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Había cierto nerviosismo, un aire que estaba opacando el lugar. Nos mirábamos las caras de desconcierto, pero la realidad era muy distinta a lo que nuestros rostros demostraban. Sabíamos, o la gran mayoría sospechaba, lo que hoy iba a ocurrir.
Las amenazas estaban pegadas en casi todas las paredes de la facultad y lo más probable era que hoy nos tocara a nosotros. Algunos, los que ya estaban informados de este hecho, lograron escaparse sin importarles mucho lo que hoy pasaría. Preferían estar en sus casas a que los empaparan de un montón de cosas tan asquerosas, que la mezcla de ellas sería imposible de describir.
Las clases aún no terminaban, cuando por la pequeña ventana de la puerta se asomaron los verdugos. Mostraban fotos de cerdos, tijeras y las cosas con las que seguramente nos matarían. Todo esto era parte de una iniciación, era parte de un rito en el cual tenía que ser participe. Tenía que ser mechoneado.
El profesor salió lentamente de la sala y dio paso a que entraran todos los ya iniciados en esto que, para muchos puede ser algo asqueroso, pero ellos lo disfrutan con ganas.
Entraron uno a uno, nos amarraron y comenzaron a pintarnos la cara, a mancharnos las ropas, a reírse y pasar un buen rato a costa de nosotros.
Ese a costa de nosotros después de un rato ya no me era nada de agradable, el olor a vinagre y la mezcla asquerosa de olores que salían de mi cuerpo no me estaba gustando mucho. Luego, que me quitaran mis zapatillas y me mandaran a pedir plata a la calle arreglaba un poco las cosas. Cuando me di cuenta que la gente no cooperaba, preferí arreglarles el día haciéndoles shows. Me daba mucha lata que anduvieran de mal genio tan temprano por la mañana, no quería ser como ellos a futuro. Si iba a usar una corbata me gustaría que fuera con ganas, pero aquí en el centro todos andaban de mal humor y muy preocupados de caminar rectos, como caballos de carrera en el hipódromo. No puedo generalizar, en muchos casos el llevar un terno lo hacen por obligación y no por gusto.
Cuando pensé esas cosas y el olor me recordó que estoy en la Universidad, me sentí agradecido, porque en lo personal yo usaría un terno solamente cuando me tengan que enterrar. Puede parecer un poco fuera de sistema y un montón de cosas más, pero esta es mi manera de pensar y mientras esté estudiando tengo la suerte de ser libre, aún, de toda responsabilidad mayor.
Después, cuando ya tenía los pies hinchados de tanto caminar, fui a dejar la plata que había recaudado para las fiestas y asados que nos harían los verdugos de segundo año. Me fui a lavar el pelo, era una sensación tan asquerosa el no poder sacarse la mezcla de aliños que ya apestaba el estar mechoneado, la ropa hedionda, el olor que generaba mi cuerpo era vomitiva. A estas alturas ya lo único que quería era estar en mi casa, darme una ducha caliente y descansar. Mis pies tenían callos, estaban hinchados de tanto andar a pies descalzos. Esta iniciación hace mucho rato que ya no me parecía gustosa. El mechoneo apesta.
Cuando voy por el metro o camino por la calle. Veo a todos estos iniciados del movimiento universitario y me dan pena, el solo hecho de estar hediondos me producen repulsión. Ahora que los miro de otro punto de vista, me da una lata atroz sentir su olor, ese olor que me obliga hacerme a un lado y ni siquiera mirarlos.
El haber tenido esa experiencia me hizo darme cuenta que el vivirlo es una cosa, pero tener que soportar el olor y que más encima te pidan plata es otra muy distinta. A fin de cuentas las calles terminan todas hediondas, el olor se queda impregnado en el metro y las micros. Ya no me queda nada mas que decir, que el mechoneo es una mierda.