11 marzo 2006

Este es mi primera cronica para la universidad espero que me vaya bien y me saque una buena nota,saludos a todos los que me leen.

Subway

Pareciera ser que cuando toda la gente corre no sé da cuenta de las cosas que uno tiene al lado, no contempla el mundo subterráneo. Sí así es, porque aunque no lo parezca el metro de nuestra ciudad tiene Arte, un arte que no conoce la luz del día y espera ansioso por ser descubierto. Por Sebastián Fuentes.

Próxima bajada, estación de metro los Héroes.

Llevaba un buen rato viajando por el metro, con el cansancio insertado en mi cuerpo como si fuera un chip (ese que llevamos todos los chilenos por defecto), y en especial cuando es día Lunes y todos van a sus trabajos con la cabeza pensando en las vacaciones, en las sandias que se comían bajo los árboles, en la hora de la siesta o los choclos con mantequilla a la hora de almuerzo.

Ahí estaba yo, en ese grupo que corre por las escaleras todas las mañanas como por inercia, con la almohada pegada en la cabeza, siempre mirando al frente como caballo de carrera.

-Estación de metro Los Héroes lugar de combinación con línea 2. Decía una voz por los parlantes que jamás he sabido donde se encuentran.

-Aquí es donde me bajo. Pensé

Me empujan por la espalda y por todos lados, nadie quiere quedarse afuera o dentro del metro, según sea la situación, nadie quiere esperar.

Constelación II.

Una vez y al fin abajo, me encuentro frente a frente con un ventanal gigante, mi reflejo me dice que tengo todo el pelo desordenado y comienzo a peinarme precariamente con las manos. De reojo veo al metro comenzar a avanzar a sus próximos destinos para llevar a todas estas hormiguitas por este inmenso hormiguero de concreto a sus lugares de trabajo.

En cuanto el metro se fue, vi algo insólito. Había una enorme mancha reflejada en el espejo. Traté de darle una explicación, de darle forma a esa figura. Giré en 180 grados y ahí estaba, al otro lado de la línea del tren, grande he impotente, de colores grisáceos y salmones. Nada era muy claro en mi mente en ese momento, esa figura ahí en la pared y el espejo gigante a mis espaldas, tenían que significar algo.

Me di vuelta y en el espejo había una inscripción que en un principio no me había percatado. Constelación II, decía. Ahora todo empezaba a tomar sentido, era extraño pero no le encontraba más función al espejo que reflejar esa bella figura del otro lado del metro. De un momento a otro comencé a ver imágenes más concretas, un caballo y dos colibríes era lo que podía ver en el mural y su nombre, Constelación II, explicaba un poco el principio de las cosas. Como cuando comienza la especie a aparecer, los primeros indicios de vida. Pero la imagen aún no era tan clara, por eso era una constelación, porque éstas en la vida real están dispersas en el espacio y son como unas masas de estrellas y vaya saber uno que otra cosa más tienen adentro.

Estaba fascinado y algo me impulsaba a ver más cosas, no me podía quedar con esa imagen solamente. Tenía que ver más. El metro llega y mi propio sentimiento de curiosidad me guiaba hacia la próxima estación. El viaje estaba recién empezando.

No tenía voz.

Llegué a la Estación Moneda, inmerso en ese sueño de ver las cosas de otra manera. La gente me miraba y yo me sentía con poder, con ese poder de ver otros ángulos de la vida cotidiana, era más entretenido y había de esta manera un montón de aristas por conocer.

Una vez abajo me topé cara a cara con un cuadro que mostraba las araucarias de Nahuelbuta. Estas, me producían paz y una calma gigante. Eran millones de árboles y el paisaje parecía disolverse lentamente con colores más tenues.

Más allá había otros cuadros, me interesé rápidamente y fui a verlos.

En uno de ellos estaba el Océano Pacifico, que golpeaba con furia unas rocas a la orilla del mar y frente a ese estaba la Cordillera de Los Andes, inmensa y majestuosa como suelen ser todas las cordilleras que vemos en la televisión o cuando salgo al patio de mí casa a darle comida al perro. Y ahí esta sin moverse esperando que algo pase, que alguien la mire o se aventure a recorrerla.

La gracia de estos cuadros era que no había gente, era paisajismo puro. Mostraban las cosas más lindas de nuestro país: el mar, su naturaleza y la cordillera.

Comprendí que sí seguía la secuencia de la estación anterior, aquí en Moneda nos mostraba un Chile donde aún no habitaba nadie, un territorio donde había tranquilidad y todo funcionaba y se auto-mantenía a la perfección. Era un lugar donde aún los sonidos de los árboles al mecerse con el viento o el mar golpeando las rocas podían escucharse. Un lugar donde no existía el progreso ni la voz del ser humano. Un Chile que no hablaba español.

Réquiem.


Estaba pero más que desesperado por llegar a la otra estación y ver que era lo que me esperaba, subí rápido al metro y en fracción de segundos ya estaba en la estación Universidad de Chile. La gente aquí va igual de apurada que en todos lados así que no era de extrañar que me empujaran nuevamente y me arrastraran hacía la salida. Me fui en contra de la corriente y avancé lo que más pude.
Cuando la gente empezó a escasear y el paso fue más tranquilo, miré al cielo y me encontré con un mural que recorría el metro de un costado al otro. Frente a donde estaba yo había unas pequeñas letras que decían lo siguiente:

“Las piedras y el piñón,
Las estrellas y el viento
Son gente de antes.
Ahora di con firmeza;
Yo el hombre aún permanezco.
Es la guerra;
Es un arco iris negro,
Que avanza…”

Seguí mirando el mural y las palabras empezaron a validarse por si solas, las imágenes de opresión, muerte y destrucción estaban por todos lados. Había fuego, calaveras, gente muerta, animales muertos. La guerra de Arauco resumía todo el concepto de odio entre dos razas, en esta estación a Chile lo obligaron a hablar español, le enseñaron que la libertad se había acabado y que ya no se podía correr por los interminables bosques de araucarias.
La historia avanzaba y era inevitable que se saltaran esa importante parte de nuestro país. Cada estación me mostró una faceta del Chile que alguna vez fue, esta última no era la más agradable pero era importante que estuviera ahí.

Comprendí que el metro tiene su historia, una que no conoce la luz del sol pero igual trata en lo posible de que la observen. Quiere enseñarnos cosas que probablemente jamás contemplemos en el mundo exterior.
El arte está en la calle y en todas partes, nos trata de comunicar algo, por eso aprovechemos este museo subterráneo, que trata de sensibilizar a las millones de hormigas que pasan día a día por ahí.


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