Segunda parte
Sábado por la noche, las luces iluminan Santiago. Desde acá arriba todo se ve tan pequeño, puros puntitos de distintos colores, los autos se pasean de un lado a otro y se pierden por las calles más pequeñas. Parecen venas por donde circula sangre, nosotros tan solo somos simples microbios de esta ciudad. Las máquinas de metal, las micros, gritan, rugen y aceleran el paso. Santiago pareciera que tuviera vida propia, que respirara.
En este mirador todo se ve tan indefenso, tan frágil. Es rico estar acá arriba, es como sentirse dueño del mundo. Soy el marqués de Santiago, es mi territorio, soy invencible.
A mis espaldas estaba el Flaco Quezada junto con el Negro Arregui. Escuchaban música del auto y se tomaban unas piscolas mezcladas en una botella de Coca – Cola. Sonaba un blues de Jimmy Hendrix. Cantaba con su voz particular, definitivamente era mejor para la guitarra. Well, she's walking through the cloud, with a circus mind that's running wild. Se podía sentir a través de los parlantes de la radio.
- Este loco la lleva. Comentó el Negro Arregui.
- La llevaba huevón, está bien muerto, como casi todas las estrellas de los años sesenta y setenta. Respondí.
-Me quedo con la Janis Joplin, cantaba como negra, se empelotaba y además tocó en el Woodstock. Volada como nadie, parecía estupida como se movía, pero lo hacía bien. Agregó el Flaco Quezada.
- También está muerta, como lo está Kurt Cobain, John Bonham, John Lennon, Jim Morrison y puedo seguir hasta que me aburra. Respondí.
-Cuál es tu manía por arreglar todo, si sabemos que está muerta y todos ellos también. Además Cobain es Grunge y es de los noventas, nada que ver con la conversación. Respondió el Flaco.
El Flaco es de esos tipos que están todo el día tocando guitarra, pasa sacando canciones antiguas y todavía no consigue una banda para poder tocarlas. Sus viejos siempre le prestan el auto y como nos conocemos desde niños - de cuando íbamos al colegio, igual que con el Negro – nos tienen confianza, por eso siempre lo dejan salir con nosotros. Tiene la espalda llena de tatuajes y su mamá no sabe que los tiene. Hace un par de meses atrás se hizo un Bob el constructor en la pantorrilla, ese monito que sale en la televisión. Estaba curado y le pidió a un amigo que se lo hiciera. A veces, cuando anda con shorts, se puede ver a Bob moviendo la pala de arriba para abajo, cada vez que el Flaco aprieta el músculo cuando pisa.
Pololea hace como tres años con la misma mina, según él fue amor a primera vista. No creo que eso exista. No puedes conocer el amor si no has visto realmente como es la persona por dentro, esa frase es un cliché antiguo, típico de enamorados.
… It's alright, she says it's alright,take anything you want from me, anything. Fly on little wing.La canción de Hendrix terminaba y eso era señal de que debíamos partir. El Flaco prendió los motores y echó el auto a andar. Nos subimos todos adentro y volví a mezclar el pisco con la Coca – Cola en la botella. Me sirvo un par de tragos. Este me quedó cabezón.
Íbamos cuesta abajo y por detrás nos pasó un Peugeot 306 azul marino. Adentro de él habían cuatro minas estupendas, todas vestidas de la misma manera, escuchando a Shakira a todo volumen. El Flaco aceleró y quedaron los dos autos a la par, el Negro les tiraba besos y ellas respondían con sonrisas. Semáforo. Rojo.
- ¡Somos las reinas de la noche! Gritaban.
- ¡Son unas maracas! Respondió el Negro muerto de la risa.
- ¡Y tú lo tení chico! Respondieron en conjunto las mujeres.
Risas en general.
El Negro se puso morado de la vergüenza.
El Negro nunca ha tenido polola, puras amigas con ventaja. Dice que se ha acostado con más mujeres que Hugh Hefner. La verdad es que nadie le cree, el negro no salva a nadie conquistando al sexo opuesto. Llega a las fiestas y lo único que habla es del fútbol, de la liga que juega los viernes en la noche después de las clases en la Universidad, del Heavy Metal y su fanatismo por Ozzy Osborne, de la uñeta que le regaló Zack Wilde, el guitarrista de Ozzy y nada más. Siempre anda con una mochila en la que guarda cds pirateados de sus grupos, por lo general nadie conoce lo que escucha y se cree la raja por andar vestido de negro cuando hacen treinta grados de calor en el verano. Pasa metido en las tocatas de metal y siempre llega con un moretón nuevo que se gana en los slam que se arman cerca del escenario. Es conocido en el circuito de las bandas underground y siempre tiene algo que hacer en algún bar de Santiago Centro, lo han echado tres veces de la Batuta en Ñuñoa por agarrarse con los guardias. Su vida gira en torno a la música.
Luz verde. El Flaco pone el pie en el acelerador a fondo, las mujeres del Peugeot se quedan atrás. Vamos a cien kilómetros por hora, ciento veinte, ciento treinta, el auto empieza a temblar, el manubrio tirita.
-¿Han pensado alguna vez en el destino? Pregunta el Flaco.
-No me lo he preguntado nunca, ¿pero a que viene el tema? Respondí.
- ¿Estaremos destinados a morir hoy, esta noche? Respondió con las manos al volante, mirando fijamente al horizonte. Las luces a los costados eran como luciérnagas que pasaban rápido, como una foto con las luces todas corridas.
El negro ahora tomaba de la botella y prendía un cigarro. De su mochila sacó un casette y de la radio comenzó a sonar Steel Dragon, una banda ficticia que sonaba en una película del año 2000, Rockstar. Por ese entonces todos soñábamos con tener una banda y esta película hablaba de eso, de la vida desenfrenada de los músicos y como cumplían sus sueños. Tenían todo, mujeres, drogas y lo mejor, Rock. Después de esa película, formamos una banda que duró todo el tiempo que estudiamos en la media del colegio. Nos graduamos y nos cortamos el pelo, dejamos las guitarras y las baquetas por los libros. El sueño de ser una estrella de rock lo cambiamos por ser profesionales y por ganar plata haciendo otra cosa.
Los riffs de las guitarras quebraban el silencio de la noche, la música adentro del auto estaba por hacer explotar los vidrios.
A runaway was found today/ Dyin' in the alley /He didn't have a name, a number or a home /They found him cold as ice /He was feelin' no pain.
La voz de Jeffry Scott Soto, el vocalista de la banda, era única, sus gritos altos y su voz áspera, como si hubiese estado fumado desde los trece años eran imparables.
-¡We are more wasted generation! Gritábamos dentro del auto.
El Negro estaba callado, dándole grandes caladas al cigarrillo, sólo se dedicaba a tener la cabeza fuera del auto, sintiendo como el viento le golpeaba fuerte en la cara.
-¿Y si está escrito que hoy tenemos que morir? Seguía el Flaco.
-Eso no lo puedes saber. Respondí.
-¿A no?
Aceleró aún más. Pasamos un semáforo en rojo, luego otro. Después se detuvo en el próximo, los pitazos de los autos se podían sentir a lo lejos.
-Parece que esta no es la noche en que el destino nos jugará una mala pasada. Habló el Negro casi transpirando de los nervios.
- Díganme Eliseo, Eliseo Salazar. Sonreía el Flaco por su proeza.
-Buena po Elifeo. Respondí en tono de burla.
Después de eso, se ganó una golpiza de parte del negro, estaba casi llorando por el susto que había pasado. Yo no sentía nada, estaba ido, me sentía aún más el dueño del mundo. Desafiamos al destino y le habíamos ganado.