año….Sí, lo mismo de siempre, las pastillas y listo…Ya hablamos, nos vemos más tarde... Sí, con éste me hago millonario…Ándate a mi casa y te cuento los detalles… Chao.

Saqué la última aspirina del botiquín. No sé bien por qué lo hice, pero supongo que me hará sentir mejor. No me duele la cabeza, pero es como un efecto placebo el que ésta pastilla hace en mi. Me miro al espejo y siento que no he dormido en años, los ojos me pesan y la cara se ve completamente demacrada. Está oscuro y siento que me están observando. No puedo seguir con esto, siento que está en mi departamento, sentado tomando café conmigo. Quiero llorar, desaparecer, dejar de existir.
El balcón siempre ha sido mi salida, mi vía de escape. Hoy corre más viento de lo normal, es calido. Me gusta. Las luces de Santiago brillan más que de costumbre.

Tocan la puerta. Tienen llaves, la están abriendo. Me lanzo…

25 septiembre 2006

Freak
Cinco y media de la mañana y la música aún sonaba, parecía Pearl Jam. Sí, ahora que lo recuerdo bien, era Pearl Jam, el tema Garden, del disco Ten. Me acuerdo que ese me lo había pasado Martín hace tiempo atrás, antes de que se fuera de viaje por el mundo. Pocos días antes de irse me preguntó si yo tenía su cd, le dije que no, porque no me acordaba en realidad. Después, y me refiero a un buen tiempo después, lo encontré en un cajón donde guardaba los comics, de ahí que se lo he querido devolver, pero ya no sé por donde andará.

-Cámbiate de carrera huevon. Si te querí un poco, hazme caso, vas a hacer un muerto de hambre y no te lo digo porque yo lo sea, sino porque todos mis ex compañeros están cagados. Lo que es yo, me voy luego a Nueva York, a trabajar en la CNN.

-Media huevá po, está bien que me di consejos, pero si tus compañeros quedaron cagados y la mayoría de las minas terminaron de secretarias o de corredores de propiedades. No significa que termine igual de cagado. Además quiero estudiar diplomacia después, así que no me vengas con huevas a mí. Respondí algo enojado.

-Ya pendejo, no te hueveo más, pero yo soy tres años más grande que tu y sé lo que te digo. Además la diplomacia es para gente inteligente, no para huevones curados como tú.

-Ya ok, anda a carretear mejor. Respondí hecho furia. Sabía que si seguía conversando me iba a calentar más de lo debido y no quería mandar ningún combo o empujón. Además iba de ultra-colado así que nada que ver igual.

Pasaron las horas y todo seguía igual, el trago aparecía como por arte de magia y yo me dedicaba a conversar con mis ex compañeros y a molestar a los más grandes. Aunque de grandes no tenían nada, dos años más que yo o tres y eso.

De pronto un bocherío quebró la normalidad de la fiesta. El tipo que me estaba conversando gritaba y decía cualquier cosa al aire. Pegaba empujones y se movía de un lado a otro. Luego, toda la gente se movía y salía de la casa, a la calle. Parece que había quedado la grande. Salí a ver.

Entre un tumulto de gente, había un auto todo abierto, sin la radio ni los parlantes, una de las llantas estaba rajada por la mitad. Le habían saqueado el auto por completo. No sabía bien de quien era el vehiculo, pero era último modelo, recién comprado al parecer y estaba todo enchulado. Resaltaba más que los pedazos de chatarra al lado de él. Era obvio que se lo iban a robar, muy huevón el tipo que manda a arreglar su auto, es como decirle a los ladrones: ROBENME.

-¡Mí auto por la puta! Gritaba el tipo que me había molestado dentro de la casa – Recién comprado por la concha de mi madre, que le voy a decir a mi papá.

- ¡Que te lo robaron po, saco hueva¡ Gritó uno de los amigos.

Risas en general.

-Por maricon. Pensé. Aparte de pesado hijito de papá.

De pronto comenzó a sonar Black dentro de la casa y yo tenía mi piscola igual de black que la canción. Me acordé de Martín y de su cd, tambien de un par de personas más. Dejé a medio mundo y entré nuevamente a la fiesta.

22 septiembre 2006

Capitulo 8

A esas alturas de la mañana pasaban micros, tomé la primera que pasó, la que me servía para irme a mi casa. Poco me importaba un reto de mis viejos, sentía el cuerpo cansado y lo único que quería era una cama para poder dormir. Ya no quería luchar más, si José aparecía, si Andrea quería volver a mí, se lo dejaba todo al destino. Que éste pusiera las cartas sobre la mesa y que otro las barajara, pero yo no quería jugar más.

Me bajé, caminé un poco y vi mi casa vacía, no estaba el auto y la puerta estaba cerrada. Golpeé y grité un par de veces. No había nadie.

Salté la pandereta de mis vecinos y como un gato llegué a mi patio, la ventana del baño estaba abierta y por ahí entré. Todo estaba tranquilo, en silencio. Subí las escaleras y abrí la puerta de mi pieza, olía a incienso y a esos spraits que tiran en las casa para el olor. Mi cama estaba hecha, desde hacía mucho tiempo que no veía mi pieza ordenada. Sobre mi escritorio había unas cartas y regalos y postales de muchos colores. Mis amigos sí se acordaron de mí en el tiempo que estuve en el hospital.

Decidí acostarme y olvidarme un poco de todo, pero sobre mi cama había una carta, era de José. La abrí y decía: “Te estoy esperando y no te culpo, la culpa la tenemos todos. Nunca pusimos barreras, límites a nuestro cuerpo. Ahora somos como héroes entre el grupo de amigos, los fotologs se llenan de comentarios cuando ponen fotos donde salimos los dos. Somos lo máximo hombre, como Kurt Cobain. Un icono de rebeldía.
Si lees esto, espero que llegues luego a mi casa. Tenemos que hacer bien nuestra historia e inventar unas cuantas para cuando nos juntemos con el resto…Te quiere, tu amigo, José”.

-Hijo de puta. Pensé. Jamás creí que toda la mierda que había pasado por estos días podría transformarse en esto, en una ironía, un icono. Una mierda, esto es una mierda. Hijo de perra, cree que porque se curó y se intoxicó va a ser parte de todo lo que he pasado. Está equivocado.

Tengo que hablar con él, pero hoy no. Hay que dormir.

