Matorral - Porvenir. exelente tema, bueno aqui va un trabajo que parece cuento y las continuacinoes de las hisotiras de simon las escribo cuando tenga tiempo. Saludos a todos!
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Viaje a la semilla
Toda la gente caminaba a su paso, manejando su tiempo como les fuera más cómodo. El ruido de Moneda era insoportable y las micros, esos monstruos metálicos, corrían y gritaban de un lado a otro tratando de transportar la mayor cantidad de gente posible. Un calor infernal azotaba todo el lugar, era de esos que no te dejan respirar y transpiras como condenado. Lo único que quería era encontrar algún lugar con sombra y poder capear un rato el sol.
De pronto me acordé que los mejores lugares con sombra y frescos son: el cine y los museos. No muy lejos vi a un carabinero y le hice la pregunta del millón.
-Señor, ¿dónde puedo encontrar algún museo cerca?
-Caminé un poco más y encontrará uno bajo el palacio de la Moneda. Respondió el uniformado.
Lo único que quería era sacarme el sol sobre mi cabeza. Nada más fácil, que moverme un poco, bajar unas largas escaleras y entrar a esta subterránea pieza que atesoraba reliquias de civilizaciones pasadas.
Mientras iba bajando las escaleras, me invadió una sensación de tranquilidad. El sol ya no me pegaba tan fuerte y todas las cosas a mi alrededor comenzaron a bajar sus revoluciones. Los gritos desesperantes de las micros se fueron callando lentamente, estos gritos fueron reemplazados por el sonido de una vertiente que se escuchaba débil a lo lejos. Cada paso que daba, cada escalón que bajaba lograban hacerme sentir diferente. Percibía otros sonidos, el agua chocando con las piedras, las plantas moviéndose con el viento, los pájaros cantando sus canciones arriba de los árboles. Era tan agradable estar aquí, no tenía para qué moverme más. Me senté y cerré los ojos para dormir una pequeña siesta…
-Qué haces aquí. Párate, ¿no sabes que esto es un lugar sagrado? Me habló una voz a mis oídos. Decidí no prestarle mucha atención y seguir durmiendo.
-¡Te dije que te pararas! Volvió a insistir la voz, pero esta vez mucho más agresiva.
De pronto sentí un puntazo en mi hombro que lo iba enterrando de apoco. Aún con los ojos cerrados pensé que hasta aquí llegaría mi hora –Me querían asaltar- y ni siquiera le había visto la cara al delincuente.
Abrí los ojos y quedé pálido. Era un hombre de una contextura indescriptible, fácilmente podría derribar uno de estos árboles que estaba a mi alrededor, su tez era morena, no llevaba ropas salvo un tapa rabo que le cubría su sexo. Su mirada amenazadora, más la lanza que tenía en su mano eran pruebas suficientes para que me levantara y le hiciera caso en todo. Esto no puede estar pasando, esto no es un Museo.
-¡¿Donde estoy?! Le pregunté a este corpulento hombre.
-En Tenochtitlan, donde más podrías estar. Respondía con alegría. – No te das cuenta que estabas acostado en la piedra sagrada, la piedra de la diosa de la tierra, Coatlicue. Ahora vas a tener que dejarle una ofrenda para que los dioses no se enojen y nos den un buen año en las cosechas.
- Haber espérate un poquito. No entiendo bien. Primero me dices que estamos en México y luego me dices que le dé una ofrenda a una piedra. Yo creo que deberías ver a un sicólogo. ¡Estás mal de la cabeza!
-¿Sicólogo? ¿No te entiendo? Mi nombre es Tamaulipa, mucho gusto joven de extrañas ropas. Me respondía con una sonrisa de oreja a oreja. - Acuérdate que tienes que dejarle una ofrenda a nuestra diosa.
Y así lo hice, revisé mis bolsillos para ver si encontraba algunas monedas para dejarle a la piedra. Pero cuando lo hice, lo único que encontré fueron unas semillas de cacao y un montón de trigo. Mi nuevo amigo me dijo que me podía servir el trigo, porque aquí para ellos es sagrado y con eso bastaría para calmar por el momento el enojo de los dioses.
Me explicó también que la naturaleza era como nuestro cuerpo: los campos de trigo eran como los pelos de nuestro cuerpo, las lágrimas eran como los ríos que corrían por la selva y que todo esto era parte de un dios supremo Ometechutli, que poseía la característica de ser todo lo dual. El día y la noche, el sol y la lluvia, el bien y el mal. Por lo tanto teníamos que cuidar nuestra persona porque era parte de la naturaleza universal también.
