21 marzo 2006

Capitulo 3

Prendí el auto y me embarqué en un viaje sin retorno. Mis ojos llorosos miraban por el espejo retrovisor, los tenía rojos. El alcohol y las drogas se hacían notar en mi cuerpo, todas las cosas que veía hacía delante pasaban rápidas y desfiguradas.

Iba a 140 Km, ya no me importaba volver. El mirar hacía atrás me daba cierta sensación de pánico, como sí me fuera a convertir en sal, como si todos mis recuerdos me estuvieran persiguiendo, los recuerdos de esa noche, esos que no quería nunca más volver a imaginar.

José después de que me dijo que le gustaba Andrea, no volvió a despertar. Lo tomé en brazos y corrí hacia el auto. Cuando lo logré subir, partimos juntos (bueno partí solo porque mi amigo no despertaba) a la Clínica.

Allá en urgencias, me estaba esperando su mamá que ya se había enterado de todo por Andrea. Seguramente llegó en el minuto en que yo ya me había ido y el mastodonte la llevó donde la mamá de José y como vive cerca de la clínica no se demoró nada en llegar.

-¡Qué le pasó a mi hijo! Gritaba como descriteriada la mamá de José. – No sé tía se cayó a la piscina pero nada más- Trate de mentirle, no le podía decir que se estuvo drogando como imbecil toda la tarde.

Por un lado me daba pena la mamá de José, primera vez que venía a un hospital por él. Jamás, desde que lo conozco, había entrado a uno. Seguramente ya se le había ido el embrujo de la gitana y ahora tendría que pagar todas las cagadas que se había mandado, ahora como que se ganaba el Kino acumulado.

Una vez que José entró a los pasillos de no sé que cosa, empezó lo que yo no quería. El interrogatorio.

- La Andrea me dijo que se estuvieron drogando. ¿Es cierto eso Simón?

-Puta la hueona hocicona. Respondí como por instinto.

-¡Que fue lo que dijiste pendejo de mierda! Me gritó la mamá de José.

Nunca la había visto tan histérica, bueno yo tampoco estaba reaccionando de la mejor manera, así que me merecía por un lado este trato.

-Tía por favor cálmese, sí el José va a salir bien de esta, se lo aseguro con mi vida.

-Es que lo que me preocupa Simón es que mi hijo se está perdiendo y yo siento que tú también vas por el mismo camino. Andrea me comentó que cada vez se están drogando y están quedando peor en las fiestas. Si tú quieres a Josecito, te pido que no te juntes más con él.

Está última frase creo que tocó fondo en mi corazón, como sí me hubiesen lanzado un piedrazo en toda la cabeza. Supongo que el mundo se me vino abajo con lo que me estaba diciendo está vieja, el José mi amigo ya no podría verlo más por culpa de la muy hocicona de la Andrea.

Pareciera ser que cuando tocan a tus amigos las minas que te gustan pasan a segundo plano inmediatamente, la culpa aquí solamente la tenía ella y ahora podría apostar todo a que se está revolcando con el mastodonte, mientras que mi amigo está todo intoxicado aquí.

-Sabe señora, no quiero hablar más y dígale a su Andreita que se vaya a la cresta.

Me di vuelta lentamente y me largué a correr por los pasillos largos y blancos pasados a éter. No quería mirar hacia atrás, tenía miedo a todo, a que iban a decir después, si lo de José era algo serio o si mi situación era tan podrida como lo decía la vieja del José. Tan solo quería desaparecer de la tierra por un buen tiempo.

Llegué a los estacionamientos, prendí el auto y me embarque en un viaje sin retorno. Mis ojos llorosos miraban por el espejo retrovisor, los tenía rojos. El alcohol y las drogas se hacían notar en mi cuerpo, todas las cosas que veía hacía delante pasaban rápidas y desfiguradas.

Iba a 140 Km, ya no me importaba volver. El mirar hacía atrás me daba cierta sensación de pánico, como sí me fuera a convertir en sal, como si todos mis recuerdos me estuvieran persiguiendo, los recuerdos de esa noche, esos que no quería nunca más volver a imaginar.

Prendí la Radio y sonaba mágicamente esto, la canción que más de alguna vez escuche con Andrea en su pieza, ahora ella ya no existía.

De pronto la velocidad del auto se empezó a poner cada vez más lenta, mis manos estaban cansadas y mis ojos se ponían cada vez más arenosos y densos. Me costaba mirar y sentía que el sillón me estaba absorbiendo. Después vino una luz fuerte y un sonido ensordecedor. Luego, todo se fue a negro….








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