30 enero 2007

Tercera Parte



Sin darnos cuenta habíamos llegado a la discotheque donde pinchaba discos Simón. Estábamos afuera de la Andrógenos, no era top pero tenía su estilo particular. Las luces de neón le daban todo el toque necesario para parecer un antro de mala muerte.


El dueño, Lucas Milosevich, era un exiliado de la antigua Yugoslavia, la de Tito. Llegó a Chile a fines de los setentas y se instaló en plena Plaza Italia, donde por aquel entonces se movía de todo a oscuras. Trajo consigo a un par de niñas rusas que servían de prostitutas en el local, servían comida de día y su cuerpo se regalaba por unas piscolas de noche.

Los personajes más distinguidos del mundo político iban al lugar, ahí se les atendía bien y todo quedaba en secreto, tenía dos entradas con estacionamientos. Varias veces fue allanado, pero las influencias corrían por ese entonces, los brazos derechos del dictador funcionaban a la perfección. Eso sí, las salvadas de pellejo a Milosevich le costaban caro, la coca corría por cuenta de la casa.


Todo se acabó cuando llegó la rumana, según el dueño, que es amigo íntimo de Simón, le había contado que era preciosa, su figura era digna para una miss mundo, sus ojos verdes agua dejaban a todos los clientes vueltos locos. Hacía un par de topless los días jueves y el local se llenaba, era un éxito total esta mujer.


Un día, cuando le tocaba atender al público, le ofrecieron un trago. Ella como de costumbre aceptó, era la norma implantada en el local “Siempre una buena atención”. Se sentó junto al tipo y conversaron una media hora, la piscola de la rumana se la había tomado completa, pero no sabía que iba a ser la última.

Luego pasaron al privado y ahí jalaron un poco de coca. Luego se envolvieron en el sexo, después ella quiso cobrarle el servicio, pero el optó por dejarse caer a golpes. Le tiró acido en la cara y le hizo puré el estomago a puñetazos. Cuando agonizaba la violó, esta vez fue distinta a la primera, la amarró y le metió una botella de cerveza por la vagina. Cuando ya no daba más, la ahorcó con el cinturón. Fue tanta la rabia que tenía este hombre por la droga que se durmió al lado de ella.


Al día siguiente fueron encontrados dos cuerpos en una cama con las sabanas cubiertas en sangre. Él murió por sobredosis, ella por un macabro homicidio. El incidente pasó a mayores, la prensa sensacionalista llenó las portadas de los diarios. El tipo que había muerto era el dueño de las empresas Fürteck, una de las más importantes en la venta de insumos eléctricos. Fue uno de los tantos que ayudó al gobierno a sacarlos de la crisis que estaba sobrellevando el país.


Lucas tuvo que cerrar, estuvo en la cárcel un par de años y luego abrió a principios de los noventa. Su error fue ponerle el mismo nombre al local. El Andrógenos tenía su historia, las generaciones pasadas sabían lo que había ocurrido en el lugar, la sangre todavía se palpaba en las paredes. Los que llenaban ahora el lugar eran solo adolescentes que no tenían ni la más mínima idea de lo que era la muerte, a ellos no les importaba nada, con suerte sabían quien era el presidente. Eran adictos al televisor y al computador. Eran vagos en una red de información.


-¿Andas con los free pass que te pasó el Simón? Preguntó el Flaco mientras cerraba el auto.


- Eso da lo mismo, es cosa de decir que lo conocemos y listo. Respondí.


Cruzamos la calle y llegamos a la entrada.

Un gorila de dos metros que hacía de guardia custodiaba la puerta. Usaba una polera apretada y sus músculos parecían estar inflados con helio. De su oreja colgaba unos audífonos por los que recibía órdenes en código. Si tuviese que pelear con alguien, definitivamente no sería con él, parece sacado de la lucha libre, al puro estilo todo vale.

23 enero 2007

Segunda parte







Sábado por la noche, las luces iluminan Santiago. Desde acá arriba todo se ve tan pequeño, puros puntitos de distintos colores, los autos se pasean de un lado a otro y se pierden por las calles más pequeñas. Parecen venas por donde circula sangre, nosotros tan solo somos simples microbios de esta ciudad. Las máquinas de metal, las micros, gritan, rugen y aceleran el paso. Santiago pareciera que tuviera vida propia, que respirara.


En este mirador todo se ve tan indefenso, tan frágil. Es rico estar acá arriba, es como sentirse dueño del mundo. Soy el marqués de Santiago, es mi territorio, soy invencible.


