22 enero 2011

Ojos Rojos

Hay una idea.No adelantaré nada más pero lea y póngale play antes de leer.Historias con Soundtrack





La música retumbaba en todas las paredes del pequeño  escondido bar en pleno Providencia. Las luces y el humo dejaban entre ver a ratos pequeñas manos alzadas que se movían al compás del beat.  Él con los ojos cerrados, sólo dejaba que las vibraciones de los bajos traspasaran su cuerpo. Una calada profunda de cigarro y una exhalación relajada. Un sorbo de agua a ratos para pasar el gusto raro de una piscola mal hecha.  Las tres de la madrugada y en el local todavía no ocurría nada.

Roberto, quien me invitó al antro, ya estaba bailando con una mujer que bordeaba los 30 años. Sofía se llamaba, tenía el pelo rubio y crespo hediondo a humo y un cuerpo que una joven de 20 años envidiaría.

Entre Roberto y su nueva  amante se habían echado al cuerpo unas dos pastillas de éxtasis cada uno. La sed era lo único que los unía además de una promesa de sexo en mi departamento.  Él en cambio seguía mirando desde la tarima fumando tranquilo mirando como todo pasaba en la pista de baile.

-Oye Gustavo, ese loco nos lleva ene rato mirando, qué onda – Comentó Roberto.

-No sé, en una de esas quiere contigo, o con la treintañera con la que estás bailando. Quién sabe, preocúpate mejor que no se te arranque esta mina para que tengas algo de acción esta noche – Respondí.

Mis intenciones en el fondo eran más oscuras de las que Roberto pensaba, yo no pretendía irme con nadie al departamento, Sofía tenía cara de experimentada y de seguro aceptaría un enredo entre los tres.

La niñita con la que estaba bailando no me calentaba para nada. Claudia, según ella 23, según yo 17, un buen maquillaje, un discurso bien preparado que estudia en la universidad, que día miércoles no pasa nada, que mañana tiene prueba de anatomía, pero nada que unas Mentix no puedan salvar. En el fondo de su corazón Claudia sabe que es niñita de bien, que estudia en enseñanza media en un colegio de monjas, que le dijo a sus papás que se quedaría estudiando donde una amiga y su amiga le dijo a sus papás que se quedaría en casa de Claudia, el plan perfecto para dos menores que están recién despertando en la vida.

-¡Ey, Gustavo! –Me llamó Claudia.

-¿Qué pasa?- respondí. Se acercó con la intención de darme un beso, pero su inteligencia emocional era más grande, pegó su boca rozando el lóbulo de mi oreja.

-¿No me quieres invitar un trago?

-No. Después quizás ahora no quiero.

La respuesta la descolocó, no podía irse esa noche sin tener una historia que contar, además no tenía donde dormir, el plan con su amiga estaba tramado desde un principio que cada una tendría que acostarse en alguna cama, pero no en las de ellas. Claudia se acercó, me abrazó por la espalda y me besó segura de lo que estaba haciendo. Esa noche ella tenía la certeza que a su casa no llegaría a como diera lugar.

-¿Y en tu departamento?

Miré a Roberto en señal de aceptación, pero estaba muy ido. Las pastillas ya le habían hecho efecto. Por otro lado la idea del trío con Sofía hacía ratos la veía borrosa, a ratos se veían bien juntos, como estas parejas que se conocen de toda una vida. Una sensación rara que alguna vez viví y supuse que Roberto aparte de caliente andaba en las mismas.

-Claudia, ve por tus cosas, dile a tu amiga que pasas la noche conmigo y vámonos de aquí. Te espero en la entrada- le dije mientras iba por mi chaqueta y las llaves del auto.

En tanto él continuaba desde la tarima viendo como me retiraba del lugar, con una piscola mal hecha su mano y en la otra un cigarrillo que no dejó de fumar durante toda la noche.

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