-Forastero, acompáñame a la ciudad. Hay cosas que tienes que conocer. Me dijo con una alegría que me hacía sentir feliz de estar aquí.
Una vez en la ciudad, me di cuenta que todos respetaban la naturaleza, no talaban los árboles para construir sus casa, sino que convivían con estos. Se preocupaban mucho de no quitarle partes del cuerpo a su Dios supremo.
Muchas personas usaban adornos en sus cuerpos, algunos eran muy grandes y hechos de oro. Como el color del trigo. Así que le pregunté a Tamaulipa que significaban.
-Estos adornos expresan la posición social de las personas, hay ciertos adornos que son utilizados por los gobernantes y las personas de la nobleza. Ellos se tienen que destacar del resto puesto que están más cerca de los dioses. Me decía bastante serio. – El amarillo para nosotros es sagrado. Por lo tanto, si vez gente que tengan muchos adornos dorados trátalos con mucho respeto. Ellos hablan con los dioses todo el tiempo y deciden que es lo mejor para nosotros.
Ahí fue cuando comprendí porque había dejado trigo en la piedra, su color era sagrado, una ofrenda a los seres supremos. En ese instante me surgió una duda ¿Por qué las piedras eran sagradas?
-Para nosotros las piedras son las moradas de los espíritus y dioses, también muchas veces son lápidas sepulcrales. Algunas veces les damos forma para que se asemejen más a los dioses y así dejarle nuestras ofrendas a una figura más real.
-¿Quiénes hacen esas esculturas? Le pregunté.
-Los artesanos, ellos son personas muy especiales y están muy cerca de los dioses. Para poder hacer las esculturas que ves a tú alrededor, ellos tienen que verlos y así poder trabajar la piedra. No podrían trabajar con la mente en blanco, ¿no crees?
Seguíamos caminando y vi que uno de los indígenas vertía líquidos en unas tinajas con muchos dibujos y colores. Me pareció extraño, porque a su alrededor se encontraban un centenar de estas y todas con distintos dibujos.
-Bonitos los adornos de los posillos, diría que son una obra de arte. Le decía a Tamaulipa, señalándole lo que estaba viendo.
-¡Oh no! No son adornos, cada posillo tiene un significado especial, sus dibujos representan el uso que se les va a dar. Por ejemplo el de color azul, con el retrato de nuestro dios de la lluvia Tialoc, sirve para contener el agua.
Seguía tan serio como antes, mientras más avanzábamos su sonrisa tan característica lentamente se iba borrando de su rostro. Algo le preocupaba, pero no entendía qué.
-Disculpe Forastero, pero usted dijo algo que me llamó la atención. ¿Qué es arte?
-No sé, ¿de donde sacaste esa palabra? Le respondía hipócritamente.
Se me salió esa palabra cuando vi los posillos. Ellos no pueden conocer nuevos significados, podría alterar el orden de las cosas. Además todo lo que ellos hacen tiene un fin religioso y ceremonial, no lo aprecian como una obra de arte. Simplemente lo realizan para darle un significado y valor a las cosas. Muchas que no pueden explicar como lo hacemos nosotros.
No muy lejos se veían unas pirámides gigantescas, con millones de escaleras que subían hacía una especie de altar. Creo que allá nos dirigimos.
A un costado de la calle, una mujer amamantaba a su hijo. Tamaulipa le hizo una reverencia a lo que ella contestó con una sonrisa. Aquella mujer me trajo a la mente otra pregunta ¿Cómo son los matrimonios?
-Disculpa Tamaulipa aquí ¿Todos se relacionan con todos?
-No joven, nosotros creemos en el matrimonio y en la procreación de nuestra civilización. La mujer que acabo de saludar es respetada, porque liberó a su hijo de una lucha interna. Nuestras mujeres son guerreras. El parto es una batalla, si la mujer muere se convierte en una persona valiente y va directamente al paraíso del sol. Si el niño nace sano, la mujer ha vencido.
- Entones ¿Así manejan su sexualidad? Pregunté.
- Sí, para nosotros el matrimonio tiene como único objetivo procrear. Esto es fundamental para el ciclo de la vida, el nacimiento, el matrimonio, la fertilidad y la muerte es parte del movimiento del cosmos. Esto permite que los dioses tuvieran alimento y que el cosmos no se detuviera.