A mis espaldas estaba el Flaco Quezada junto con el Negro Arregui. Escuchaban música del auto y se tomaban unas piscolas mezcladas en una botella de Coca – Cola. Sonaba un blues de Jimmy Hendrix. Cantaba con su voz particular, definitivamente era mejor para la guitarra. Well, she's walking through the cloud, with a circus mind that's running wild. Se podía sentir a través de los parlantes de la radio.



- Este loco la lleva. Comentó el Negro Arregui.



- La llevaba huevón, está bien muerto, como casi todas las estrellas de los años sesenta y setenta. Respondí.



-Me quedo con la Janis Joplin, cantaba como negra, se empelotaba y además tocó en el Woodstock. Volada como nadie, parecía estupida como se movía, pero lo hacía bien. Agregó el Flaco Quezada.



- También está muerta, como lo está Kurt Cobain, John Bonham, John Lennon, Jim Morrison y puedo seguir hasta que me aburra. Respondí.



-Cuál es tu manía por arreglar todo, si sabemos que está muerta y todos ellos también. Además Cobain es Grunge y es de los noventas, nada que ver con la conversación. Respondió el Flaco.



El Flaco es de esos tipos que están todo el día tocando guitarra, pasa sacando canciones antiguas y todavía no consigue una banda para poder tocarlas. Sus viejos siempre le prestan el auto y como nos conocemos desde niños - de cuando íbamos al colegio, igual que con el Negro – nos tienen confianza, por eso siempre lo dejan salir con nosotros. Tiene la espalda llena de tatuajes y su mamá no sabe que los tiene. Hace un par de meses atrás se hizo un Bob el constructor en la pantorrilla, ese monito que sale en la televisión. Estaba curado y le pidió a un amigo que se lo hiciera. A veces, cuando anda con shorts, se puede ver a Bob moviendo la pala de arriba para abajo, cada vez que el Flaco aprieta el músculo cuando pisa.



Pololea hace como tres años con la misma mina, según él fue amor a primera vista. No creo que eso exista. No puedes conocer el amor si no has visto realmente como es la persona por dentro, esa frase es un cliché antiguo, típico de enamorados.



… It's alright, she says it's alright,take anything you want from me, anything. Fly on little wing.



La canción de Hendrix terminaba y eso era señal de que debíamos partir. El Flaco prendió los motores y echó el auto a andar. Nos subimos todos adentro y volví a mezclar el pisco con la Coca – Cola en la botella. Me sirvo un par de tragos. Este me quedó cabezón.



Íbamos cuesta abajo y por detrás nos pasó un Peugeot 306 azul marino. Adentro de él habían cuatro minas estupendas, todas vestidas de la misma manera, escuchando a Shakira a todo volumen. El Flaco aceleró y quedaron los dos autos a la par, el Negro les tiraba besos y ellas respondían con sonrisas. Semáforo. Rojo.



- ¡Somos las reinas de la noche! Gritaban.



- ¡Son unas maracas! Respondió el Negro muerto de la risa.



- ¡Y tú lo tení chico! Respondieron en conjunto las mujeres.



Risas en general.

El Negro se puso morado de la vergüenza.



El Negro nunca ha tenido polola, puras amigas con ventaja. Dice que se ha acostado con más mujeres que Hugh Hefner. La verdad es que nadie le cree, el negro no salva a nadie conquistando al sexo opuesto. Llega a las fiestas y lo único que habla es del fútbol, de la liga que juega los viernes en la noche después de las clases en la Universidad, del Heavy Metal y su fanatismo por Ozzy Osborne, de la uñeta que le regaló Zack Wilde, el guitarrista de Ozzy y nada más. Siempre anda con una mochila en la que guarda cds pirateados de sus grupos, por lo general nadie conoce lo que escucha y se cree la raja por andar vestido de negro cuando hacen treinta grados de calor en el verano. Pasa metido en las tocatas de metal y siempre llega con un moretón nuevo que se gana en los slam que se arman cerca del escenario. Es conocido en el circuito de las bandas underground y siempre tiene algo que hacer en algún bar de Santiago Centro, lo han echado tres veces de la Batuta en Ñuñoa por agarrarse con los guardias. Su vida gira en torno a la música.



Luz verde. El Flaco pone el pie en el acelerador a fondo, las mujeres del Peugeot se quedan atrás. Vamos a cien kilómetros por hora, ciento veinte, ciento treinta, el auto empieza a temblar, el manubrio tirita.



-¿Han pensado alguna vez en el destino? Pregunta el Flaco.



-No me lo he preguntado nunca, ¿pero a que viene el tema? Respondí.