15 septiembre 2006

Este cuento pensaba hacerlo más largo, pero al parecer me aburrió. Debo terminar lo que empiezo. Sí lo quieren ver editado, enchulado, con fotos, o ver otros cuentos, reportajes, entrevistas y cuanta cosa quieran, lean acá Paniko
Volviendo a casa
Eran casi seis años sin verlos, tal vez más. Yo lo único que llevaba en mente era un par de titulares, el primero de una incautación de drogas y el segundo, sobre el accidente automovilístico que me tenía aquí. Es difícil no ver a las personas en un buen tiempo, uno siempre las lleva en la mente, las imagina y con eso, las desfigura. Se idealizan, como todos o la gran mayoría de los jóvenes que estaban de negro en ese funeral. Lo mejor de las familias de clase alta del pueblo, hijos de comerciantes árabes, de destacados doctores, de alcaldes, gobernadores, concejales. Todos tenían algo con que resaltar. Eso los hacía ser parte privilegiada del pueblo, entrar gratis a los bares de mala muerte, prostíbulos, tener drogas y conseguirlo todo fácil, ahí los apellidos pesaban y más aún si tus padres o abuelos eran importantes en el sector.

Creo que una vez había entrado a ese cementerio, tenía vista al mar. Estaba lejos del pueblo, pero era el placer de todos ir a morir allá. Sí, lo recuerdo bien. Fue cuando entré al colegio, en ese verano había muerto ahogado un primo del que ahora estábamos enterrando. En Papudo, en una playa famosa por los innumerables remolinos que se hacían en el agua y con ellos atrapaban a cuanto veraneante podía. En ocasiones, el mar devolvía a sus victimas, en otras, no perdonaba.

Era chico y no entendía muy bien lo que pasaba, primer día de clases y una misa en memoria del que no pude conocer. Mis compañeros me decían que ahora estaba mejor, que el cielo es un gran mar donde ahora podría nadar tranquilo por mucho tiempo.
Este niño, además había sido alumno del colegio donde ahora tendría que estudiar. Iba en el mismo curso donde yo estaba. Nadie entendía muy bien el significado de la muerte, pero los curas del colegio sabían manejar mejor que nadie esos temas. Los transformaban en tabú, no se hablaban o daban explicaciones incoherentes. Nosotros, entendimos que ahora estaba nadando eternamente en el cielo. Cuando nos acercamos a la tumba, adentro no había nadie, sólo una foto. El mar nunca lo devolvió.


Corría un viento helado. A lo lejos, se veían las olas golpear con las rocas y, a ratos, llegaba esa brisa húmeda de mar que tanto extrañaba. El olor a tierra recién mojada, a pasto y los aromas de la naturaleza, me transportaban a la infancia. En el horizonte, el sol se estaba escondiendo, los tonos naranja y violeta cubrían todo el cielo, el agua se teñía con esos colores, se mezclaban. Hacía el amor el cielo con el mar, eran uno.
Acá, en cambio, los tonos eran diferentes, el silencio llegaba a ser adormecedor. Los colores eran grises, blancos y negros, el pasto mimetizaba el olor a agua estancada y a flores podridas. En este cerro todo era distinto, era otro Viña del Mar, con otra gente, con recuerdos rotos y promesas sin cumplir. Con calles propias y mausoleos distintos a la arquitectura típica de puerto. El ambiente era umbrío, triste.

Dentro de la pequeña multitud que despedía al accidentado, habían tres personas que estaban fumando aparte del grupo, un poco más lejos del funeral, en otra tumba. Me acerqué a ellos, todos de negro, miraban el suelo como si de éste fueran a salir las respuestas que buscaban. Ninguno hablaba mucho o más de lo debido, sólo se dedicaban a darles grandes caladas al cigarro, a olvidarse un poco de todo.
Ya cuando estaba cerca de ellos les pedí fuego.

- Sí, acá lo tienes. Respondió.

Y sacó de su bolsillo un encendedor y se acercó para prender mi cigarro. Sus ojos se abrieron, se sorprendió. No esperaba que estuviera ahí, que hubiera viajado para ir a despedir a nuestro ex compañero.

- Benja. Tanto tiempo. No esperaba verte acá.

- Diego, las noticias corren rápido y sobre todo las malas. Respondí

- Desde luego. Y a ellos, ¿los recuerdas? Y me señaló a Felipe y Mario, los compañeros con los que más me juntaba en el colegio y fuera de él.


Mario era primo hermano del que se había ahogado hace años atrás y primo lejano, como en segundo grado, del actual fallecido. Su familia era de comerciantes árabes, todas ligadas entre sí. Tenían el monopolio del comercio en el pueblo y las pequeñas ciudades cercanas. Estaban constantemente estafándose, escondiéndose dinero y robándose entre sí. Uno se podía dar cuenta cuales eran las familias de turno, en el colegio se armaban grandes peleas entre primos, que en un principio, nadie entendía muy bien. Pero con el paso del tiempo nos dimos cuenta que los problemas de adultos también se pasaban a los hijos, como una lacra, pero con el tiempo esas heridas se iban dispensando lentamente.

- El colegio lo cagó Benja, como nos cagó a todos. Estos curas nos lavaron el cerebro, nos llenaron de trancas. Al final, el prestigio de haber salido de tan buen establecimiento se nos va a la mierda. Tuviste suerte de irte a tiempo. En Santiago las cosas son distintas, se vive distinto. Comentó entre sollozos Mario, que ya no sabía bien donde estaba, sentía un poco de frustración, de odio, de impotencia.

No sabía que decirle, como contestar eso. Tenía razón, los curas habían dejado su huella en nosotros, una estampa que hacía diferenciarnos del resto en el pueblo. Sabíamos perfectamente quienes iban y quienes no en el colegio, era algo simplemente en la presencia. El corte de pelo, la forma de pararse, de hablar, de estar en público. Todas esas cosas nos diferenciaban del resto. En Santiago las cosas cambian, eso ya no sirve. Hay que reformularse todo, la manera de pensar, la forma de ver el mundo. En la capital, las antiguas enseñanzas del evangelio, no sirven.

- Te acuerdas de esta lapida Benja, es la de Cristian. El compañero que murió ahogado. Dijo Diego.

- Sí, fue en el mismo año en que llegué. Respondí mirando el suelo.

El epitafio decía algo como “te queremos y en nuestros corazones te recordaremos”. Siempre me quedó dando vueltas la muerte de él, sentía que había llenado el vacío que él dejó en la sala de clases, que fui el vacante que faltaba para completar el número en el curso. Con el tiempo lo fui olvidando, se fue borrando en mi mente su figura, la foto en el ataúd.

