Recuerdo
El pisco con la coca-cola estaba calentándose sobre el televisor y yo estaba acostado en mi cama desestresándome del año universitario. Cambiaba el televisor con la punta del dedo gordo del pie. El control se había roto en uno de las innumerables caídas que sufría cuando alguien se acostaba y el colchón hacía de resorte. De la cama al suelo y ¡Paf! Todo en trocitos, no fue muy estruendoso el golpe, pero lamentablemente desde ese día, perdía toda la comodidad de no moverme cuando tenga que cambiar de canal.
Había pensado en escribirle una poesía al pobre control, realmente me había acostumbrado y enamorado al confort de no hacer nada cuando me acostaba en mi cama. Donde el único movimiento necesario era el dedo índice para cambiar los canales y el brazo izquierdo para tomarme alguna cerveza o comida prefabricadas que están siempre en el congelador.
En el invierno es terrible, cuando hace mucho frío da una lata atroz tener que levantarme a mover las perillas de mi viejo televisor. Un Technics del 76 que lo había comprado mi abuelo para una navidad y que luego se lo había regalado a mi padre cuando cumplió la mayoría de edad. El problema era que esos televisores estaban muy pasados de moda para los años 80, pero mi padre no se podía deshacer del único regalo que le había hecho su padre. Un vieja caja era lo que unía la relación de padre e hijo. Nunca se hablaron más de lo estrictamente necesario. Cuando más chico le preguntaba por mi abuelo, sus facciones ni se inmutaban en los recuerdos, era siempre el mismo. Más tarde comprendería que aquellas cicatrices que llevaba en la espalda, no eran por los juegos de niño. Sino por las correas de un adulto. Mi abuelo le arrebató la infancia de un sólo golpe y su tristeza se embozaba en su dureza al tratarme.
El agredido después se transformó en agresor, pero no de golpes sino que con su estricta manera de tratarme, con su crianza prusiana y su constante manía por corregirme todo. No lo culpo, por lo menos tenía a mi madre con la cual podía arrebujarme a su alrededor, esconderme entre sus brazos.
Después conocí el amor y el romance hacía que cayera en un hipnotismo letal. A veces sentía que de tanto entregar me iba a quedar vacío. Terminé quedando vacío y me desecharon, como quien bota un papel a la basura.
Tampoco la culpo a ella, fue culpa mía, mis inseguridades, mi idea de que todo es efímero, de que todo dura un día y luego se acaba. Esas ganas de sentirme muerto a la mitad de la noche, hicieron que todo acabara con ella. Asimismo quedaba hecho un alma en pena, sin nada. Pero eso que dicen que uno se recupera, es cierto, al final todo se olvida y se borra y vuelve a crecer. Como cuando cortan trigo en el campo, al termino del verano va a volver a crecer y nadie le importa mucho que no lo haga, al final siempre sale.
Ahora la pantalla del televisor tira esos puntitos blancos con negros, como hormiguitas dentro de aquella caja. He pensado varias veces en botarlo, pero aquel Technics del 76 tiene más historias que cualquier telenovela que haya proyectado, historias reales, sin actores, con sangre y llantos de verdad.
2 comentarios:
...fue culpa mía, mis inseguridades, mi idea de que todo es efímero...
es verdad, eso para, tb me paso, quiza mi habilidad por idealizar tanto las cosas, que cuando caigo, caigo desde más alto & más duele.
besos seba
en mis noches asi como esta, me gusta leer lo que escribes.
saludos le manda mi mama, al niñito lindo, ese rubiesito jjajja, asi te dise.
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