Treinta y tres y sacando cuentas
Sebastián Fuentes.
Estamos a treinta y tres años de uno de los sucesos que mas han repercutido en la memoria colectiva de los chilenos. El 11 de septiembre de 1973, el país se fracturó, se quebró en dos partes casi irreconciliables. Ese fue el día en que Augusto Pinochet – el general que todos conocemos – hizo un golpe de estado al gobierno de Salvador Allende, presidente socialista, quien alcanzó a gobernar solo tres años. Sin embargo, esta dictadura militar no contó con todo el apoyo nacional. La mitad del país, lo apoyaba y dentro de la otra mitad habían militares que no estaban de acuerdo con lo que implantaban los generales golpistas – que en ese tiempo no tenían nada de generales-, gente cercana a los partidos de izquierda y obviamente toda la unidad popular.
Desgraciadamente, muchas personas tuvieron que irse de Chile y no por gusto, sino que fueron los perseguidos politicos, los que sintieron y vieron el terror en verdaderos campos de concentración, como lo fue el estadio nacional. Se produjo un caos, el miedo era tan grande que padres acusaban a sus hijos de comunistas, hijos que entregaban a sus padres, familias divididas por ideologías, compañeros de trabajo que hacían de sapos, que apoyaban la dictadura y acusaban a sus amigos de “subversión”.
Nosotros que somos jóvenes, todo esto lo vivimos por relatos, historias que se fueron traspasando, algunos contaron la historia con odio, otros con recuerdos felices. Nuestra generación solamente tiene que formarse una opinión propia. La historia está escrita. Algunas personas dicen que los libros históricos los escriben los ganadores, como el caso mapuche con los españoles. Estos fueron escritos por los peninsulares, los europeos. Yo pienso que este trozo de la historia, a estas alturas, ya tiene de las dos partes y no existen ganadores ni perdedores, no se podría definir así un momento de nuestra historia que hasta la gente de derecha la recuerda como un momento de muchos errores y de sufrimiento.
Hace pocos días, la moneda volvió a estar en llamas. Mucha gente que estuvo dentro del palacio de estado, en el momento que fue bombardeado, vio esta escena, como una polaroid de recuerdos. Recuerdos dolorosos que la retina y la memoria no pudieron borrar. La gente que estaba marchando tranquila por las calles, no lo podía creer. Algunos aplaudían este acto como simbolismo de anarquía. ¿Esto a que ayuda a la reconciliación nacional?
Son terroristas, sin duda alguna, lo son. La democracia ya se ha impuesto en nuestro país, una democracia que muchos lucharon, muchos murieron en el intento de recuperarla y ahora que vivimos en ella, aun así hay ciertos grupos que no quieren vivir en ella, la anarquía no cree en las instituciones gubernamentales.
Los desmanes de ese mismo día, la mayoría de los detenidos fueron menores de edad. ¿Por qué lanzan piedras, por qué se encapuchan? Quizás es mucha la televisión que vieron cuando niños, muchas películas de guerra. Nosotros somos hijos de las movilizaciones, no de la dictadura. Lanzar piedras, no va a ayudar a cellar las heridas de hace tres décadas atrás. Hoy existe libertad de expresión, pero de manera sana no de esta forma. Liberando rabia, odio y por qué todo esto.
Siento que toda esta masa aprovecha las instancias para liberar su descontento con la sociedad en general. La democracia llegó, pero muchos sectores pobres, no salieron de la miseria. Estos escolares que reclamaban el once, seguramente no era por el golpe militar, sino era una ira con la democracia, una rabia que soslayaba todos los sentidos de la dictadura. Ellos aprovechaban la ocasión para demostrar que la sociedad actual está mal. De igual manera un partido de fútbol, un clásico por ejemplo, estas son las instancias en que la gente libera la rabia contra el sistema, que a pesar de estar en democracia, arrastra muchas cosas de dictadura.
Una economía privatizada, un sistema de organización de ciudad que tuvo su máximo esplendor en la dictadura, donde las periferias se transformaron en verdaderos guetos. Ahí se concentró el odio, las dificultades para surgir, donde eran oprimidos por el régimen militar y que luego, llegada la democracia, se vieron en las mismas condiciones de no poder surgir.