- Tuviste suerte huevon. Desde que te fuiste las cosas no cambiaron mucho, pero tú por lo menos pudiste leer otras cosas, salir de este pueblo de mierda. Aquí todos nos hicimos algo prisioneros, nadie quiso ir mas lejos que Viña del Mar. Todos terminaron estudiando acá, algunos ni siquiera sacaron carreras universitarias. La gran mayoría se dedicó a aprender el funcionamiento de las empresas o los fundos de sus padres. Dijo Felipe. Concentrado mirando el mar, fumando el cigarro hasta las últimas.

Yo estaba más pendiente de mis pensamientos y de escuchar a ratos las palabras del sacerdote en la ceremonia. Mario sólo se dedicaba a lanzar diatribas en latín contra la iglesia. Sabía que ella había matado a su primo. Aún cuando lo que ésta profesaba era amor y paz. Nosotros cuatro teníamos claro que la prisión Colegio San Pascual Apóstol, nos destruía, nos sujetaba a creer cosas impuestas. Por eso, al salir del colegio y ya en los últimos años, nos reventábamos como si el mundo se fuera a acabar. Queríamos probar todo lo malo que dijeron alguna vez nuestros profesores. El sexo, las drogas, el alcohol, la literatura prohibida, carreras mal vistas. En ese entonces todo para nosotros era nuevo, tenía un buen gusto, adrenalina a la vena.

Luego vino un silencio incomodo, de esos que llegan a doler los oídos. Cada uno trataba de quebrarlo, de romper con ese hielo que había llegado para quedarse, que permanecía inmóvil sobre nuestros cuerpos, sujeto en el aire. Yo, recordaba.


Todos formados en filas perfectas. Lunes en la mañana, en ayunas, esperando entrar a la misa rutinaria de la semana. Algunos, los más grandes, sacaban de sus bolsillos dulces o chicles para calmar el hambre. Nosotros los mirábamos como el acto más valiente que podían hacer. Ir en contra de las normas establecidas por los sacerdotes del colegio, era casi un pecado.
Diego, siempre iba delante de mí en la fila. En aquel entonces no poseía esa gallardía que lo caracterizó años después, como el campeón de los burdeles, conocía a todas las prostitutas del pueblo. Incluso llegó a enamorarse de una, de Scarlet. Sus ojos y su figura infantil, deleznable, virginal, la hacía tener el atributo necesario para esconder su verdadera condición. Jamás se les vio juntos, pero los más amigos, sabían de todo lo que pasaba. Con el paso del tiempo, los dos se dieron cuenta que no podían concretar nada, que sólo llegarían a los encuentros carnales de fin de semana, en el burdel. O los inesperados encuentros en solitarios callejones, donde consumaban sus placeres, los calores de la semana, las fiebres desesperadas de un joven de quince años.
Años después, en el bar Luna Creciente, en Valparaíso. Nos contaron que la Scarlet había armado su propio prostíbulo en el puerto de San Antonio. Se había casado con su cabrón y ahora él se dedicaba a la trata de blancas, mientras que ella administraba el local.
La actitud inequívoca de todos fue guardar silencio, pactar ese secreto con la sangre de nuestra amistad. Los ojos de Diego estaban llorosos, se había enamorado. Su mirada lo demostraba, era franca e indefensa. Desde ese día, no se habló más del tema.

-Ahora viene la parte de los abrazos. Interrumpió Felipe – Deberías ir, hay varias caras conocidas. Agregó.

-Sí, aunque lo hago más por educación. Los únicos que me interesaban ver eran a ustedes y bueno… Roberto, claro. Respondí con toda sinceridad.

El funeral había terminado y ahora las elocuentes lenguas, la de las viejas que aprovechan toda ocasión para hacer vida social, ahora disparaban sus dardos a todo el mundo, dando el pésame a los familiares y a todos en general.

- Porqué no te haces cargo de las viejas copuchentas, Mario. Eres el más idóneo para entretenerlas ¿No recuerdas a la mamá del Pancho Silva? Dijo en un tono burlesco Felipe.

-¿Y tú mamá no te ha contado nada, Felipito? Acaso crees que tu hermano chico fue un chiripazo de tus viejos. Respondió Mario con su típica pesadez.

-Mejor caminemos al auto. Benja ¿Vienes con nosotros? Preguntó Diego - ¿Por los viejos tiempos?

-Por los viejos tiempos. Respondí, prendiendo al mismo tiempo uno de los cigarros añejos de mi bolsillo.

13 septiembre 2006

Treinta y tres y sacando cuentas



Sebastián Fuentes.


Estamos a treinta y tres años de uno de los sucesos que mas han repercutido en la memoria colectiva de los chilenos. El 11 de septiembre de 1973, el país se fracturó, se quebró en dos partes casi irreconciliables. Ese fue el día en que Augusto Pinochet – el general que todos conocemos – hizo un golpe de estado al gobierno de Salvador Allende, presidente socialista, quien alcanzó a gobernar solo tres años. Sin embargo, esta dictadura militar no contó con todo el apoyo nacional. La mitad del país, lo apoyaba y dentro de la otra mitad habían militares que no estaban de acuerdo con lo que implantaban los generales golpistas – que en ese tiempo no tenían nada de generales-, gente cercana a los partidos de izquierda y obviamente toda la unidad popular.

Desgraciadamente, muchas personas tuvieron que irse de Chile y no por gusto, sino que fueron los perseguidos politicos, los que sintieron y vieron el terror en verdaderos campos de concentración, como lo fue el estadio nacional. Se produjo un caos, el miedo era tan grande que padres acusaban a sus hijos de comunistas, hijos que entregaban a sus padres, familias divididas por ideologías, compañeros de trabajo que hacían de sapos, que apoyaban la dictadura y acusaban a sus amigos de “subversión”.

Nosotros que somos jóvenes, todo esto lo vivimos por relatos, historias que se fueron traspasando, algunos contaron la historia con odio, otros con recuerdos felices. Nuestra generación solamente tiene que formarse una opinión propia. La historia está escrita. Algunas personas dicen que los libros históricos los escriben los ganadores, como el caso mapuche con los españoles. Estos fueron escritos por los peninsulares, los europeos. Yo pienso que este trozo de la historia, a estas alturas, ya tiene de las dos partes y no existen ganadores ni perdedores, no se podría definir así un momento de nuestra historia que hasta la gente de derecha la recuerda como un momento de muchos errores y de sufrimiento.

