23 noviembre 2005

Escrito el día 22 de noviembre, el 23 fue erl verdero tiempo fuera, sin existencia.
Los tiempos Cambian.


Desperté asustado en la mañana, había parado de llover recién y tan solo ayer habíamos tenido 30 grados de temperatura. Mire el mapa y no estaba en Brasil, tampoco en algún país tropical, ni era un sueño de esos que crees estar despierto dentro del mismo.
Todo era extremadamente real, verano, mi casa en Chile (no tengo otra), mi mamá haciendo el desayuno, el perro ladrando por comida en el patio.
Hacia frío, pero no me extrañaba porque hace no mucho el agua había dejado de sonar en el techo y la gélida humedad post-lluvia siempre es la misma. Prendo la televisión pero aún no hay ninguna transmisión en la televisión abierta, sigo acostado porque el hielo es demasiado y tampoco me quiero levantar todavía, pongo las manos en la nuca y trato de recordar las palabras del meteorólogo el día anterior.

-Señores espectadores, ¡insólito! Producto de una baja presión en la zona costera del país y viniendo unas leves altas presiones desde la Polinesia, les informamos que mañana se pronostican chubascos. Lo más probable es que terminen en la madrugada del día jueves mismo pero vayan abrigados a sus trabajos, ya que vendrá una ola de hielo.

El hombre del clima algo más sabía, se le notaba en la cara, ellos siempre saben un poco más que nosotros, son los chamanes, brujos o machis contemporáneos. Se veía preocupado, había algo que quería comunicar, pero nosotros, los telespectadores, no alcanzaríamos a saber.
Luego el cierre del tiempo y los programas premier nocturnos y los ojos se comenzaban a cerrar solos, me hundía entre las sabanas, un poder sobrenatural me agarraba desde lo profundo del colchón, sumergiéndome, tirándome para abajo.

Mi mamá ya había dejado de hacer los huevos revueltos, esos que le gustan tanto a mi papá, la tetera la había puesto hace rato, pero aún no hervía. Desde mi pieza podía escuchar todos los sonidos de sus quehaceres matinales, lo raro es que los cuchillos, los platos y los posillos no emitían sonido alguno y mi hermano ya debería estar tomando desayuno para irse a la Universidad.
El frío iba cada vez más en aumento, aunque ya me estaba acostumbrando, debieron haber sido las pastillas que me dio mi mamá anoche para el resfriado que de seguro me tienen corporalmente inmune a todo este hielo.
Mucho silencio ya me comenzaba a extrañar, así que mejor será que me pegara un fuerte grito hacía la cocina o que alguien simplemente me respondiera con un ¡Cállate huevon!

-¡Mamá! Grité a no más dar.

Desde mi boca salía el vaho de mi aliento, lo que comprobaba que hacía mucho frío. Pasaron los segundos, luego los minutos y nadie respondía. Ya me estaba empezando a asustar, tal vez algo malo pasó y salieron todos corriendo, pero como me dejaban solo, sin haber tomado desayuno y sin avisarme siquiera de la situación.
Las tripas ya sonaban fuertes, bailaban dentro de mi estomago pidiendo comer algo. La necesidad me llamaba así que me paré de la cama, me puse las pantuflas y bajé las escaleras.
Todo en silencio, al más puro estilo película de terror, las maderas no crujían, y la ducha no sonaba, había un fuerte olor a gas. Corrí directo a la cocina, estaba todo oscuro y poco veía. Por medio del tacto logré palpar las perillas del gas, lo apagué rápidamente. Ya más calmado salí al living donde había un poco más de luz y vi la imagen más aterradora de mi vida. Mi hermano congelado con un pan en la boca a medio mascar, todo blanco, era una estatua de hielo, sin reflejos ni movimiento.
Me refregué los ojos, los cerré por harto rato, luego al abrirlos y esperar no ver nada de aquella imagen, me di cuenta que aún estaba ahí, tal cual como lo había visto hace no mucho rato. Caminé un poco más cerca, para poder ver la mesa completa, y al lado del estaba sentado mi papá con el diario en las manos, inerte. De la misma forma que mi hermano, mi mamá estaba parada sirviendo el té, el agua era un hielo estático que salía de la tetera y caía a su respectiva taza.
Esto no podía estar ocurriendo, algo tendría que revertir el proceso, tenía que descongelarlos, salvar a mi familia como diera lugar. Me acordé que mi mamá siempre guardaba los fósforos en ese delantal que siempre anda trayendo, cuidadosamente me acerqué y hurguetie los bolsillos de los costados. Tenía un cuchillo, pasé cuidadoso con mis manos al lado del tratando de no cortarme. No estaban. Así que de la misma manera saqué mis manos, pero estaba muy helada y lo tuve que hacer rápidamente, en ese apuro golpie uno de sus codos, instantáneamente su brazo se le desprendió de su hombro y cayó inevitablemente al suelo. Con el contacto del piso la pieza de su cuerpo se quebró en millones de partes, como cuando uno bota un vaso, de la misma manera.
El sonido creó una reacción en cadena y todos los miembros de mi familia se iban desintegrando, explotando uno a uno en millones de partes, los ruidos cada vez eran mas fuertes y comenzaban a quebrarse las cosas de la casa.

Corrí hacía la puerta y al abrirla quedé con la manilla de la puerta en mi mano, mire al horizonte y vi una cortina blanca, todo blanco, congelado por el mayor temporal de la historia mundial. Los autos varados en cualquier parte, la gente inmóvil en medio de la calle, todo en stop y un viento fuerte que quemaba mi piel.
Estaba solo, quizás no, pero de lo que si puedo estar seguro era que me encontraba en la segunda Era Glaciar…

-Comenzamos las transmisiones con las imágenes de las tormentas que azotaron anoche el norte de Estados Unidos y el sur de México. Todas las personas cercanas a los puntos críticos de la ola glaciar están resguardadas por cuerpo militar y personal especializado. Mientras siguen el peritaje para encontrar las 1.500 victimas desaparecidas bajo la nieve…A continuación seguimos con el informe de deportes.

Escuchaba difuso en un principio, luego cada vez más nítido, hacía un calor de perros, sudaba completo y todo el sol daba en pleno a mi cara. No eran más de las 8 y mi mamá recién estaba preparando los huevos revueltos de papá , el perro ladraba como loco por comida y mi hermano se preparaba para ir a la Universidad. La ducha sonaba fuerte y clara desde el baño, el pito de la tetera daba su aviso del agua hirviendo. Abrí los ojos, miré el mapa y me di cuenta que estaba todo en su lugar, mi cama, mis cosas. Todo tal cual como lo había dejado el día anterior. Puse mis manos en la nuca y traté de escuchar la lluvia, esa lluvia que nunca existió, ese hielo que jamás quemó mi piel. Todo marchaba en una completa, monótona y rutinaria realidad de un día jueves 12 de Diciembre.
Miré el techo como por enésima vez en mi vida, me pellizque el brazo y reí, reí mucho.
Mi papá le transmitía desde la ducha a mi mamá lo que ocurría al norte de nuestro continente, las muertes y catástrofes del clima y que el tiempo ya no era como antes, como cuando ellos eran chicos, y los veranos eran menos calurosos, y los inviernos no tan helados y lluviosos. Donde todo iba a un paso fijo y determinado. Mi mamá siempre le encontraba la razón a mi papá y yo en está ocasión también lo encontré de lo más acertado.

-Menos mal que todas esas cosas no pasan nunca acá en Chile. Le decía mi mamá
-Menos mal. Pensé.

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