05 diciembre 2009


Que fome es quedarse cuando todo el mundo está afuera. Cuando a los llamados no hay respuesta, no hay respuesta, no hay respuesta.
Tengo sobredosis de pensamientos. Intoxicado con pesadillas que me levantan casi por cronometro militar, a las 2, 4 y 5 de la mañana. Un amigo me dijo que lo mejor era no pensar tanto y no agrandar un problema que era así – mostrándome una cajetilla de cigarros – a algo más grande. Imagínense, si tan sólo se pudiera guardar todo en una cajetilla, seguro no fumaria y nadie lo haría. O sí, en realidad lo haría después de todo, una vida sin complicaciones perdería el sentido de todo.
Espero el tren hace un buen rato, pero entre tanto esperar, me puse a caminar por la línea. Sobre la línea. Me voy a demorar, los sé. Pero voy a llegar. Tarde, quizás a la hora de once cuando nadie espera visitas y todos endulzan un poco el paladar. O en la noche, cuando ya las cartas del día estuvieron tiradas. Me voy a demorar, llegaré cuando nadie se lo espere. Tarde, pero lo suficientemente luego para no hacer esperar .

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