- ¿Cómo es eso de alimentar a los dioses?
-Ahora lo vas a ver. Contestó
Terminadas esas palabras, me di cuenta que estábamos cara a cara con la gigantesca pirámide de piedra. Arriba habían dos personas, una disfrazada con pieles humanas y la otra con la de un jaguar. La primera me causó una repulsión inmediata, supongo que ellos son los sacerdotes más cercanos a los dioses ¿Cierto Tamaulipa?
Cuando miré al lado, no lo encontré. Busqué a mi alrededor para ver si aparecía, pero ningún rastro de él.
La gente llegaba corriendo y apuntando la pirámide. Algo pasaba allá arriba, di media vuelta y vi a mi amigo subiendo las escaleras. Con gran destreza y rapidez estaba llegando a las alturas, donde lo esperaban estos dos hombres disfrazados ¿Para qué es esto? Pregunté en voz alta.
-Para alimentar a la diosa de la tierra Coatlicue. Esta es nuestra ofrenda para un buen año en las cosechas. Algunos me contaron que ella estaba enfurecida, porque algunos le habían faltado el respeto. Ahora calmaremos esta ira con el sacrificio de Tamaulipa. Me respondió uno de los que estaba a mi lado.
De pronto un grito aterrador dominó el lugar, en las alturas el jaguar alzaba un corazón. ¡Mi amigo! Había muerto por mi culpa, no fue mi intención faltarle el respeto a la diosa. Yo no sabía nada de esto, ahora lo comprendo todo.
Mi desesperación se mezcló con el grito popular del pueblo. Todos alababan este sacrificio. De la pirámide caía la sangre de Tamaulipa, su sangre estaba saciando la de la diosa. Estaba devolviendo el orden del cosmos.
Todo era mi culpa y quería volver a Santiago de Chile. Extrañaba los gritos de las micros y la gente apurada. Dándoles significados a las cosas sin importancia, a esas personas que destruían millones de hectáreas de flora, sin importarles el orden del cosmos. La vida de los dioses.
Me alejé de la gente y corrí, corrí, corrí…
De pronto sentí un puntazo en mi hombro que lo iba enterrando de apoco.
-Qué haces aquí. Párate, ¿no sabes que esto ya cerró hace rato?
- ¡¿Tamaulipa?! Pregunté sin mirar.
-No señor, soy Ramón y usted está en el Centro Cultural de la moneda. En la exposición de México precolombino. ¿Está usted bien?
Miré a mí alrededor, y lo único que había eran reliquias de las culturas mexicanas. Sus dioses de piedra, sus figuras en oro. Pero nadie las veneraba o usaba sus accesorios en los cuerpos. Aquí todo estaba congelado, el tiempo se había detenido en estos objetos.
-Sí estoy bien, creo que me quedé dormido.
Cuando me paré, miré al guardia de seguridad. Era idéntico a mi amigo, pero no podía ser. El era parte del pasado, un pasado que había conocido en carne propia, Tamaulipa pertenecía a otra época, a otro tiempo.
Subí las escaleras y ya no existía el calor insoportable, ni el grito de las micros. El frío y el silencio de la noche habían dominado el asfalto y la gris ciudad.
4 comentarios:
ya....
y mi comentario es...
puta seba!!
no kero leer tus trabajos pa la U, eso lo hago en la U...
muestra tu otra faceta po...
los dos k me has hecho postear...
son trabajos pa la U..
k mas encima se parecen a los mios..
jajajjajajaja
muy wena onda tu!
nos vemos el lunes...
y en serio..
muestrame algo diferente...
tus rayadas de papa...
y tus voladas extrañas..
chau!
Espero la continuacion.... de Simón....
:)
Chau
*PI*
epígrafe: Museos para volar
título: Incautan marihuana en el museo de La Moneda
eh, Quetzaltoatl era un dealer con una máscara de pájaro
WOW Trupangas...por lo visto debes estra feliz estudiando...con excepcion de un ramo que otro, debes estar haciendo lo que mas te gusta n_n...algo alcance a leer antes de me bajara el cargo de conciencia por no estar estudiando para una prueba que tengo mañana =P...llegue hasta como la mitad....cuando lo logre leer completo te dare mi opinion....
Un besote grande....cuidate muxo...
pd:...me gusto la cancion ;)...
CHAU!
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