volví a pescar a Simón, ya se me está haciendo chori escribir su vida.
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Capitulo 5
Tenía que estar todo planeado, era el gran escape a lo Papillon. Recuerdo que mi abuelo me hablaba mucho de ese tipo, él se había arrancado de no se qué cárcel y todos los reos lo trataron como un Dios y los guardias no lo podían ni siquiera creer. Bueno, el cuento es que mi escape tendría que ser así. En la noche y lo más callado posible, aquí en el hospital militar está lleno de milicos así que es más complicado aún. Esto parece realmente una cárcel de alta seguridad.
Son las tres de la tarde. Hace ya una semana que me puedo parar para ir al baño, es tan molesto hacer pipí en esos patitos o como se llamen. Viene la enfermera – Que esta bien rica por cierto- y me asea, esta es la parte que más disfruto del hospital y la comida, que yo sepa a nadie le gusta, pero a mi la comida de enfermo me encanta. Una vez que la enfermera terminó de hacer todo su trabajo, me senté y le pregunté.
-Oye, ¿Te puedo pedir dos favores?
-Sí, dime no más. Contestó la enfermera con esas voces de operadoras fono puta.
-Me puedes decir dónde está mi ropa, quiero sacar algo de mi billetera. Respondí. La última parte era mentira, obvio, lo único que quería era sacar la ropa y largarme cuanto antes de aquí.
-En el clóset frente tuyo, si quieres lo dejo abierto para que puedas sacar tus cosas. Respondió con una sonrisa.
-Muchas gracias. Respondí. Mientras se paraba e iba al mueble, se agacho un poco para poder meter la llave que no coincidía con la chapa. En ese instante, supuse que esta enfermera no llevaba sostenes bajo el delantal, cuando se agachó pude ver casi como una imagen en detalle su par de atribuciones. Estaba vuelto loco.
-¿Y la otra pregunta Simón? Parece que se dio cuenta.
- Emmm… ¿Me queri dar tu número de teléfono? Tenía que preguntarle eso, estaba muy buena y esta oportunidad no se me podía resbalar de las manos. A estas alturas me daba lo mismo Andrea. De hecho la odiaba con toda mi alma, por su culpa estoy acá.
- Jajaja, qué patudo me salió el paciente, si tuvieras unos 5 años más podría dártelo. Pero no te preocupes, nos vamos a seguir viendo. Te queda por lo menos medio mes más aquí. Sonreía con una belleza que hacía que poco menos se iluminara por algo superior – Ahí está abierto el clóset, cualquier problema aprieta el botoncito de tu camilla. Añadió
La primera parte del plan estaba casi completa, no se puede siempre tener lo que uno quiere. No me sabía ni el nombre de la enfermera, pero me había abierto el clóset por lo menos. Me podría vestir y pasar desapercibido.
Son las diez de la noche y todo está tranquilo. Pesqué el teléfono y llamé a un radio taxi. A las 11 me estaría esperando en Av. Providencia con Holanda.
En esos momentos no sabía que hacer, tenía un montón de mangueritas conectadas a mi brazo y no podía salir con ellas a la calle. Me acordé que en casi todas las películas de hospitales y de tipos que se arrancan de lugares en los cuales están conectados con mangueras, se las tiran del brazo y estas salen altiro. Pesqué las cuatro mangueras de mi brazo derecho y las tiré con todas mis fuerzas.
– ¡¡¡Conchetumadreeee!!! Grite.
Sentí un dolor que jamás por mi cuerpo había pasado. Me aseguré que las agujas habían salido todas, estaban las cuatro chorreando líquidos raros mezclados con sangre. Cuando me di cuenta que había pegado un grito gutural y que seguramente todo el hospital lo había escuchado, en esos momentos el tiempo jugaba en mi contra.
De mi brazo chorreaba un hilito de sangre, pero lo podía mover bien. Fui al clóset y saqué los pantalones, estaban impeques, ni sangre ni nada, un poco rasgados en las rodillas porque los fierros del auto me los rompieron. Luego saque las Converse, no habían calcetines ni nada. Estaban manchadas con un poquito de sangre por el accidente. Me demoré un millón en ponérmelas, es más difícil, y más aún si uno está nervioso. Mi polera de Led Zeppelin era un gran manchón rojo. No me la podía poner, era muy obvio para la gente del exterior que me había pasado algo. Me quede con el pijama del hospital, que en realidad no cubrían nada y saqué mi abrigo negro.
Sentía que los doctores y el personal de turno comenzaba a correr por los pasillos, me asomé por la puerta y justo pasaron de largo, creyeron que había sido el abuelito de al lado.
Tomé un respiro y me puse a correr, me pasee por todos los pasillos del tercer piso. Había una recepción justo frente mío, al lado estaba la escalera y el ascensor. Me puse en punta y codos, me arrastré, el recepcionista no se dio cuenta. Llegué a la escalera y las bajé lo más rápido que pude. Una vez abajo, había un gran hall, donde a lo lejos estaba la puerta de entrada. La trate de abrir, pero no hubo caso. -Veinte para las once, es obvio que no iba a estar abierta. Pensé.
De pronto una iluminación se me vino a la cabeza - ¡Urgencias!
Corrí hasta urgencias, pasé por el pasillo hecho una bala. En esos lugares del hospital da lo mismo quien corre o no, total ahí todo el mundo anda acelerado.
Abrí las puertas de la entrada y me topé con los estacionamientos, respiré. Respiré el smog de Santiago y cierta sensación de soledad me inundó completamente. Miré al cielo y las estrellas me acompañaban, eran de esas noches heladas y estrelladas en las que solía caminar junto con Andrea. Su imagen en mi memoria aún no se borraba, a lo lejos sentía el pitar de los autos y el ruido de las micros al acelerar. El pasillo del hospital, a lo lejos corrían cinco personas en dirección a la salida, parecían preocupadas. ¡Chucha es a mí a quien buscan!
Salí del hospital y a mis espaldas me seguían unos guardias y cinco hombres de blanco. El radio taxi estaba esperando a las 11 en el lugar acordado. Abrí la puerta y me subí.
-¿Dónde lo llevo joven? Preguntó el chofer.
-¡Acelera weon, acelera!
2 comentarios:
uta q deja metio ...
ahhh..
me gusto leer sobre su desesperación..
*PI*
wena!
k simon se corte un coco!
me tiene chato
...
no si sta wena!
k no se mee no más
cya!
adio!
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