Son esas personas las que hacen que los días once de septiembre sigan siendo iguales cada año. Son esos jóvenes, cuyos recuerdos inexistentes de un 73, reviven siempre la violencia. Las historias que escucharon de sus padres, en aquellas épocas pasadas, estoy seguro que ya no existen. En sus drogadas mentes, a lo único que prestaron atención fue al odio, al sentimiento de que la torta se repartió mal antes y que aún sigue mal repartida. Ellos son los que se quedaron con las guindas de la torta. Los que no vieron ni sintieron el progreso en la dictadura, ni tampoco lo sienten ahora. Son un grupo estancado, impedido de surgir masivamente, el sistema no les permite eso.
A veces cabe a pensar que sus padres contaron bien la historia, que en los tiempos de Allende la educación era gratis, que en los hospitales podían ir todos a atenderse sin tener que dejar un cheque en blanco de garantía, que los niños podían tener un vaso de leche diario. Fueron aquellos tiempos, donde los que más necesitaban, tuvieron voz y voto, el gobierno los escuchaba y ponía atención a los que realmente vivían en malas condiciones. Porque para qué preocuparse de la gente que tiene plata, si total, los que tienen casi nunca les va a faltar. Sin embargo, la derecha se encargó de que sí les faltara, para que la preocupación y el descontento fuera masivo. Entonces, a mi parecer, caben dos posibilidades de lucha para estos onces de septiembre, el sentimiento de nostalgia de un pasado mejor o una guerra contra el gobierno democrático o a la política chilena que no los ha podido sacar de su estancamiento.
Yo, me quedo con las dos.
Estamos a treinta y tres años de uno de los sucesos que mas han repercutido en la memoria colectiva de los chilenos. El 11 de septiembre de 1973, el país se fracturó, se quebró en dos partes casi irreconciliables. Ese fue el día en que Augusto Pinochet – el general que todos conocemos – hizo un golpe de estado al gobierno de Salvador Allende, presidente socialista, quien alcanzó a gobernar solo tres años. Sin embargo, esta dictadura militar no contó con todo el apoyo nacional. La mitad del país, lo apoyaba y dentro de la otra mitad habían militares que no estaban de acuerdo con lo que implantaban los generales golpistas – que en ese tiempo no tenían nada de generales-, gente cercana a los partidos de izquierda y obviamente toda la unidad popular.
Desgraciadamente, muchas personas tuvieron que irse de Chile y no por gusto, sino que fueron los perseguidos politicos, los que sintieron y vieron el terror en verdaderos campos de concentración, como lo fue el estadio nacional. Se produjo un caos, el miedo era tan grande que padres acusaban a sus hijos de comunistas, hijos que entregaban a sus padres, familias divididas por ideologías, compañeros de trabajo que hacían de sapos, que apoyaban la dictadura y acusaban a sus amigos de “subversión”.
Nosotros que somos jóvenes, todo esto lo vivimos por relatos, historias que se fueron traspasando, algunos contaron la historia con odio, otros con recuerdos felices. Nuestra generación solamente tiene que formarse una opinión propia. La historia está escrita. Algunas personas dicen que los libros históricos los escriben los ganadores, como el caso mapuche con los españoles. Estos fueron escritos por los peninsulares, los europeos. Yo pienso que este trozo de la historia, a estas alturas, ya tiene de las dos partes y no existen ganadores ni perdedores, no se podría definir así un momento de nuestra historia que hasta la gente de derecha la recuerda como un momento de muchos errores y de sufrimiento.
Hace pocos días, la moneda volvió a estar en llamas. Mucha gente que estuvo dentro del palacio de estado, en el momento que fue bombardeado, vio esta escena, como una polaroid de recuerdos. Recuerdos dolorosos que la retina y la memoria no pudieron borrar. La gente que estaba marchando tranquila por las calles, no lo podía creer. Algunos aplaudían este acto como simbolismo de anarquía. ¿Esto a que ayuda a la reconciliación nacional?
Son terroristas, sin duda alguna, lo son. La democracia ya se ha impuesto en nuestro país, una democracia que muchos lucharon, muchos murieron en el intento de recuperarla y ahora que vivimos en ella, aun así hay ciertos grupos que no quieren vivir en ella, la anarquía no cree en las instituciones gubernamentales.
Los desmanes de ese mismo día, la mayoría de los detenidos fueron menores de edad. ¿Por qué lanzan piedras, por qué se encapuchan? Quizás es mucha la televisión que vieron cuando niños, muchas películas de guerra. Nosotros somos hijos de las movilizaciones, no de la dictadura. Lanzar piedras, no va a ayudar a cellar las heridas de hace tres décadas atrás. Hoy existe libertad de expresión, pero de manera sana no de esta forma. Liberando rabia, odio y por qué todo esto.
