De Cero.
Se me formateo el pc. Perdí cuentos y demases cosas que eran(medianamente) importantes para mi.
Mañana me voy a mochilear al sur así que veo casí imposible seguir escribiendo por lo menos en 25 días.
Así que Shut Down the tecnology for a long moment.
Por cierto esto es cierto, lo que se lea hacia atrás es solo ficción y no egolatría mia sobre mis historias cotidianas.
Cya!
30 enero 2006
25 enero 2006
ígneo:De fuego u color, o que tiene alguna de sus cualidades. Se dice de las rocas volcánicas procedentes de la masa en fusión existente en el interior de la Tierra.
Y pensarlo dos veces
Ardores semejantes,
Ardores semejantes,
La luna se deshoja
entre los dedos como pecado infinito,
hostia obscena
allá en el cielo,
se desmembra
de papas
mal cocidas
y brotan sus tubérculos
bajo el puente
en que los enamorados
no se besan
antes de lanzar su amor,
con sus cuerpos por plomos,
para amarse entre piedras,
golpes,
sangres frías,
besos mortuorios
y en la ciénaga delirante
del río y su luna
abandonar el ardor
del bote
que remaban,
de a dos.
Y pensarlo dos veces
antes de romper
las cadenas crudas,
es mejor.
Los asuntos se vuelven crípticos,
los ardores se mezclan
en ojos rojos,
azules, negros todos.
Ardores semejantes,
son asuntos de costales agujereados.
Ardores semejantes,
(son)
asuntos ígneos...ø
De Tomas Reyes.
Gracias tomás por la paciencia.
20 enero 2006
Escrito en I medio el 2001
Los pasos de la soledad.
Los pasos de la soledad.
Caminaba con gran mesura por esa larga vereda a un costado de la Costanera, acompañado de esos estáticos titanes de madera quienes lloraban sus abrigos producto del incontrolable clima otoñal que llegaba fugazmente y sin aviso, con aires de un cambio inalterable.
Me divertía mirando como las hojas bailaban inertes al compás del viento. Observaba entre esas luciérnagas que revoloteaban en la calle, unos ojos que brillaban atentos en las barandas del Mapocho el momento más oportuno para extender sus oscuras alas y con sus garras tomar por suyo lo que no les pertenecía.
Más abajo vivían espectros quienes no conocían la luz del día, quienes el destino los forjó a estar incomunicados, ser masas que vagan sin rumbo o registro alguno, a orillas de un río de colores oscuros y podridos, con olores provenientes de los sectores mas acomodados.
Ellos nada esperaban de la vida y esta no esperaba nada de ellos, pero estaban ahí como una estampa que la sociedad escondía.
Paralelo a esto estaba otro camino con nombre de algún santo, dando un énfasis al mismo cerro de concreto que se levantaba sobre todas nuestras cabezas.
Donde residían gentes que pendían de un hilo de distintos tamaños, donde las almas paseaban por sus largos pasillos y otros que trataban de traerlas a sus cuerpos.
Pero eso era imposible, porque allí habitaba un guardián de mascara oscura, borrosa como el crepúsculo donde se juntaba el día y la noche. Quien se dedicaba a cortar todos los sueños, ilusiones, los hilos de los que estamos aferrados. El reía y decidía el viaje de todos nosotros.
Esperaba en el umbral de las blancas paredes, sacaba cuentas y conversaba con alguien eternamente. Luego se acercaba, abría sus lánguidos brazos y arrullaba a sus víctimas, tomando todos sus recuerdos, dejando un último suspiro.
De pronto vi que se asomaba por lo más alto del edificio dando un vistazo a todos sus dominios. Su mirada se posó en mí inconscientemente, intercambiamos ideas con un saludo y luego se difuminó con la noche.
Levantaba el cuello de mi abrigo para que el frío no corroyera mas mis gastados huesos, mis pasos eran cada vez más frágiles y pausados, sentía que alguien me perseguía imitando mis pisadas, percibía su insistente mirada en mi nuca, un hielo recorría mi espalda y la desesperación se hacia cada vez mas notoria. La respiración se agitaba, la angustia dominaba mi cuerpo y se anudaba en mi garganta.