- ¿Estaremos destinados a morir hoy, esta noche? Respondió con las manos al volante, mirando fijamente al horizonte. Las luces a los costados eran como luciérnagas que pasaban rápido, como una foto con las luces todas corridas.



El negro ahora tomaba de la botella y prendía un cigarro. De su mochila sacó un casette y de la radio comenzó a sonar Steel Dragon, una banda ficticia que sonaba en una película del año 2000, Rockstar. Por ese entonces todos soñábamos con tener una banda y esta película hablaba de eso, de la vida desenfrenada de los músicos y como cumplían sus sueños. Tenían todo, mujeres, drogas y lo mejor, Rock. Después de esa película, formamos una banda que duró todo el tiempo que estudiamos en la media del colegio. Nos graduamos y nos cortamos el pelo, dejamos las guitarras y las baquetas por los libros. El sueño de ser una estrella de rock lo cambiamos por ser profesionales y por ganar plata haciendo otra cosa.



Los riffs de las guitarras quebraban el silencio de la noche, la música adentro del auto estaba por hacer explotar los vidrios.



A runaway was found today/ Dyin' in the alley /He didn't have a name, a number or a home /They found him cold as ice /He was feelin' no pain.

La voz de Jeffry Scott Soto, el vocalista de la banda, era única, sus gritos altos y su voz áspera, como si hubiese estado fumado desde los trece años eran imparables.



-¡We are more wasted generation! Gritábamos dentro del auto.



El Negro estaba callado, dándole grandes caladas al cigarrillo, sólo se dedicaba a tener la cabeza fuera del auto, sintiendo como el viento le golpeaba fuerte en la cara.



-¿Y si está escrito que hoy tenemos que morir? Seguía el Flaco.



-Eso no lo puedes saber. Respondí.



-¿A no?



Aceleró aún más. Pasamos un semáforo en rojo, luego otro. Después se detuvo en el próximo, los pitazos de los autos se podían sentir a lo lejos.



-Parece que esta no es la noche en que el destino nos jugará una mala pasada. Habló el Negro casi transpirando de los nervios.



- Díganme Eliseo, Eliseo Salazar. Sonreía el Flaco por su proeza.



-Buena po Elifeo. Respondí en tono de burla.



Después de eso, se ganó una golpiza de parte del negro, estaba casi llorando por el susto que había pasado. Yo no sentía nada, estaba ido, me sentía aún más el dueño del mundo. Desafiamos al destino y le habíamos ganado.

17 enero 2007

Primera Parte

"Si estoy demasiado asustado para usar mis poderes,
entonces no me los merezco" ~ Hiro Nakamura


Domingo por la mañana y el sol me llega en plena cara, olvidé cerrar las cortinas la noche anterior. Me queman los ojos, me arden. El olor en mi pieza es putrefacto, olor a encierro y a licor fermentado. Tengo la boca seca y áspera, la sed me va a obligar a levantarme al baño.

Me siento en la cama y un indio me clava un hacha en plena cabeza. La siento partida por la mitad, como las sandias en el verano, en las ferias, con toda su pulpa roja al sol, calentándose, llena de avispas y moscas.
Lo mío es lo mismo, pero la pulpa de mi cerebro va a salir en cualquier momento por las cuencas de mis ojos. Está todo que explota por acá adentro.

Camino al baño y la casa está en completo silencio, mis padres y mis hermanos debieron haber salido a comprar algo para el almuerzo. Me tambaleo un poco, aún estoy mareado y el alcohol no se diluye en la sangre por completo. Abro la puerta del baño y ahí está fresquito, es increíble como las cerámicas conservan el frío. Hoy por lo visto el espejo no será mi amigo, no me reconozco, siento toda la mandíbula dormida, sonrío y me pego cachetadas. No siento nada. Me pego un combo y ese lo siento, no estoy tan mal después de todo. Echo a correr la llave del lavamanos y pongo mi cabeza al lado del chorro de agua, me relaja. Tomo agua, litros y litros y siento como va corriendo por mi pecho hasta caer como una bomba por mi estomago vacío. No se me quita el dolor de cabeza.

Simón una vez me dijo que la solución para la resaca era tomarse una chela por la mañana y santo remedio, sigues como si no hubiese pasado nada todo el día. Simón es de esas personas que saben de lo que hablan, es Dj de una de las Discotheque más top de Santiago. Está todo el día con unos audífonos pegados a las orejas, son gigantes, parecen dos entre paréntesis en cada lado. Usa poleras y camisas apretadas, medias transparentes y no suelta el agua mineral.