Siento que toda esta masa aprovecha las instancias para liberar su descontento con la sociedad en general. La democracia llegó, pero muchos sectores pobres, no salieron de la miseria. Estos escolares que reclamaban el once, seguramente no era por el golpe militar, sino era una ira con la democracia, una rabia que soslayaba todos los sentidos de la dictadura. Ellos aprovechaban la ocasión para demostrar que la sociedad actual está mal. De igual manera un partido de fútbol, un clásico por ejemplo, estas son las instancias en que la gente libera la rabia contra el sistema, que a pesar de estar en democracia, arrastra muchas cosas de dictadura.
Una economía privatizada, un sistema de organización de ciudad que tuvo su máximo esplendor en la dictadura, donde las periferias se transformaron en verdaderos guetos. Ahí se concentró el odio, las dificultades para surgir, donde eran oprimidos por el régimen militar y que luego, llegada la democracia, se vieron en las mismas condiciones de no poder surgir.
Son esas personas las que hacen que los días once de septiembre sigan siendo iguales cada año. Son esos jóvenes, cuyos recuerdos inexistentes de un 73, reviven siempre la violencia. Las historias que escucharon de sus padres, en aquellas épocas pasadas, estoy seguro que ya no existen. En sus drogadas mentes, a lo único que prestaron atención fue al odio, al sentimiento de que la torta se repartió mal antes y que aún sigue mal repartida. Ellos son los que se quedaron con las guindas de la torta. Los que no vieron ni sintieron el progreso en la dictadura, ni tampoco lo sienten ahora. Son un grupo estancado, impedido de surgir masivamente, el sistema no les permite eso.
A veces cabe a pensar que sus padres contaron bien la historia, que en los tiempos de Allende la educación era gratis, que en los hospitales podían ir todos a atenderse sin tener que dejar un cheque en blanco de garantía, que los niños podían tener un vaso de leche diario. Fueron aquellos tiempos, donde los que más necesitaban, tuvieron voz y voto, el gobierno los escuchaba y ponía atención a los que realmente vivían en malas condiciones. Porque para qué preocuparse de la gente que tiene plata, si total, los que tienen casi nunca les va a faltar. Sin embargo, la derecha se encargó de que sí les faltara, para que la preocupación y el descontento fuera masivo. Entonces, a mi parecer, caben dos posibilidades de lucha para estos onces de septiembre, el sentimiento de nostalgia de un pasado mejor o una guerra contra el gobierno democrático o a la política chilena que no los ha podido sacar de su estancamiento.
Yo, me quedo con las dos.
2 comentarios:
Plop...
Me sorprendiste bastante con lo que acabo de leer.
No hablas de política y "te quedas con las dos", pero percibo algo completamente diferente, veo a un Seba totalmente marcado por esto -no en tus vivencias, pero si una fuerte y diversa opinión familiar-, a un Sebastián con sus ideas bastante claras y un potente sentido de crítica, una crítica tanto para el gobierno como para la sociedad.
Creo tener muchos puntos que concuerdan con tu manera de pensar; yo soy parte de la generación que creció sólo con relatos del '73 y todo lo que esto significó, pero no creo que sea sólo la manera, la intención o como el relator vivió esta "historia", creo que es el mismo gobierno el que aporta a la creación de instancias para las diferentes manifestaciones que se han dado desde que se consiguió la democracia.
En fin, creo que el vandalismo ha sobrepasado la barrera de lo normal, aunque suene ilógico, creo que hasta para aquello existen límites, es decir, tiene que haber cierto nivel de violencia, de ilegalidad, de estupidez o de lo que sea, pero hay cosas que ya no se pueden tolerar. Para mi, el 11 de Septiembre y sus manifestaciones es una de ellas.
-No quiero tocar el tema después-
-Ambos somos nacidos en dictadura, y criados por gente que vivió con ella, pero no somos parte de ella, a pesar de que a veces creamos lo contrario-
Te quiero…
Aió!
Leyendo atrasadooo..
Y en todo caso creo que el país estaba quebrado, dividido desde mucho antes, hace mas o menos 34 años antes del golpe.
Ah!! Y hay que recordar que Allende también tuvo militares en su gobierno!!
Eso pos, está buéh como siempre..
Chau.Cuidate.PI
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