Tras pasar un buen rato así me arme de valor y giré la vista, dándome cuenta que no había absolutamente nadie; solo era un producto de la imaginación. Ahí comprendí que mi soledad me estaba acompañando en este largo viaje, apoderándose de mi cuerpo para luego materializarse y atormentarme.
Los pasos desaparecieron y me empecé a sentir aun más solo. Dejé de caminar, el cielo me miro con misericordia.
Lleve estas viejas, gastadas y trabajadas manos a mi cara y caí en un profundo mar de lágrimas.
15 enero 2006
Antes de la verdad
Me siento nerviosa, no me quiero despegar del televisor. En está cajita está la información que necesito para saber los primeros resultados.
Me acuerdo de mi padre, me imagino que me hubiese dicho en estos casos. Tan solo por haber llegado hasta acá supongo que ya se sentiría extremadamente orgulloso de mi, tanto como lo que yo sigo sintiendo por el.
Son ya las 6:20 y comienzan a dar los cómputos del primer recuento, mis hijos están a mi alrededor, todos callados. Nadie quiere que se escape un aliento que nos pueda desconcentrar. Esto es parecido a la teletón cuando don Francisco dice el monto final, nadie quiere perder. Todo chile quiere sentirse triunfador.
Me asomo por la ventana. En la calle, frente a la escuela militar, ya siento algunas bocinas que dan un claro indicio de festejos. Pero no hay banderas, aún no sé que mitad del país ganó.
Comienza a sonar el teléfono y corro a contestarlo, mis hijos saltan en un pie.
-Michelle, felicitaciones, te deseo lo mejor en tú gobierno. Me dice una voz orgullosa, pero a punto de quebrarse.
-¿Sebastián? Pregunté
-Sí Michelle soy yo, ganaste. Llamaba para felicitarte y desearte la mejor de las suertes. En estos meses de campaña nunca pude decirte que fue un agrado haber tenido un excelente contrincante como tú. Espero que hagas lo mejor por el país.
-Así será, no te preocupes, el futuro de chile está en buenas manos y voy a dar lo mejor de mí. Respondí
-Bueno te dejo, debes celebrar con los tuyos. Adiós.
-Adiós.
Cuelgo el teléfono e inmediatamente vuelve a sonar. Pienso en la gentileza de este hombre en llamarme y felicitarme; un caballero, o puede que Cecilia lo haya obligado a hacerlo, no importa. Ahora debo empezar a terminar de redactar el discurso que daré en la Alameda más tarde, he cambiado la historia de un país, 200 años de republica no son pocos para que por fin hubiese un vuelco en esta sociedad machista.
Mis hijos corren a abrazarme, me llenan de besos y me aprietan fuerte, cierro los ojos y recuerdo a mi padre. Lo extraño, podría estar aquí junto a mi madre y todos nosotros. –Viejito, lo logré-
La misma tarde un poco más arriba de escuela militar.
Estoy confiado, trato de estarlo, no quiero que todos aquí me vean nervioso. Cecilia se da cuenta y me conversa de otras cosas para distraerme. Prohibí que prendieran el televisor, no me interesa saber como van las cosas allá afuera.
El negro anda vuelto loco, ni que fuera el quien va a salir presidente. Me regaló una cena en la casa. Esta lleno de mozos, que corren de un lado a otro poniendo las botellas de champaña. Siento el olor a los mariscos cocinándose adentro.
Recuerdo que en California nunca pude echarme algo que viniera del mar en la boca. En ese entonces las cosas no iban tan rápidas como ahora, no habían obligaciones como las que tengo ahora, recorría Estados Unidos con el negro en moto.
Creo que es uno de los más lindos recuerdos que tengo del país de las oportunidades. Allá fui hippie y libre, mientras que acá ser hippie era sumamente mal mirado por los padres. Los míos se tuvieron que acostumbrar, en California estaba todo pasando.
Ya son las 6:20 y el negro tiene cara de funeral, escuchó la noticia mientras sacaba unas cosas que se le habían olvidado del auto. Se acerca a mí, sonríe como lo hace siempre y me abraza.
