19 marzo 2006

Muchas cosas pasan po estos días, pareciera que cuando uno entra a la universida todo se te va encima. Hace poco me asaltaron con unos compañeros de U. Por primera vez en mi vida me sentí vulnerable en la calle...

Capitulo 1.

Entre tanto que yo tomaba el vaso, ella me pasaba el pito recién prendido. Su olor inconfundible se esparcía rápidamente por todo el patio de la casa del Pancho Gutiérrez, y como sus padres estaban de vacaciones, era posible hacer todo lo que se nos diera la gana sin que nadie nos molestara.

Estábamos despidiendo las vacaciones y estos eran nuestros últimos días de libertad, sin preocupaciones ni nada que nos pudiera quitar el sueño.

José ya llevaba como tres pitos enteros en su organismo y su estado comatoso era bastante notorio. Ahí estaba el pobre casi muerto, hecho un saco de papas tendido sobre el pasto del lugar.

Los demás, se bañaban en la piscina y jugaban juegos tan burdos como sus propias existencias.

Pero ahí estaba yo, sentado frente a ella como un libro mamotreto de esos que nos pasaban en las clases de filosofía. Imposible de entender, tan difícil como lo que sentía por Andrea. Estaba esperando el momento para decirle la verdad. Mi verdad que a veces trataba de hacérsela notar en etílicas conversaciones, sin embargo, de eso, ella nada sospechaba.

José de pronto se levantó del pasto y se miró su piel toda estriada producto de las largas horas bajo el sol. Mecánicamente caminó en dirección a la piscina y lanzó su deslavado cuerpo al agua.

Ahora que el ya no estaba cerca podría formalizar mi situación, pensé. Este sería el momento y por lo tanto no podría esperar un minuto más para declararme.

Después de unos breves segundos, volví la mirada hacia donde estaba ella, se había ido y el resto también.

Todos se agolparon a la piscina como si fuera algún espectáculo del paseo Ahumada.

De pronto comprendí que para Andrea yo no era su centro de atención, José se estaba ahogando.

Capitulo 2

Después de que Andrea se lanzara a rescatar a José y le hiciera todas las prácticas de primeros auxilios aprendidas en su colegio de monjas, todo volvió a la normalidad.

Aquí todos están acostumbrados a las gracias de José, estos sucesos se presentan cada vez que se droga y no era tampoco de extrañar que su estado en cada junta fuera peor.

Lo que es yo, estaba con el vaso de cerveza intacto, no me había parado de donde estaba. Que mi amigo se estuviera ahogando no me producía ninguna preocupación. Lo raro es que por más desgracias que le pasaran siempre salía sano y salvo.

Una vez me dijo que cuando era chico, una gitana le había hecho una morisqueta y que para él eso había sido un hechizo que lo protegería para toda la vida, por eso creo que cada vez hace cosas más estupidas, para poner a prueba esta bendición de la mujer. El problema está en que siempre sale ileso de todo y nunca aprende alguna lección.

Mientras tanto, Andrea hablaba con un par de rugbystas que se habían colado a la fiesta, eran vecinos del Pancho así que daba lo mismo si estaban acá. A lo lejos escuchaba que uno de ellos la invitaba a dar una vuelta en auto, mientras que el otro no paraba de transmitir sobre el campeonato de la católica y que este año sí que saldrían campeones. Yo miraba a Andrea y ella a lo único que atinaba era a ponerme caras chapuceras, se notaba claramente que prefería al mastodonte morigerado que a mi. No me importaba mucho que se fuera a pasear con él en auto, total le dijo a su mamá que volvería conmigo antes de las diez y media, así que tendría que volver para que nos fuéramos juntos de aquí.

Pasado un rato, y cuando ya todo se había calmado un poco. Me paré y fui donde José que estaba tendido sobre un sillón con una manta encima. Estaba tiritando de frío, tenía muy mala cara.

-José, dame la hora porfa. Le pregunté

-vela tu mismo, no soy tu nana. Me respondió.

Era la una de la madrugada y Andrea no iba a llegar. En cuanto a José, se veía realmente mal y se ponía cada vez más pálido, le daban como convulsiones a ratos. Para mí era puro show, siempre lo hace para llamar la atención.

-Me duelen las coyunturas de los huesos, siento que me voy a morir. Me dijo.

-Pero sí tú teni suerte José, a ti nunca te pasan cosas malas. Por último nos quedamos a dormir acá y nadie en tú casa va a saber lo que te pasó. Respondí.

-Es que me quiero ir para mi casa igual, tengo que hablar con Andrea.

Me pareció extraña esa respuesta, José nunca se había acercado mucho a ella ni cuando estábamos en el colegio. No éramos compañeros con ella, pero su colegio de monjas estaba al lado del nuestro y como el Pancho Gutiérrez conoce a todo el mundo nos la presentó. José casi no le hablaba.

-Y para que quieres hablar con ella, yo creía que te caía mal. Le dije

- Quiero decirle que me gusta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

señor sebastián fuentes figueroa: me dirijo a ud. con mucho respeto, tal cual lo es su texto, muy respetable y de una gran calidad, esta muy bueno, lindo cuento.

saludos, de alguien que te quiere mucho

tu mamá

Alucard dijo...

para variar Carlitos y su humor...visitenle el fotolog y escribanle.
haganlo feliz!