31 marzo 2007

Guardar silencio para tratar de entender, callar para siempre si es necesario.
No hablar mucho, simplemente observar, analizar, estar ajeno. Desde otra perspectiva.
Desvelarse y sumergirse en la oscuridad propia, conversando con los demonios internos, esos que hablan, que atormentan, que traen nostalgias y recuerdos perdidos. Hablar solo, responderse al mismo tiempo.
Una conversación que da vueltas. Algo que entendí hace rato, pero no he encontrado el momento para que sea perfecto, no lo quería echar a perder, pero se arruinó de todas maneras. Otras frases se quedan más en la cabeza, se desdibujan, se arman de nuevo, se crean historias del “que será después” “qué pasará”, esa incertidumbre, ojala fuera adivino para saber si todos estas historias son reales o son inventos o si las frases tienen un significado real o están mal planteadas.
Esas ganas de gritar, de correr, de sentir el viento en la cara, de asombrarme hasta por el sol que sale siempre, se está perdiendo, me siento encerrado, me encerré en un mar de preguntas y me ahogo al no encontrarles respuestas, en pensar tanto.
Exploto por dentro, grito en silencio, no tengo todos los días una sonrisa…¿Qué me pasa?

24 marzo 2007

Superman

Un fuerte clic en su espalda le dijo que no era el hombre de acero y en el suelo, mirando el cielo, recordó que tampoco podía volar.

20 marzo 2007

La Hora


Llegamos al punto donde cayó el avión al mediodía. El aroma de la carne chamuscada nos había conducido al lugar preciso, como le ocurre a los carroñeros con algún cadáver disponible. En las cercanías, un individuo pálido y de expresión demacrada, enfundado en un abrigo negro, apuntaba algo en una libreta o hacía bosquejos de la escena, no nos quedó claro al principio.

Martín Gutiérrez era el primero en la fila de la expedición de rescate, la selva es tan impredecible que es necesario que alguien tome el liderazgo y abra camino entre las plantas y árboles de la verde espesura. Él, como todos, tenía la certeza de que nadie se encontraría vivo, nadie, a excepción de este hombre.

Los paramédicos comenzaron a buscar algún sobreviviente entre los escombros. Gutiérrez, en cambio, se sentó al lado del joven pálido, sacó su cantimplora y bebió las últimas gotas de agua, con su brazo izquierdo se limpió el sudor de la frente. Luego, se preocupó que nadie lo mirara y chupó la transpiración hasta que su brazo volviera a quedar seco.

- Veo que tienes calor – Habló el chico de negro.

- Sí y mucha sed también- Respondió con toda tranquilidad Gutiérrez – Y tú, ¿qué haces aquí?- Agregó.

-Yo, bueno, tomo notas. En realidad saco cuentas, pero los números no me cuadran – Respondió el pálido joven.

-¿Cómo es eso?

-Sí, números, acá todos son números. En el avión deberían haber sesenta y cinco muertos, pero yo sólo marco sesenta y cuatro. Hay uno que no cuadra, probablemente no subió nunca al avión.

Gutiérrez se puso pálido, comenzó a temblar.

- ¡Acá no queda nadie jefe! – Gritaron en conjunto los paramédicos.

Gutiérrez sólo atinó a levantar la mano señalando que había entendido el mensaje. Aquel día, muy temprano, él debería haber abordado ese avión, rumbo a Manaos, una ciudad en medio de la selva amazónica del Brasil. No alcanzó a subir, pero sí su maleta y eso era lo que lo tenía ahí, en medio de la nada.

11 marzo 2007

Renacer


De pronto paf!, todo explotó en un segundo y no hubo ningún previo aviso. Un corto circuito, no fue externo, todo se sentía adentro, se desvanecía, se alejaba y reventaba en partes.
Corazón acelerado, realmente desagradable, todo terminaba, un asco. Las manos temblaban y transpiraba helado.
No hubo una luz al final del túnel, pero sí una mano que me tomó antes de caer. Me agarró fuerte y no me soltó hasta al final, todavía lo hace y lo sigue haciendo como la primera vez.

Me sentí perdido, calles que no conocía pero que había recorrido un millón de veces. Era como aquel niño que se pierde en la playa en época estival. Muchas caras, todos desafiantes. Estaba frágil, todo me era agresivo, las cosas se me hacían violentas y yo débil, indefenso.

Volví a la normalidad, resucité, nací de nuevo en dos días. En partes, pero al fin y al cabo retornaba, y a ser el mismo.

Comprendí que todo podía acabar en un segundo, y todo podía volver a la normalidad. Aquel todo se me hizo nada de pronto, se derritió como un hielo al sol, y se volvió a endurecer, pero esta vez para no desaparecer más. El todo se me hizo de pronto subjetivo, todo se hizo volátil, pasajero, efímero. Me vacié y me volví a llenar.

Simplemente gracias, por estar ahí, en el momento preciso, gracias por estar siempre, por sonreír y preocuparte, por darme esa alegría, esa inspiración que me hace escribir, pensar, soñar. La magia está en creer ciegamente en el otro, en creer en todo, en lo posible y lo imposible, en lo cercano y lo lejano. Creer en nosotros y ayudarnos, porque solos nunca estamos, 3 días en aprender, 5 horas para asimilarlo, un segundo para volver, un latido para aterrizar y no dejarme vencer…