-Puta papurri, no siempre se puede ganar.
-Si lo sé negrito, bueno hay que tirar para arriba, total soy una persona emprendedora. Bueno, tú sabes, y no me rendiré para la próxima campaña.
-¡Así se habla perrito! Me gritó.
El ambiente es triste acá, ya todos supieron la noticia. Miro la mesa donde está todo servido y tengo claro que las botellas de champaña van a tener que guardarse para cuatro años más. Mis hijos lloran, no les gusta la idea de ver a su papá perder. Cecilia me da un beso y me dice que de estas cosas hay que aprender y sacar lo bueno.
Ahí es cuando pienso en toda la gente que conocí, el chile que no sospechaba que existía y la cantidad de historias que me cautivaron el alma.
No quiero tirar la esponja así de fácil, nunca lo he hecho y tampoco lo voy hacer, hay un país que me necesita y voy a luchar por el cambio que quiero. Ahora perdí y me cuesta aceptarlo, no estoy acostumbrado a perder y creo nunca me había pasado, hasta ahora.
La comida nunca sabe bien cuando sientes en la boca un gusto a derrota. Miro la botella que nunca se abrió y me acuerdo de Michelle.
La voy a llamar.
Tarde.
Me siento nerviosa, no me quiero despegar del televisor. En está cajita está la información que necesito para saber los primeros resultados.
Me acuerdo de mi padre, me imagino que me hubiese dicho en estos casos. Tan solo por haber llegado hasta acá supongo que ya se sentiría extremadamente orgulloso de mi, tanto como lo que yo sigo sintiendo por el.
Son ya las 6:20 y comienzan a dar los cómputos del primer recuento, mis hijos están a mi alrededor, todos callados. Nadie quiere que se escape un aliento que nos pueda desconcentrar. Esto es parecido a la teletón cuando don Francisco dice el monto final, nadie quiere perder. Todo chile quiere sentirse triunfador.
Me asomo por la ventana. En la calle, frente a la escuela militar, ya siento algunas bocinas que dan un claro indicio de festejos. Pero no hay banderas, aún no sé que mitad del país ganó.
Comienza a sonar el teléfono y corro a contestarlo, mis hijos saltan en un pie.
-Michelle, felicitaciones, te deseo lo mejor en tú gobierno. Me dice una voz orgullosa, pero a punto de quebrarse.
-¿Sebastián? Pregunté
-Sí Michelle soy yo, ganaste. Llamaba para felicitarte y desearte la mejor de las suertes. En estos meses de campaña nunca pude decirte que fue un agrado haber tenido un excelente contrincante como tú. Espero que hagas lo mejor por el país.
-Así será, no te preocupes, el futuro de chile está en buenas manos y voy a dar lo mejor de mí. Respondí
-Bueno te dejo, debes celebrar con los tuyos. Adiós.
-Adiós.
Cuelgo el teléfono e inmediatamente vuelve a sonar. Pienso en la gentileza de este hombre en llamarme y felicitarme; un caballero, o puede que Cecilia lo haya obligado a hacerlo, no importa. Ahora debo empezar a terminar de redactar el discurso que daré en la Alameda más tarde, he cambiado la historia de un país, 200 años de republica no son pocos para que por fin hubiese un vuelco en esta sociedad machista.
Mis hijos corren a abrazarme, me llenan de besos y me aprietan fuerte, cierro los ojos y recuerdo a mi padre. Lo extraño, podría estar aquí junto a mi madre y todos nosotros. –Viejito, lo logré-
La misma tarde un poco más arriba de escuela militar.
Estoy confiado, trato de estarlo, no quiero que todos aquí me vean nervioso. Cecilia se da cuenta y me conversa de otras cosas para distraerme. Prohibí que prendieran el televisor, no me interesa saber como van las cosas allá afuera.
El negro anda vuelto loco, ni que fuera el quien va a salir presidente. Me regaló una cena en la casa. Esta lleno de mozos, que corren de un lado a otro poniendo las botellas de champaña. Siento el olor a los mariscos cocinándose adentro.