Hace pocos días, la moneda volvió a estar en llamas. Mucha gente que estuvo dentro del palacio de estado, en el momento que fue bombardeado, vio esta escena, como una polaroid de recuerdos. Recuerdos dolorosos que la retina y la memoria no pudieron borrar. La gente que estaba marchando tranquila por las calles, no lo podía creer. Algunos aplaudían este acto como simbolismo de anarquía. ¿Esto a que ayuda a la reconciliación nacional?
Son terroristas, sin duda alguna, lo son. La democracia ya se ha impuesto en nuestro país, una democracia que muchos lucharon, muchos murieron en el intento de recuperarla y ahora que vivimos en ella, aun así hay ciertos grupos que no quieren vivir en ella, la anarquía no cree en las instituciones gubernamentales.

Los desmanes de ese mismo día, la mayoría de los detenidos fueron menores de edad. ¿Por qué lanzan piedras, por qué se encapuchan? Quizás es mucha la televisión que vieron cuando niños, muchas películas de guerra. Nosotros somos hijos de las movilizaciones, no de la dictadura. Lanzar piedras, no va a ayudar a cellar las heridas de hace tres décadas atrás. Hoy existe libertad de expresión, pero de manera sana no de esta forma. Liberando rabia, odio y por qué todo esto.

Siento que toda esta masa aprovecha las instancias para liberar su descontento con la sociedad en general. La democracia llegó, pero muchos sectores pobres, no salieron de la miseria. Estos escolares que reclamaban el once, seguramente no era por el golpe militar, sino era una ira con la democracia, una rabia que soslayaba todos los sentidos de la dictadura. Ellos aprovechaban la ocasión para demostrar que la sociedad actual está mal. De igual manera un partido de fútbol, un clásico por ejemplo, estas son las instancias en que la gente libera la rabia contra el sistema, que a pesar de estar en democracia, arrastra muchas cosas de dictadura.
Una economía privatizada, un sistema de organización de ciudad que tuvo su máximo esplendor en la dictadura, donde las periferias se transformaron en verdaderos guetos. Ahí se concentró el odio, las dificultades para surgir, donde eran oprimidos por el régimen militar y que luego, llegada la democracia, se vieron en las mismas condiciones de no poder surgir.

Son esas personas las que hacen que los días once de septiembre sigan siendo iguales cada año. Son esos jóvenes, cuyos recuerdos inexistentes de un 73, reviven siempre la violencia. Las historias que escucharon de sus padres, en aquellas épocas pasadas, estoy seguro que ya no existen. En sus drogadas mentes, a lo único que prestaron atención fue al odio, al sentimiento de que la torta se repartió mal antes y que aún sigue mal repartida. Ellos son los que se quedaron con las guindas de la torta. Los que no vieron ni sintieron el progreso en la dictadura, ni tampoco lo sienten ahora. Son un grupo estancado, impedido de surgir masivamente, el sistema no les permite eso.

A veces cabe a pensar que sus padres contaron bien la historia, que en los tiempos de Allende la educación era gratis, que en los hospitales podían ir todos a atenderse sin tener que dejar un cheque en blanco de garantía, que los niños podían tener un vaso de leche diario. Fueron aquellos tiempos, donde los que más necesitaban, tuvieron voz y voto, el gobierno los escuchaba y ponía atención a los que realmente vivían en malas condiciones. Porque para qué preocuparse de la gente que tiene plata, si total, los que tienen casi nunca les va a faltar. Sin embargo, la derecha se encargó de que sí les faltara, para que la preocupación y el descontento fuera masivo. Entonces, a mi parecer, caben dos posibilidades de lucha para estos onces de septiembre, el sentimiento de nostalgia de un pasado mejor o una guerra contra el gobierno democrático o a la política chilena que no los ha podido sacar de su estancamiento.

Yo, me quedo con las dos.

05 septiembre 2006

Aburrido
Vuelve a recordar, lo que olvidaste llevar.
Ven, jugando a abrazar el vacío.
Sobrevive, la última cerveza del refrigerador.
Y no hay nadie.
No hay nadie,
A veces, vienes y vas,
Como las olas del mar.
A veces crees encontrar, lo que en tus ojos perdiste
En nuestro rápido pasar.
Y crees que olvidaste recordar, fue más preciso llegar, abrazando al vacío
Viendo lo mismo, sangrando las mismas heridas, las mismas costras
Que alguna vez creíste borradas.
A tout le monde,
A los cercanos,
A los que estuvieron y los que creyeron estar, pero que en verdad fue por obligación.
A tous mes amis
Y los que lo supusieron también, a los que estrecharon las manos y nada recibieron.
A ellos y a los presentes.

Salud!

31 agosto 2006

Vetado

Eran celos, estoy seguro que los eran. Tenía la necesidad de correr, de perderme entre la multitud y entre todas las luces de neón que adornaban la puta ciudad. Estaba tan seguro que era ella, pero precisamente no estaba conmigo, era él quien completaba las horas vacías de su tiempo, el que no lo llenaba conmigo. “Imbécil”, pensé, “cómo fui capaz de que se me escapara de las manos”.
El cielo se empezaba a nublar y las primeras gotas del invierno comenzaban a caer sobre la gris ciudad. Yo, sólo quería desaparecer. No aguantaba este sentimiento, golpeaba las paredes y a la gente que pasaba a mí alrededor. De pronto, en una disquera sonaba a todo ritmo Careful with that Axe, Eugene de Pink Floyd. De apoco las cosas fueron más claras. Tomé el hacha de mi vecina. El resto es historia

28 agosto 2006

Relleno


Antes tomaba Free, no me acuerdo mucho pero me gustaba. Ahora soy adicto a la Coca, sí, a la Coca. No la puedo dejar, todos los días necesito tomar Coca-Cola, filo con la huevá anticapitalista. A veces creo que se me fue un poco a la chucha los ideales.
Descubrieron que Plutón no es el planeta más chico. Raro.
Todo relativo. Hoy anduve con creatividad, ahora no tengo ni un poco.
Cuando chico creía que podía volar. Sí, lo quería mucho, al puro estilo Peter Pan. Hice la prueba y me saqué la concha-de-su-madre y no pude volar, eso es lo peor de todo.