Se la pasa todo el día escuchando Techno, House y Acid músic, las dos últimas no sé que mierda son, pero dice que en Europa es lo que está pegando. Simón se fue a España el año pasado y llegó con toda la onda electrónica, se cree la raja porque estuvo allá. Yo pienso que es un imbécil. España está llena de chilenos y esos aires intelectuales con los que llegó me apestan, no por irse a la madre patria va a ser más inteligente, la única diferencia es que habla con zetas y escucha música como enfermo.

Me dijo que el carrete allá no se compara con el de acá, en Ibiza que es una ciudad muy cool de España, está llena de turistas de todo el mundo y que la mayoría se mueren por conocer latinos y que hay un montón de lugares donde tocan la música que él pone en los carretes. Según él, se hizo amigo de un ingles que era uno de los más famosos Djs de allá y lo dejo pinchar discos en el último día de su estadía en España. También dijo que se había pescado a muchas extranjeras por su acento y su pinta latina. Según yo, estuvo sentado todos los días de las fiestas, fumándose un pito. Eso sí, es enfermo de marihuanero, no sé como mierda pudo pasar tanta droga por la aduana, trajo una cuestión que se llama Skank - directa de Holanda- me dijo cuando la prendía, la probé y quedé como tonto, me había subido a un carrusel dentro de mi cabeza, me dio todo vueltas, pero eran vueltas ricas, como si estuviera subiendo al cielo. A las horas uno vuelve a la normalidad y da mucha hambre, ese es el problema, después no se quita con nada, el hambre no se quita nunca.

No le creo eso de haberse pescado a las minas, es rubio y de ojos azules, más blanco que una pantruca, no tiene por ningún lado el latino.

Simón es un chanta, además ahora le dio con ponerse piercing y hacerse expansiones, dice que es lo más top acá en Chile. Creo que es una tontera, todo el mundo anda con esos aros. Ahora todo es igual, desde la manera de vestirse hasta la música que se escucha, la gran masa juvenil es una mezcla de tres estilos y se mezclan, están los que escuchan reggaeton, que se visten casi igual que los hip-hoperos y los hardcores que se visten casi igual que los otros dos, pero con pinches y zapatillas de skates, se mezclan porque escuchan lo mismo de un grupo y otro. Un bodrio.


Me volví a mirar al espejo y tenía la cara deslavada, me la mojé un poco y nada, seguía con el mismo rostro de encañado. Las tripas me sonaban pidiéndome algo para comer.

Bajé a la cocina y abrí el refrigerador, estaba lleno de cosas para preparar, una mierda, si lo que quiero es comer altiro, puras cosas inservibles en estos momentos. Al fondo veo un pollo de la cena de anoche, lo saco y me lo como con las manos, adiós tenedores y cuchillos. Abro el friser y hay una cerveza helada, la lata de Heinekken me está esperando. Me acordé de las palabras de Simón y me la tomaré al seco.
Se me está revolviendo el estomago. Corro al baño. Vomito.
Vuelvo a la cocina y me preparo un café. Al seco de nuevo. Vomito otra vez.

-Maldita noche, juro que nunca más, nunca más. Pensé.

11 enero 2007

un cuento para los chicos que dieron la PSU el año pasado. Hay harta realidad, espero que se identifiquen.



Domingo:

No se por qué pero este día tiene la característica de ser triste, como un primero de Enero en donde todo el mundo se abraza a las 12:00 y juegan a destruir sus vidas para empezar un año “renovado”.
Hoy no es primero de enero, pero es domingo y eso es suficiente para que toda la nostalgia se acapare y me haga sentir mal.

He tratado todo el día de no pensar mucho y ahora, a las 10 de la noche, vuelvo a la rutina en la casa de un desconocido, amigo de un ex compañero. Veo caras conocidas y comprendo que hemos madurado un poco. La prueba que dimos hace cuatro días atrás pareciera habernos hecho madurar.
El tema aquí es bastante recurrente y poco original: “¿como te fue? O ¿Qué querí estudiar?”. Supongo que no quiero pensar mucho en eso, tampoco imaginarme de lo que será mi futuro, por ahora no.

Ya es bastante tarde y nos terminaron echando a todos de la casa donde estábamos por bulliciosos. Al lado mío está Patricio, un buen amigo que siempre está con su silencio apoyándome, creo que esa es su mejor arma.
Camino un poco más y me dan unas inmensas ganas de ir al baño y como en la calle no hay baños públicos, terminé meando en la fachada de una casa. Estaba bastante mareado como para pensar en esconderme detrás de un arbolito y hacer ahí todas mis necesidades. La casa era bonita, igual a la mía, idéntica a todas las casas de este barrio. Tenía todas sus luces apagadas y me hacia suponer que no había nadie. Patricio estaba un poco más lejos haciéndome señas que yo no entendía y tampoco le daba mucha importancia.
Para mi sorpresa llega el dueño de la casa, imponente sobre su auto, iluminándome la espalda y parte de mi cara.