Recuerdo que en California nunca pude echarme algo que viniera del mar en la boca. En ese entonces las cosas no iban tan rápidas como ahora, no habían obligaciones como las que tengo ahora, recorría Estados Unidos con el negro en moto.
Creo que es uno de los más lindos recuerdos que tengo del país de las oportunidades. Allá fui hippie y libre, mientras que acá ser hippie era sumamente mal mirado por los padres. Los míos se tuvieron que acostumbrar, en California estaba todo pasando.
Ya son las 6:20 y el negro tiene cara de funeral, escuchó la noticia mientras sacaba unas cosas que se le habían olvidado del auto. Se acerca a mí, sonríe como lo hace siempre y me abraza.
-Puta papurri, no siempre se puede ganar.
-Si lo sé negrito, bueno hay que tirar para arriba, total soy una persona emprendedora. Bueno, tú sabes, y no me rendiré para la próxima campaña.
-¡Así se habla perrito! Me gritó.
El ambiente es triste acá, ya todos supieron la noticia. Miro la mesa donde está todo servido y tengo claro que las botellas de champaña van a tener que guardarse para cuatro años más. Mis hijos lloran, no les gusta la idea de ver a su papá perder. Cecilia me da un beso y me dice que de estas cosas hay que aprender y sacar lo bueno.
Ahí es cuando pienso en toda la gente que conocí, el chile que no sospechaba que existía y la cantidad de historias que me cautivaron el alma.
No quiero tirar la esponja así de fácil, nunca lo he hecho y tampoco lo voy hacer, hay un país que me necesita y voy a luchar por el cambio que quiero. Ahora perdí y me cuesta aceptarlo, no estoy acostumbrado a perder y creo nunca me había pasado, hasta ahora.
La comida nunca sabe bien cuando sientes en la boca un gusto a derrota. Miro la botella que nunca se abrió y me acuerdo de Michelle.
La voy a llamar.
08 enero 2006
Pienso escribir una semana de este personaje y sus historias, así el texto pueda terminar como un cuento largo...
La alternativa de los baños públicos.
Domingo:
No se por qué pero este día tiene la característica de ser triste, como un primero de Enero en donde todo el mundo se abraza a las 12:00 y juegan a destruir sus vidas para empezar un año “renovado”.
Hoy no es primero de enero, pero es domingo y eso es suficiente para que toda la nostalgia se acapare y me haga sentir mal.
He tratado todo el día de no pensar mucho y ahora, a las 10 de la noche, vuelvo a la rutina en la casa de un desconocido, amigo de un ex compañero. Veo caras conocidas y comprendo que hemos madurado un poco. La prueba que dimos hace cuatro días atrás pareciera habernos hecho madurar.
El tema aquí es bastante recurrente y poco original: “¿como te fue? O ¿Qué querí estudiar?”. Supongo que no quiero pensar mucho en eso, tampoco imaginarme de lo que será mi futuro, por ahora no.
Ya es bastante tarde y nos terminaron echando a todos de la casa donde estábamos por bulliciosos. Al lado mío está Patricio, un buen amigo que siempre está con su silencio apoyándome, creo que esa es su mejor arma.
Camino un poco más y me dan unas inmensas ganas de ir al baño y como en la calle no hay baños públicos, terminé meando en la fachada de una casa. Estaba bastante mareado como para pensar en esconderme detrás de un arbolito y hacer ahí todas mis necesidades. La casa era bonita, igual a la mía, idéntica a todas las casas de este barrio. Tenía todas sus luces apagadas y me hacia suponer que no había nadie. Patricio estaba un poco más lejos haciéndome señas que yo no entendía y tampoco le daba mucha importancia.
Para mi sorpresa llega el dueño de la casa, imponente sobre su auto, iluminándome la espalda y parte de mi cara.
-Que te pasa huevon, que te vení a mear en mi casa. Me dice sobre su auto, que ahora me había dado cuenta que era un yaris gris del año.
-Puta disculpa, pero no me di cuenta. Respondí
Trato de buscar a Patricio para que me ayude a salir de aquí, pero él ya estaba corriendo hace rato calle abajo. Sabía que estábamos en problemas y el Pato no me quiso ayudar, con su silenciosa presencia.