Llegaron unas cuarenta gringas de intercambio a la Universidad. La lluvia de Blondon y yo pensaba que las puras chilenas se teñían.

Iba en el furgón escolar y al lado mío una niña se puso a llorar. La radio, que por aquel entonces la más top era la Rock and Pop anunciaba una tragedia ultragrave. Yo, pendejo, no cachaba ni una. Le pregunté a la niña porque lloraba y me dijo que Kurt había muerto, algo sabía del weon, me dijo que de un tiro y listo.
Pienso en esa generación, la que Coupland le puso apellido, la X. Alabó y sigue alabando gurús muertos. Eran los post todo, odiaban todo, parece que tanto era su malestar que terminaron acabándose ellos mismos.

En la peatonal, tomaba y tomaba y no me hacían ningún efecto los tragos. Algunos tolleros más experimentados, me dijeron que era por el calor, la transpiración constante hacía que botara el alcohol. Raro, si es así, allá padecerían todos cirrosis.

Eran veinte textos distintos, y ninguno concordaba. Pensaba puras tonteras, entre ellas llegó una que me hizo darme cuenta que casi no tengo recuerdos de infancia, recordaré sólo hechos puntuales. En fin, el lugar donde vivía era muy anacrónico.
Harto árbol, uno que otro caballo y puras cosas así como se las deben imaginar.
Una vieja me leyó la mano y me dijo que me iba a desenchufar del mundo, que iba a salir del tiempo, onda desconectarme. Dijo que podía ser un accidente o una opción de vida, alejada de todo contacto con la gente.
No creo, puras hueás, si pasa mala cuea. Lo malo sería que me perdería de muchas cosas. Sí la gente creyera todo lo que le dicen, serían más imbeciles que personas.

Iba a subir un cuento, pero lo mandé a un concurso y la típica de esas cosas es que tiene que ser Inedito. Pfff, si no gano –que es lo más probable, porque siempre me llevo los premios de consuelo- lo subo. Si gano, me compro dos libros con el premio y el resto lo regalo a una institución o a un colegio pobre. Falta que la gente lea, pero cosas buenas. No estas tonteras de puro relleno…



21 agosto 2006

Yunkie


Hoy desperté sin recuerdos.
Vacío, con los ideales trizados.
Soñé que lo que tocaba se volvía polvo,
Que nada era eterno y una voz me decía que pronto
El mudo irá a caer, no le creí del todo. No ando por la vida creyéndome
Nostradamus, pero se repiten, una y otra vez.
Como las películas de reposición del Normandie, varias veces son las mismas,
Y la gente va igual.
A ver lo mismo.
A tejer los mismos diálogos inventados.
A ver películas malas, con vidas perfectas, atardeceres perfectos,
La mujer perfecta con el hombre perfecto, que al final terminan felices.
A veces, dan películas buenas, con hombres imperfectos, amores imposibles que no
Se logran, porque son imposibles, con atardeceres nublados y lluviosos y toda
Esa mierda santiaguina de la cual estamos todos enamorados al fin y al cabo.
Hoy me duche y no pude pensar en nada, era porque no tenía recuerdos.
La botella de vodka y prozac ahora me dan vueltas en la cabeza.
El agua cae sobre mi cabeza, y yo sin recordar nada. Al fin y al cabo, la ducha nos limpia. La verdad, yo no sé de qué me limpia a mi.

19 agosto 2006

El desagradable pero alucinante Pink Flamingos



Una película de cine de Culto, la que los artishtas ashi hablan de lo mejor que puede haber producido John Waters. Esta cinta de 1972, exacerba la humanidad llega a lo más repulsivo del hombre.

Hace tiempo fui a verla al Normandie y no pude contenerme las ganas de cerrar los ojos y no seguir viendo, las caras a mis lados eran completamente iguales y otros pocos – muy pocos – miraban fascinados uno de los tantos films prohibidos en la dictadura.
Ahora que la están regalando en el Cinemax – a altas horas de la madrugada – tenía la posibilidad de cambiar de canal.

Es una película de bajo presupuesto, donde los principales actores – un travesti, llamado Divine, que más que mujer o intento de ésta, parece payaso – luchan por ser más repulsivos y asquerosos del mundo, hay otra familia que lucha por ganarles. Pero no, quedan muy lejos de alcanzar a Divine e hijo.

En resumen de cuentas, es una película cerda, asquerosa, pero a la vez interesante en su propuesta. Llega a ser tan cochina que uno se asombra por la realidad. Fuerte. Más extremo aún es la escena final donde el travesti se come un mojón de perro. Según Waters, esta escena no estaba programada en la película, simplemente le nació al actor en el momento. Simplemente asquerosa. Pink Flamingos, lo mejor del cine de culto y bizarro.

Seguramente Cha la vio, si es así deja tu fucking mensaje.

09 agosto 2006

COMO SER UN GRAN ESCRITOR

tienes que cojerte a muchas mujeres
bellas mujeres,
y escribir unos pocos poemas de amor decentes
y no te preocupes por la edad
y los nuevos talentos.
Sólo toma más cerveza, más y más cerveza.
Anda al hipódromo por lo menos una vez
a la semana
y gana
si es posible.
aprender a ganar es difícil,
cualquier pendejo puede ser un buen perdedor.
y no olvides tu Brahms,
tu Bach y tu
cerveza.
no te exijas.
duerme hasta el mediodía.
evita las tarjetas de crédito
o pagar cualquier cosa en término.
acuérdate de que no hay un pedazo de culo
en este mundo que valga más de 50 dólares
(en 1977).
y si tienes capacidad de amar
ámate a ti mismo primero
pero siempre sé consciente de la posibilidad de
la total derrota
ya sea por buenas o malas razones.
un sabor temprano de la muerte no es necesariamente
una mala cosa.
quédate afuera de las iglesias y los bares y los museos
y como las arañas, sé
paciente,
el tiempo es la cruz de todos.
más
el exilio
la derrota
la traición
toda esa basura.
quédate con la cerveza,
la cerveza es
continua sangre.
una amante continua.
agarra una buena máquina de escribir
y mientras los pasos van y vienen
más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa,
dale duro.
haz de eso una pelea de peso pesado.
haz como el toro en la primer embestida.
y recuerda a los perros viejos,
que pelearon tan bien
Hemingway, Celine, Dostoievski, Hamsun
si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas
como te está pasando a ti ahora,
sin mujeres
sin comida
sin esperanza...
entonces no estás listo
toma más cerveza.
hay tiempo.
y si no hay,
está bien igual.
Charles Bukowski

05 agosto 2006


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Capitulo 7

Mientras iba bajando, el viento matutino me golpeaba suave en la cara. Hacía frío, las heridas en mi cuerpo me ardían y los huesos me dolían, cada paso que daba me hacía doblarme e cada vez más, en posición fetal. No había apuro, era sólo yo y el cerro, la calle y los árboles que la acompañaban. El cielo estaba celeste paquete de vela y los pequeños rayos del sol se asomaban tímidos por la cordillera, los pájaros comenzaban su sinfonía, esos cantos mecánicos que adornan las madrugadas capitalinas.
Me sentía solo, no había huellas a mis espaldas, ni autos, ni pájaros volando, ni muchos sonidos particulares. El silencio era un todo, un envoltorio, una esfera que me atrapaba y me aprisionaba. Un vacío que me perturbaba y me hacía sentir pequeño.

