15 mayo 2007

Feliz día

A los que no entienden mucho de lo que pasa en el mundo
a los inocentes.
a los niños.




-¡Déjame hacerlo Papi! – dijo Manuel, que con sus pequeñas manitos movía la palanca que bajaba el féretro hacia la tierra.

Nadie de los presentes aguantó la imagen. Todos se quebraron. Manuel o Manolito, como le decía su mamá, no entendía muy bien la situación. El escenario era completamente nuevo para él, jamás había visto tanto gris y tantas esculturas en un lugar perfecto para jugar a la pelota.

- Papá, ¿por qué enterramos a la mamá, si se supone que debe subir al cielo?

- Es que no es este cielo que todos vemos hijo, es más arriba, en otro lugar. No es el cuerpo el que sube, es el alma.

- Ahh… sí, eso del alma me lo dijo el tío de la clase de religión. Todos tenemos una, ¿cierto papi?

-Sí hijo, todos tenemos una.

Samuel miraba como su mujer se iba dentro de una caja de madera, como se perdía todo lo que se había construido. Veinte años de matrimonio, doce felices, ocho luchando contra la enfermedad de Sarita. Un cáncer de mamas detectado a tiempo, una partícula que quedó dando vueltas por el cuerpo, la misma partícula que se ramificó y la terminó destruyendo lentamente.

-Papi, ¿por qué hay tantas esculturas en una cancha de fútbol tan grande?

- Hijo, esto es un cementerio, aquí se entierran los cuerpos de la gente cuando ya no tienen alma- Respondió Samuel con los ojos llorosos.

-Cuatro hijos me dejaste – pensó Samuel – que voy a hacer con ellos – se decía mientras el sacerdote daba las últimas palabras.

El vaho salía con más fuerza de la boca de cada uno de los presentes. Un paraguas se abrió entre la multitud. Luego fueron muchos que, como una danza de cuervos negros, se iba desplazando a la salida del cementerio.

A Manolito todos les daban besos, lo abrazaban y le daban dulces. Él aún no entendía el porqué, pero sí le hizo recordar el día viernes, mientras estaba en el colegio celebrando el Día de la Madre. Su presentación aún no comenzaba y escondido detrás del escenario trataba de encontrar a su mamá dentro del público. Estaba disfrazado de angelito, su pelo rubio combinaba perfectamente con el traje blanco, con su aureola dorada y sus pequeñas alas que había hecho con tanto trabajo Sarita.

De pronto una de las tías del Kinder apareció, lo abrazó y le dio un beso en la frente. Le dijo que su mamita no podría ir a la ceremonia, que se tenía que ir a la casa, que el papá lo estaba esperando afuera. Manolito miró al suelo, se sacó la aureola y en su mochila guardó el portarretratos hecho de tallarines.

5 comentarios:

Marce! dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pía dijo...

Ahh!!!
Alma.
Allá va, y el cuerpo no deja alcanzarla.

Saludos.Cuidate.

Guerreros de la Luz dijo...

jejej si...
y es agradable darse cuenta de ello...
creer en utopias y piasajes bucolicos de pronto te permite ver tus sueños ya no como imposibles, sino mas bn como metas posibles de alcanzar... anhelar con mas fuerza tus sueños te hace finalmente hacerlos realidad... despues de un vago parnesis , creo nuevamente haber retomado la marcha...

Un besito Seba...
Por estos lares, y a la distancia, tb se le quiere y recuerda siempre...

Kro Beato R.

Guerreros de la Luz dijo...

parentesis *

Tomás dijo...

El final es de lo más delicado que te he leído.