15 enero 2006

Antes de la verdad


Tarde.


Me siento nerviosa, no me quiero despegar del televisor. En está cajita está la información que necesito para saber los primeros resultados.
Me acuerdo de mi padre, me imagino que me hubiese dicho en estos casos. Tan solo por haber llegado hasta acá supongo que ya se sentiría extremadamente orgulloso de mi, tanto como lo que yo sigo sintiendo por el.

Son ya las 6:20 y comienzan a dar los cómputos del primer recuento, mis hijos están a mi alrededor, todos callados. Nadie quiere que se escape un aliento que nos pueda desconcentrar. Esto es parecido a la teletón cuando don Francisco dice el monto final, nadie quiere perder. Todo chile quiere sentirse triunfador.
Me asomo por la ventana. En la calle, frente a la escuela militar, ya siento algunas bocinas que dan un claro indicio de festejos. Pero no hay banderas, aún no sé que mitad del país ganó.

Comienza a sonar el teléfono y corro a contestarlo, mis hijos saltan en un pie.

-Michelle, felicitaciones, te deseo lo mejor en tú gobierno. Me dice una voz orgullosa, pero a punto de quebrarse.

-¿Sebastián? Pregunté

-Sí Michelle soy yo, ganaste. Llamaba para felicitarte y desearte la mejor de las suertes. En estos meses de campaña nunca pude decirte que fue un agrado haber tenido un excelente contrincante como tú. Espero que hagas lo mejor por el país.

-Así será, no te preocupes, el futuro de chile está en buenas manos y voy a dar lo mejor de mí. Respondí

-Bueno te dejo, debes celebrar con los tuyos. Adiós.

-Adiós.

Cuelgo el teléfono e inmediatamente vuelve a sonar. Pienso en la gentileza de este hombre en llamarme y felicitarme; un caballero, o puede que Cecilia lo haya obligado a hacerlo, no importa. Ahora debo empezar a terminar de redactar el discurso que daré en la Alameda más tarde, he cambiado la historia de un país, 200 años de republica no son pocos para que por fin hubiese un vuelco en esta sociedad machista.

Mis hijos corren a abrazarme, me llenan de besos y me aprietan fuerte, cierro los ojos y recuerdo a mi padre. Lo extraño, podría estar aquí junto a mi madre y todos nosotros. –Viejito, lo logré-





La misma tarde un poco más arriba de escuela militar.


Estoy confiado, trato de estarlo, no quiero que todos aquí me vean nervioso. Cecilia se da cuenta y me conversa de otras cosas para distraerme. Prohibí que prendieran el televisor, no me interesa saber como van las cosas allá afuera.
El negro anda vuelto loco, ni que fuera el quien va a salir presidente. Me regaló una cena en la casa. Esta lleno de mozos, que corren de un lado a otro poniendo las botellas de champaña. Siento el olor a los mariscos cocinándose adentro.
Recuerdo que en California nunca pude echarme algo que viniera del mar en la boca. En ese entonces las cosas no iban tan rápidas como ahora, no habían obligaciones como las que tengo ahora, recorría Estados Unidos con el negro en moto.
Creo que es uno de los más lindos recuerdos que tengo del país de las oportunidades. Allá fui hippie y libre, mientras que acá ser hippie era sumamente mal mirado por los padres. Los míos se tuvieron que acostumbrar, en California estaba todo pasando.

Ya son las 6:20 y el negro tiene cara de funeral, escuchó la noticia mientras sacaba unas cosas que se le habían olvidado del auto. Se acerca a mí, sonríe como lo hace siempre y me abraza.

-Puta papurri, no siempre se puede ganar.

-Si lo sé negrito, bueno hay que tirar para arriba, total soy una persona emprendedora. Bueno, tú sabes, y no me rendiré para la próxima campaña.

-¡Así se habla perrito! Me gritó.

El ambiente es triste acá, ya todos supieron la noticia. Miro la mesa donde está todo servido y tengo claro que las botellas de champaña van a tener que guardarse para cuatro años más. Mis hijos lloran, no les gusta la idea de ver a su papá perder. Cecilia me da un beso y me dice que de estas cosas hay que aprender y sacar lo bueno.

Ahí es cuando pienso en toda la gente que conocí, el chile que no sospechaba que existía y la cantidad de historias que me cautivaron el alma.
No quiero tirar la esponja así de fácil, nunca lo he hecho y tampoco lo voy hacer, hay un país que me necesita y voy a luchar por el cambio que quiero. Ahora perdí y me cuesta aceptarlo, no estoy acostumbrado a perder y creo nunca me había pasado, hasta ahora.

La comida nunca sabe bien cuando sientes en la boca un gusto a derrota. Miro la botella que nunca se abrió y me acuerdo de Michelle.
La voy a llamar.

4 comentarios:

Alejandro Jofré dijo...

no-velas a tus muertos. fric

Anónimo dijo...

esta bueno trooper, esperemos q este gobierno nos enorgullezca...
siempre socialista, saludos
nos vemos

Fido

RockerA-TerCioPelo dijo...

me gusta tu manera de plantear las cosas...


nos conocemos??



saludos y besitos! :)

;)

attE

Susana

Tomás dijo...

La ficción osada en lo cierto.

Interesante...ø