Cuando bajé del Manquehue, me percaté que estaba muy cerca de la casa de Andrea. Algo desde mi interior me impulsaba a ir. Tal vez no estaba, tal vez no perdía nada intentando verla, solo verla. No quería ser parte de su mundo, ni despertar la inocencia de su sueño. Pero me hacía falta, su mirada indiferente y su universo distante, ese que no podía llegar con nada. Ni siquiera ser su amigo bastaba, ya estaba muy lejos de poder serlo. Había un odio que nos separaba y nos hacía estar cada vez más ajenos, inalcanzables.

Su casa era como de dos pisos, un patio inmenso y unas rejas pequeñas. El auto de sus padres estaba estacionado. Podría ser fin de semana. La verdad, es que no tenía mucha noción del tiempo, tampoco que hora era. Miré alrededor y todo lo que había era calle y casas parecidas a las de Andrea, todas del mismo color y con autos casi similares. No había gente, era más fácil para mí pasarme.
Salté.

Su pieza daba al patio, pasé cuidadosamente por el auto, para no hacerlo sonar y llegué hasta su ventana. Estaba allí, dormida, lejos de todo el mundo, soñando con todos menos conmigo. Este era el sentimiento que me dominaba, el de no pertenecer. Ser parte de todos, pero sentirme lejos de todos. No poder tocarla me hacía enojarme más, pensar en el accidente, en José y en todas las cosas que habían pasado en estos días. Me sentía voyerista. Me sentí mal.

27 julio 2006

Charquicán


A veces, es difícil olvidar. Más difícil, es extrañar, sentir que lo que está cerca de pronto se vuelve algo cada vez más lejano. Inalcanzable.
A veces, es raro sentir cosas que uno creía perdidas, utopías. Esas sensaciones que parecieran desvanecerse entre los dedos, esconderse entre la niebla de la mañana.
A ratos, todo se aclara, como si la vida fuera más fácil de lo que todo el mundo lo pinta.
Todas las personas son excelentes consejeros de vidas ajenas, pero imposibles con la vida propia.
Me publicaron en un diario de la quinta región. Creo que es una de las sensaciones de felicidad más prolongadas que he tenido últimamente. A ratos, entiendo a los hombres renacentistas, esos que buscaban trascender. En parte eso es lo que quiero, que lo que escribo la gente lo lea, se emocione y se cautive. Que sienta muchas veces las cosas que evoco al escribir, cosas que van, de a poco, formando realidades imaginarias.
Quisiera, a veces, desaparecer por algunos segundos y mirar todo de otra perspectiva. Como cambiar de encuadre, pasar a otro plano y fijarme en todos los detalles que muchas veces paso de largo.

Me gustaría escribir cosas más producidas, una novela. No sé algo que pueda contar, una historia, una vida. Que la gente se identifique, que la gente me lea.


Siempre se viene a mi mente una frase que no tiene ni pies ni cabeza: Lagunas eléctricas en mis desiertos mentales.
Jamás le he encontrado un significado, creo que la soñé, no sé. Lo dejo al gusto del consumidor.

24 julio 2006

Uno de los chicos de Paniko , Remiso, está haciendo un Documental sobre la gente que tira los fuegos artificiales en el puerto de Valparaiso. Se ve bien interesante el proyecto que, si no me equivoco, está casi listo. En su blog pueden encontrar más cosas sobre Obreros del fuego.


Acá les dejo un video que hice para la U, junto con Italo y Maka -Harto rato editando algo de 4 minutos, imaginense el de Remiso-. Es un cortometraje, espero que les guste. Cortometraje!

17 julio 2006

poema antiquisimo, como del 2001. Hace tiempo que no escribo poesia, ahora la lei y fue extraño.

Fugaz.
Como estrellas itinerantes,
Que efímeras en su vuelo pasaron.
Fueron horas cortas de rápidos atardeceres.
Que como cigarros fumados,
Duraron solo minutos.
Perdidos
Los gitanos en las carreteras,
Trazando líneas en el mar,
Buscando rutas paralelas
Que con el viento se han de borrar.
Caminan
Paralelos a este mundo,
De magia y misterio,
Para terminar siendo como las nubes,
Que nunca están en un mismo lugar...

12 julio 2006

De esos cuentos que salen así de repente, quiero dejar de hacer historias cortas. Quiero hacer algo más producido. Saludos a los que leen...



Deja Vu


Era el tercer cigarro que me fumaba, quería acabar luego la cajetilla de Lucky Strike. Estaba añeja, no sabía cuanto tiempo llevaba ahí. Quizás una semana, quizás más. Mientras le pegaba la última calada al cigarro, mi celular sonó.

-¿Aló? Pregunté

-Wena hueon, hace tiempo que no te veo. ¿Juntémonos? Respondió la voz del otro lado del auricular. La verdad, no tenía ni la más mínima idea de quien era.

-No sé, no tengo muchas ganas de salir.

-Ven po hueon, no te amariconí. Está el Nico, el Flaco y los de siempre.

-Ah, ¿Mauricio? Creo que ya sabía con quien estaba hablando.

-Y con quien mas po hueon. Ya, ¿vienes? para ir a comprar al supermercado antes que lo cierren. Te espero en mi casa.

-Ya, voy para allá.

-Ok, Chao.

-Chao.