-Que te pasa huevon, que te vení a mear en mi casa. Me dice sobre su auto, que ahora me había dado cuenta que era un yaris gris del año.

-Puta disculpa, pero no me di cuenta. Respondí

Trato de buscar a Patricio para que me ayude a salir de aquí, pero él ya estaba corriendo hace rato calle abajo. Sabía que estábamos en problemas y el Pato no me quiso ayudar, con su silenciosa presencia.

-Señor, sabe, me tengo que ir. Le digo en el tono mas infantil posible, hasta mi me parece algo absurdo.

-Tú pendejo no te vas para ningún lado, voy a llamar a los pacos.

Escuche la palabra pacos y tan solo atiné a correr. Supongo que di un poco de respeto, porque el caballero del auto ni se bajó para perseguirme. Corrí calle abajo y quizás un poco más, corrí como nunca antes lo había hecho, con miedo y rabia, rabia por encontrarme siempre solo cuando necesito a alguien. Alguien me grita entre unas ramas y la oscuridad de los árboles. Era Patricio.

-Oye maricon, porque no me avisaste.
- Puta huevon y que querías que hiciera, ¿que te gritara acaso?

-Mínimo po pelota, ahora seguramente el viejo llamó a los pacos y me tienen que andar buscando.

-Relájate, si no es para tanto.

Patricio siempre me pide que me relaje, Será porque nunca se mete en problemas y tampoco ayuda mucho cuando yo los tengo. Ahora me cuestiono si realmente vale la pena tener a alguien así como amigo, bueno lo conozco desde que entré al colegio y mi mamá lo odia, porque lo encuentra muy vago. Yo también tengo algo de vago en este momento, no sé como me habrá ido en la maldita prueba y tampoco quiero pensar en lo que venga después. No soy ni estudiante ni nada. Ahora me siento como una carga para el país y para esta sociedad.
El Pato no se preocupa nunca de nada, me ha dicho que quiere vivir con sus padres hasta los 35 y yo lo encuentro de lo más poco normal. Tampoco sabe que quiere estudiar, así que no sé que hará este otro año, supongo que seguir fumando marihuana con el bong que compramos en la gira a brasil o pasarse toda una semana en mi casa, sin impórtale que yo este. El siempre es el remplazo cuando yo no estoy, aunque mi mamá lo odie, le tiene cierto cariño. Total igual es mi amigo.

-Mira ahí va el auto del viejo. Me dice apuntando el yaris gris.

-Ya, mejor ándate a tú casa. Porque hoy no pienso prestarte mi cama para que duermas, llevas un mes aquí.

-Será po. Y se fue corriendo, como lo hace él. Todo deforme.

No me había dado cuenta, pero seguramente por instinto, había llegado a mi casa. Así que entre los más callado posible para no despertar a nadie.
Entro a mi pieza y veo un bolso sobre mi cama que me recuerda que mañana me voy a la playa con mis ex compañeros.
Abro los cajones y no hay ropa, tenía que plancharla. Veo la cómoda y me doy cuenta que tampoco tenía plata. Así que voy a tener que levantarme temprano para recordarle a mi mamá que mañana me voy.
Son las 4 de la madrugada, el tiempo pasa rápido cuando uno anda haciendo estupideces, y saco la plancha, la enchufo y me quemo la mano con la lata que deja la ropa estirada.
Las cosas no me pueden seguir saliendo mal, ha sido el peor domingo de todos.

Escrito el domingo 23 de diciembre del 2005

09 enero 2007

Llegué. La playa no fue igual que antes, nunca es igual. Pero esta vez fue todo distinto. Muchos juegos, pocas conversaciones, faltó hablar. Me vine, no quería pasar otra noche jugando cacho o tomando. Quería hablar, no se pudo. Fue distinto.

Pero a pesar de cruzar pocas palabras con mis amigos, los últimos cinco días que estuve lo pasé muy bien, converse como nunca antes lo había hecho, me reí, fui feliz.

Me luxé la nariz, tengo que verme un doctor, estoy preocupado, no pude arreglármela más y tú tampoco pudiste hacerlo y si hubieses podido, me daba miedo.

Te fuiste y quedé incompleto, me quedé callado, no había con quien hablar, te extrañaba.

No aguanté y me vine a Santiago, mi casa estaba vacía, me sentí solo, seguía sin hablar, extrañando. Contigo las cosas son distintas, de otro color.
Te echo de menos.