22 junio 2006

Una opinion para un trabajo de Nietzche, la historia es verdad...se viene Simon pronto
Religión, ¿Salvación o Esclavitud?

Son cerca de las nueve y media de la mañana y aún no tomo desayuno. Estoy en sexto básico y, ni modo que tomaré desayuno de todas maneras. Estamos todos iguales, los más grandes a escondidas sacan un pan con queso y se los reparten entre los compañeros. En cambio, nosotros los miramos extrañados, no se puede recibir el cuerpo de Cristo con el estomago lleno. Hay que estar puro y así será. Así fue, por lo menos, como el Hermano -así le decimos a los profesores, que en verdad son sacerdotes- nos enseñó.

Así son todos los Lunes en la misa general, el resto de la semana tenemos que rezar un ave Maria antes de empezar cada clase. Y todas las mañanas, ir a una pequeña misa que se realizaba en la casa de los curas. Algunas veces, había que aprenderse algunas cosas en latín, como persignarse o el padre nuestro. En otras ocasiones, aprenderse algún capitulo de la Biblia o la vida de algún santo. No niego que aprendí mucho de religión. Pero ¿de qué me sirvió?

Obviamente, había que hacer todas estas cosas para encontrar una especie de salvación. Los curas inculcaban miedo – de eso estoy seguro- cuando me sacaba una mala nota, decía un garabato o me paraba sin explicación alguna de mi asiento, tenían ese poder para hacerte sentir mal, para manipularte con lo que no conoces y no se le puede dar explicación, con Dios. De esta forma, ellos nos podían mantener completamente disciplinados, como soldados obedientes que van a una guerra sin rumbo, con tantas preguntas existenciales que carecíamos de una conciencia de la vida. En este colegio casi no se hablaba de sexualidad, menos de ateismo o algunas otras religiones. Olvídense de hablar de Demian de Hermann Hesse, ese era un libro vetado en las listas de útiles escolares.

Cuando salí del colegio, me di cuenta que había sido realmente un esclavo de la religión católica, todo lo que encontraba explicación con Dios y los santos, lentamente se fueron cambiando por el pragmatismo de la vida, por libros que hablaban de cosas exactas y que lentamente iban respondiendo a mis preguntas existenciales. Encontré que la mejor manera de responder a mis interrogantes era leyendo y formándome una opinión propia y no la de alguien que estudió bajo ciertos márgenes y enseña la vida como si la verdad fuera solamente Dios.
Finalmente, logré plantearme que no necesito de personas que me puedan decir que es bueno o malo, lo correcto o lo incorrecto.

La iglesia siempre ha trastocado los valores de la sociedad, en la edad media, por ejemplo. Cuando uno escribía con la izquierda era acusado de herejía, puesto que para ellos la diestra era la correcta y la zurda, era la siniestra y así se traspasó esta definición a los partidos políticos.

Lo que no podemos explicar, generalmente – y puede parecer cómodo también- se lo relegamos a la religión, esta se encarga, como institución, de darnos los conocimientos básicos para que nosotros -cuando niños y muchas veces ya adultos- no nos atormentemos tratando de explicar los razones de la vida y lo que acontece después de esta.

Nietzsche, también alude el tema de la mediocridad con la religión. Plantaba que como la religión era de “esclavos”, estos soñaban con un mundo ideal, uno que podía encontrarse después de la muerte, siempre y cuando cumplieran sus votos y si estos eran realmente satisfactorios, se podía llegar a ese mundo onírico el cual todos anhelaban. A diferencia del león, los hombres libres, que no basaban sus explicaciones en las deidades, tenían cierta capacidad para cambiar su mundo, el que todos viven y no quedarse estancados con el pensamiento de que lo que vendrá después será mejor, sino que el cambio se hace aquí y cuanto antes.

Es igual a lo que explica Nietzsche con los sentimientos de culpa. Son esas cosas que los religiosos acostumbran a alimentar en sus creyentes. Como lo que me pasaba a mi, con ese miedo que entraba por mi cuerpo, me hacía transpirar en las noches pensando “No hice la tarea, mañana me sacaré un rojo y seguramente el Hermano se va a enojar y me ira mal todo el año” Asimismo, como cuando uno estaba en misa, tenía miedo a quedarse dormido o a comer algo, puesto que la culpa era más grande el sentir que alguien superior me estaba mirando, sentir como sudan mis manos con el pan en el envoltorio sin abrirse, pensando en que me podría hasta echar del colegio por comer en la ceremonia. Es una sensación que no se la doy a nadie, una esclavitud mental y un tipo de educación casi prusiana que me obligaba a seguir esas estrictas reglas. Y esta era una tradición, un circulo vicioso que se iba pasando de promoción en promoción, un miedo a descubrir la vida tal como es, un miedo que se iba transplantando en todos los cursos, por más de cien años, la historia de este colegio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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