-Señor, sabe, me tengo que ir. Le digo en el tono mas infantil posible, hasta mi me parece algo absurdo.
-Tú pendejo no te vas para ningún lado, voy a llamar a los pacos.
Escuche la palabra pacos y tan solo atiné a correr. Supongo que di un poco de respeto, porque el caballero del auto ni se bajó para perseguirme. Corrí calle abajo y quizás un poco más, corrí como nunca antes lo había hecho, con miedo y rabia, rabia por encontrarme siempre solo cuando necesito a alguien. Alguien me grita entre unas ramas y la oscuridad de los árboles. Era Patricio.
-Oye maricon, porque no me avisaste.
- Puta huevon y que querías que hiciera, ¿que te gritara acaso?
-Mínimo po pelota, ahora seguramente el viejo llamó a los pacos y me tienen que andar buscando.
-Relájate, si no es para tanto.
Patricio siempre me pide que me relaje, Será porque nunca se mete en problemas y tampoco ayuda mucho cuando yo los tengo. Ahora me cuestiono si realmente vale la pena tener a alguien así como amigo, bueno lo conozco desde que entré al colegio y mi mamá lo odia, porque lo encuentra muy vago. Yo también tengo algo de vago en este momento, no sé como me habrá ido en la maldita prueba y tampoco quiero pensar en lo que venga después. No soy ni estudiante ni nada. Ahora me siento como una carga para el país y para esta sociedad.
El Pato no se preocupa nunca de nada, me ha dicho que quiere vivir con sus padres hasta los 35 y yo lo encuentro de lo más poco normal. Tampoco sabe que quiere estudiar, así que no sé que hará este otro año, supongo que seguir fumando marihuana con el bong que compramos en la gira a brasil o pasarse toda una semana en mi casa, sin impórtale que yo este. El siempre es el remplazo cuando yo no estoy, aunque mi mamá lo odie, le tiene cierto cariño. Total igual es mi amigo.
-Mira ahí va el auto del viejo. Me dice apuntando el yaris gris.
-Ya, mejor ándate a tú casa. Porque hoy no pienso prestarte mi cama para que duermas, llevas un mes aquí.
-Será po. Y se fue corriendo, como lo hace él. Todo deforme.
No me había dado cuenta, pero seguramente por instinto, había llegado a mi casa. Así que entre los más callado posible para no despertar a nadie.
Entro a mi pieza y veo un bolso sobre mi cama que me recuerda que mañana me voy a la playa con mis ex compañeros.
Abro los cajones y no hay ropa, tenía que plancharla. Veo la cómoda y me doy cuenta que tampoco tenía plata. Así que voy a tener que levantarme temprano para recordarle a mi mamá que mañana me voy.
Son las 4 de la madrugada, el tiempo pasa rápido cuando uno anda haciendo estupideces, y saco la plancha, la enchufo y me quemo la mano con la lata que deja la ropa estirada.
Las cosas no me pueden seguir saliendo mal, ha sido el peor domingo de todos.
La alternativa de los baños públicos.
Domingo:
No se por qué pero este día tiene la característica de ser triste, como un primero de Enero en donde todo el mundo se abraza a las 12:00 y juegan a destruir sus vidas para empezar un año “renovado”.
Hoy no es primero de enero, pero es domingo y eso es suficiente para que toda la nostalgia se acapare y me haga sentir mal.
He tratado todo el día de no pensar mucho y ahora, a las 10 de la noche, vuelvo a la rutina en la casa de un desconocido, amigo de un ex compañero. Veo caras conocidas y comprendo que hemos madurado un poco. La prueba que dimos hace cuatro días atrás pareciera habernos hecho madurar.
El tema aquí es bastante recurrente y poco original: “¿como te fue? O ¿Qué querí estudiar?”. Supongo que no quiero pensar mucho en eso, tampoco imaginarme de lo que será mi futuro, por ahora no.
Ya es bastante tarde y nos terminaron echando a todos de la casa donde estábamos por bulliciosos. Al lado mío está Patricio, un buen amigo que siempre está con su silencio apoyándome, creo que esa es su mejor arma.