Mauricio es un chico de Calama que llegó hace poco a Santiago. Estudia Odontología en una Universidad Privada y se la pasa toda la semana estudiando los dientes de un cráneo que su papá le mandó del norte. Según él, se lo consiguió por ahí. Según yo, lo compró en el cementerio de allá de Calama, en esas fosas comunes, donde echan a todos los vagos o los muertos que nadie quiere.
Es buena gente, es que primera vez que me llamaba para salir a carretear. Nico lo hace generalmente o Matías en algunos casos. Pero esta la primera vez que él lo hacía.

Apagué la colilla del cigarro, que ya estaba empezando a quemarme los dedos. Dejé la guitarra a un lado, antes que de me sonara el celular estaba tocando cualquier estupidez. Siempre cuando toco o pienso en tocar algo, se me olvidan todas las ideas de la cabeza, las composiciones. Siempre tengo sinfonías en la mente o se me ocurren melodías, pero no sé como llevarlas a la guitarra. Así nunca se puede lograr nada, como cuando era chico y lograba hacer algo que el resto no podía, al momento de mostrárselo a todos los espectadores nunca resultaba. Al final, era tanto el nerviosismo, que tenía que pedir que no me miraran para poder hacer la gracia.

Me levanté de mi cama, pesqué la chaqueta de jeans, la que estaba bien gastada y llena de parches y saqué la bufanda de los cajones de la cómoda. No sé porqué, pero decidí dejar la billetera en la casa con el carné y todos los documentos. Si me lo pedían los carabineros, seguro me iba detenido y de ahí un buen hueveo para que me sacaran. Por lo menos, toda una noche dentro o a lo mejor menos si mis viejos despiertan y van a la comisaría a sacarme.

Tomé las llaves y salí de la casa. Mauricio vivía a tres cuadras, así que me puse a caminar. Saqué el penúltimo cigarro de los Luckys y lo encendí. Hacía frío y el cielo estaba muy cerrado. Se podía ver, a ratos, la luna en la lejanía. Estaba rosada, como el sol cuando atardece. La calle estaba vacía, no había ninguna persona alrededor que me molestara pidiéndome fuego o plata. La vereda y todo el resto del lugar, hasta las rejas de las casas, era mío. Mi territorio.

Estaba algo distraído, pensando en que tenía que comprar cigarros y tratando de terminarme los que me quedaban. Cuando por la calle cruzó un tipo de no más de diecisiete años, estaba asustado y caminaba rápido, me miró y siguió su camino por la calle principal. No le tomé mucha importancia, así que me puse a mirar el suelo como de costumbre. Salí del pasaje de mi casa y doble por la calle principal, iba escuchando un bullicio poco particular que se acercaba lentamente. La curiosidad me mató, miré al frente y me encontré a unos cien metros con unos veinte flaytes, quizás eran más. Uno me señaló y empezaron a caminar hacía mi. Me di media vuelta y me puse a caminar en dirección a mi casa nuevamente. Cuando doblé, nuevamente por mi pasaje, sentía que venían siguiéndome. Ahora ellos eran los dueños de la calle, se apoderaban de todo lo que estaba a su alrededor, se llevaban cuanto cruzara a su paso.

Corrí desesperado, pensaba en no mirar hacía atrás pero la duda era más grande. No había nadie, pero igual tenía miedo.
Llegué a mi casa y saqué las llaves de mi bolsillo para abrir la reja, estaba tan nervioso que no le achuntaba a la chapa, se me resbalaron y cayeron. Las recogí, cerré los ojos, respiré profundo, logré abrirla.
Me quedé en la entrada esperando que pasara algo, que llegaran hasta mi casa y me dijeran algún par de puteadas. El cigarro aún no me abandonaba, le quedaba un poco menos de la mitad, así que me puse a fumar para relajarme. Pensaba en el grupo de flaytes, la imagen se me venía a cada rato a la cabeza, el tipo apuntándome y toda la tropa siguiéndome.

De pronto, escuché un balazo que rompió todo el silencio de la noche, el ruido se prolongó por un rato, se iba expandiendo el sonido por el cielo oscuro y gris. Luego vino otro y pasó lo mismo. Mi corazón estaba a mil, mis manos transpiraban helado y me daban escalofríos. Con los dos disparos me había pegado un salto. Apagué el cigarro y comencé a escuchar, a lo lejos, el ruido de una moto. Ese ruido entrecortado que tiene el tubo de escape, el característico de las motos de carabineros. Luego se sentían dos, después tres y así iban componiendo una sinfonía, como las de mi cabeza.

Entré a mi casa asustado, tome la guitarra nuevamente y traté de tocar. No podía, el miedo se había apoderado de mi, estaba temblando entero y tenía un nudo en la boca de estomago. En eso, el celular suena nuevamente.

-Oye hueon ¿vas a venir o no?

-No puedo, no me dejaron. Respondí con la voz algo cortada.

-Y porque, que huea te pasó.

-Nada, mañana tengo hora al Oftalmólogo, seguramente me van a cambiar los lentes. Ahora estoy viendo como el pico. Además, la hora es a las ocho de la mañana.

-Puta hueon, a vo no más se te ocurre pedir horas tan temprano. Cagó tu viernes, no vai a poder salir.

-Para que veas.

-Ya, cuídate. Nos tomamos las chelas por ti. Chao.

-Ok. Chao.


Ahora el nudo del estomago se me había pasado a la garganta, no sabía si llorar o ponerme a gritar. Estaba desesperado. Lo que pasó en la calle después que me entré era un misterio. Pero era fácil de imaginar, como cuando uno sabe el final de la película. En mi mente, era poner play y tenía todas las imágenes de los que había pasado después. Tenía miedo, no quería volver a salir a la calle. Me di cuenta que Santiago es tierra de nadie, es como el Far West. Pero Clint Eastwood no era el protagonista, éramos nosotros los que salen todas las noches a jugar a los vaqueros, a correr el riesgo de que algo malo nos pase. Sonó el celular nuevamente.

-¿Aló? Pregunté.

-Soñé contigo, me acabo de despertar transpirada. Súper cansada.

-¿Que soñaste?

-Que te perseguían, que mirabas hacía atrás y un millón de cosas corrían detrás de ti. Tenías miedo, corrías tanto que te perdías en la oscuridad de la noche.

-¿Enserio?

-Sí, fue atroz, desperté asustada ¿Estás bien?

-Aló, ¿Estás bien?

-Aló ¿Estás ahí?

Luego, corté.

07 julio 2006

Solar, banda ya extinta. Bueno este es un perfil de Fabrizio Copano, buena onda, pensé que me iba a costar más, vale.

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El talento puede ser todo:

El periodista más joven de la televisión chilena

Hoy en día decir el apellido Copano, puede sonar a marca registrada, como a empresa de tallarines o de algún emporio italiano. Fabrizio, después de la Kristell, es la persona más joven de la televisión chilena. Divide su tiempo entre el colegio y los medios de comunicación, lo que es casi, su segundo hogar.

Sebastián Fuentes.


Cursa cuarto medio en el colegio Alcántara Cordillera, en la comuna de la Florida. Para Fabrizio ir a clases es solo un tramite, como ir a pagar el agua. Pero aún así se lleva bien con su curso, ellos lo encuentran un poco introvertido, pero es él, por lo general, quien hace las clases más divertidas, con su humor un poco despectivo. Pero no les importa, total, Copano sale en televisión.

Es un buen amigo y lo consideran un excelente consejero sentimental, no significa que haya vivido mucho o haya tenido muchas pololas, al contrario. No se caracteriza por ser el chico popular, no carretea mucho con sus compañeros, porque los encuentra “algo vagos”, no se pesca a cualquier mujer que se le pase frente a su camino, es más bien un buen chico con un humor diferente.

Nadie dijo que el colegio era fácil, ni mucho menos cuando tu rostro y tu voz aparecen constantemente en la televisión o en las radios. Muchos compañeros lo encuentran un imbecil, pero Copano sabe como molestarlos y convertirlos en el hazme reír de los pasillos del colegio.
Por las mañanas, lo pueden ver leyendo el diario o algún libro de turno. No tiene muchas habilidades para las ciencias y mucho menos para las matemáticas. La verdad, es que poco le interesan esos ramos. Siente que la educación está mal planteada. Por lo tanto, tampoco se deprime o cree que tener malas notas, signifique un futuro en la pobreza, o ser estupido. “Hay gente que tiene otros talentos, pero el colegio mide algunos y mide conocimientos que no todos queremos o necesitamos tener”

Ahora, el tiempo lo divide entre el colegio, amigos y el nuevo programa que alrededor de un mes estará en las pantallas de Chilevisión, será el jefe de guiones y su hermano hará de panelista. Ver el mundo de otra manera, con gracia, es su cotidianidad. Nadie se salva de no ser molestado, ni siquiera sus profesores en el colegio, por este chico que pocos conocen. Pero que a estas alturas su apellido ya suena a marca registrada.

Cuando creía que Batman existía

Fabrizio Copano, desde su casa, veía el programa CQC de Argentina. Junto con su hermano, Nicolás, y su Padre, no se perdían ningún capitulo de este irreverente programa. En Chile, no había nada similar en la televisión nacional y tampoco se pensaba traer algo parecido. Mientras tanto, por el año 2001, Fabrizio solo se podía conformar con las imágenes que venían desde el cable.

Un año después, los rumores de que el programa de Mario Pergolini venía a Chile, eran ciertos. Por ese entonces, Copano tenía solamente 14 años y su hermano Nicolás 16. Era tanto el fanatismo de estos dos, que este último se consiguió el mail de Nicolás Larrain, conductor del futuro programa chileno, y le propuso hacer los top five que grababan rústicamente en su casa. Trato hecho, el segmento era de ellos.

Por esas cosas de la vida, Nicolás se enfermó y no pudo ir a dejar los videos. Así que mandó al hermano chico. Fabrizio cuando veía el programa pensaba “Están buenos los top five, pero malos los chistes”. Esta era su oportunidad, junto con los videos, agregó los comentarios que debían hacer en el estudio.
A los tipos del programa les había gustado, así que durante alrededor de dos meses escribió los chistes para el show.

El CQC además estaba coproducido por Edu producciones, propietaria del canal Vía X. En este canal, había un programa llamado El interruptor, quien lo animaba José Miguel Villouta, el cual estaba muy interesado en estos dos jóvenes. Los contactó y comenzaron a hacer un segmento, que se llamaba el Comentario Teen. Según Fabrizio “Era más que nada pura basura, pero nos sirvió para aprender como funciona todo adentro, en la televisión”.

Por su parte, Nicolás había quedado en la mítica Zona de Contacto del Mercurio y como es típico de la Zona, habían hecho un asado. Para no ir solo, invitó a Fabrizio, cómo este último no se perdía casi ningún evento del hermano, lo acompañó.
De aburrido y mientras todos estaban atentos a comer carne y hablar cosas que a él no le interesaban, comenzó a molestar a los guardias a caballo del parque en donde estaban “Andaban a caballo y eran como gays” señala. Luego comenzó hacer una rutina y ya tenía a todos lo del team de Mercurio muertos de la risa.
A la semana lo llamó Marcelo Ibáñez, editor de la zona, más conocido como Barry, pidiéndole que se integrara al espacio del diario. A los pocos días ya tenía escrito 5 artículos, según él “dos serios y el resto, puros chistes. Aun así, los serios eran sobre guionistas de comics, así que tampoco muy serios”.

Paralelamente, Sergio Lagos invitó a los hermanos Copano, por el comentario teen, a su programa de la radio Rock and Pop, Ciencia Ficción. Mientras esperaban, en los pasillos se encontraron con Claudio PSX, conductor de varios programas de la radio Fm Hit, quien los había visto en muchas oportunidades en el Interruptor de Villouta. Claudio les ofreció hacer un segmento llamado “lo peor de la semana” y de ahí, Nicolás pasó a ser asesor creativo de la Rock and Pop y Fabrizio de la Fm Hit.

Pasaban los años y desde que habían partido grabando los top five del CQC, pegados al televisor de su casa, con el video grabador todo el día encendido, ya se veían distantes. Ahora la gente los comentaba y los leían en la zona de contacto, que con el tiempo había dejado de ser un suplemento de la revista Wikén y tomaba otros aires más modernos, pasaba al Internet.
Con eso, el segmento de Fabrizio, tonto por un día, se popularizaba. Sus articulos, mezclados con ficción y el acontecer nacional, eran del gusto de los jóvenes. Por otro lado, Nicolás escribía una columna sobre televisión. Fue así como los de Chilevisión se interesaron para hacer un segmento en el programa de Leo Caprile, Rec.
“Se iba Lasalvia y nos habían recomendado. Así que hicimos un piloto y salió el informal”. Segmento en donde hacía de un irreverente notero cuyo objetivo principal era hacer reír y tomarse la política, farándula y las cosas importantes de Chile con humor.