Camino un poco más y me dan unas inmensas ganas de ir al baño y como en la calle no hay baños públicos, terminé meando en la fachada de una casa. Estaba bastante mareado como para pensar en esconderme detrás de un arbolito y hacer ahí todas mis necesidades. La casa era bonita, igual a la mía, idéntica a todas las casas de este barrio. Tenía todas sus luces apagadas y me hacia suponer que no había nadie. Patricio estaba un poco más lejos haciéndome señas que yo no entendía y tampoco le daba mucha importancia.
Para mi sorpresa llega el dueño de la casa, imponente sobre su auto, iluminándome la espalda y parte de mi cara.
-Que te pasa huevon, que te vení a mear en mi casa. Me dice sobre su auto, que ahora me había dado cuenta que era un yaris gris del año.
-Puta disculpa, pero no me di cuenta. Respondí
Trato de buscar a Patricio para que me ayude a salir de aquí, pero él ya estaba corriendo hace rato calle abajo. Sabía que estábamos en problemas y el Pato no me quiso ayudar, con su silenciosa presencia.
-Señor, sabe, me tengo que ir. Le digo en el tono mas infantil posible, hasta mi me parece algo absurdo.
-Tú pendejo no te vas para ningún lado, voy a llamar a los pacos.
Escuche la palabra pacos y tan solo atiné a correr. Supongo que di un poco de respeto, porque el caballero del auto ni se bajó para perseguirme. Corrí calle abajo y quizás un poco más, corrí como nunca antes lo había hecho, con miedo y rabia, rabia por encontrarme siempre solo cuando necesito a alguien. Alguien me grita entre unas ramas y la oscuridad de los árboles. Era Patricio.
-Oye maricon, porque no me avisaste.
- Puta huevon y que querías que hiciera, ¿que te gritara acaso?
-Mínimo po pelota, ahora seguramente el viejo llamó a los pacos y me tienen que andar buscando.
-Relájate, si no es para tanto.
Patricio siempre me pide que me relaje, Será porque nunca se mete en problemas y tampoco ayuda mucho cuando yo los tengo. Ahora me cuestiono si realmente vale la pena tener a alguien así como amigo, bueno lo conozco desde que entré al colegio y mi mamá lo odia, porque lo encuentra muy vago. Yo también tengo algo de vago en este momento, no sé como me habrá ido en la maldita prueba y tampoco quiero pensar en lo que venga después. No soy ni estudiante ni nada. Ahora me siento como una carga para el país y para esta sociedad.
El Pato no se preocupa nunca de nada, me ha dicho que quiere vivir con sus padres hasta los 35 y yo lo encuentro de lo más poco normal. Tampoco sabe que quiere estudiar, así que no sé que hará este otro año, supongo que seguir fumando marihuana con el bong que compramos en la gira a brasil o pasarse toda una semana en mi casa, sin impórtale que yo este. El siempre es el remplazo cuando yo no estoy, aunque mi mamá lo odie, le tiene cierto cariño. Total igual es mi amigo.
-Mira ahí va el auto del viejo. Me dice apuntando el yaris gris.
-Ya, mejor ándate a tú casa. Porque hoy no pienso prestarte mi cama para que duermas, llevas un mes aquí.
-Será po. Y se fue corriendo, como lo hace él. Todo deforme.
No me había dado cuenta, pero seguramente por instinto, había llegado a mi casa. Así que entre los más callado posible para no despertar a nadie.
Entro a mi pieza y veo un bolso sobre mi cama que me recuerda que mañana me voy a la playa con mis ex compañeros.
Abro los cajones y no hay ropa, tenía que plancharla. Veo la cómoda y me doy cuenta que tampoco tenía plata. Así que voy a tener que levantarme temprano para recordarle a mi mamá que mañana me voy.
Son las 4 de la madrugada, el tiempo pasa rápido cuando uno anda haciendo estupideces, y saco la plancha, la enchufo y me quemo la mano con la lata que deja la ropa estirada.
Las cosas no me pueden seguir saliendo mal, ha sido el peor domingo de todos.
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