Si hay que hablar de sobrevivientes, Scott Weiland es uno de ellos. Hijo de una época que revolucionó la forma de hacer música y que a su paso destronó al pop y a los pelos escarmenados de Bon Jovi o Poison. Es un sobreviviente del segundo gusto que el rock se dio con los músicos influenciados por la droga, una especie de revival de los locos años 60 y 70, marcados por el uso y abuso de la exploración con sicotrópicos que dejó registros únicos en la historia de la música. Pero que también se llevó a su paso grandes exponentes como Jim Morrison, Jannis Joplin, Jimmi Hendrix, John Bonham o Sid Barret. Y por qué no, también el rock lamentó una gran pérdida, el periodista crítico musical, Lester Bangs que tiempo antes de morir de sobredosis dijo “El tiempo del rock terminó con la llegada de los 70”.
Es el segundo respiro del rock, desgastado con la música en extremo comercial que aparecía en MTV, con labios pintados, pelos rubios platinados y músicos casi hermafroditas. Fueron los Warrant, White Lyon, Skid Row o Extreme que tapizaban las paredes de las calcetineras de mediados de los ochentas. Pero como todo producto industrial, tuvo fecha de vencimiento.
Terminaba una época, Guerra del Golfo Pérsico, crisis industrial, caída del muro de Berlín. Bienvenidos los noventas. Bendita década que trajo a la palestra un pueblo casi olvidado cerca de la frontera norteamericana con Canadá, Seattle. Allí comenzó a crearse la historia con jóvenes hastiados de la música de plástico. Partió en los garajes de una ciudad fría, contaminada a más no poder con las diversas industrias, que entre los suburbios, mezclado con el ruido de las empresas, salían los primeros acordes de grupos como Nirvana, Sound Garden, Blind Melon, Pearl Jam o Alice in Chains que en reiteradas ocasiones compartieron escenario en antros especializados en música Punk. Eran estos grupos innovadores en una especie de híbrido, que tenía una particularidad, el sonido de las guitarras desgarradas y las letras contestatarias.
Scott Weiland llega al mundo como frontman de Stone Temple Pilots, grupo que agarra todo ese sonido que aún no logra exportarse y comienzan en la ciudad de Atlanta.
Al igual que la Heroína que se transmite rápido por el organismo, entre las venas y el corazón, los Pilots entran a los oídos con un disco que los enmarca como banda revelación en 1992, se trata de Core.
Con la rapidez que la heroína fluye por el cuerpo, Weiland es llevado por el mismo camino del exceso que sus homólogos de las décadas de los sesentas y setentas. Comienza para él su propia crucifixión: Giras que se cancelan, peleas con los miembros del grupo, sobredosis, hospitales, rehabilitaciones fallidas y la cárcel.
En 1998 se toma un receso y saca el disco solista 12 Bar Blues, un registro apurado, grabado en medio de una rehabilitación por el exceso de heroína que ya se ha llevado a varios compañeros de escena Grunge, Layne Stanley, Shannon Hoon, Kurt Cobain y Andrew Wood, son algunos de los fallecidos por el abuso de las drogas.
Este disco, que cuenta con 12 canciones y que destacan Barbarella con una mezcla de sintetizadores y ritmos electrónicos cercanos a lo que en la fecha comenzaba a sonar como post Grunge, con exponentes como Puddle of Mudd o Dishwalla. También está la canción Where´s the man, que trae a ratos, ciertas reminiscencias a David Bowie con Space Oddity. Es un disco que no quiere parecerse a los Stone Temple Pilots, pero que termina siendo forzadamente igual, con canciones como Opposite Octave Reaction o Cool Kiss.
12 Bar Blues es un registro con altos y bajos, canciones que son para escuchar después de sentirse algo derrotado. Una especie de terapia, pero que indudablemente trae una ansiedad por escuchar alguna canción que te levante del asiento. Es una placa en la que se puede sentir esa picazón que produce el no consumir drogas, es un trabajo nervioso, apurado, que puede ser perfectamente una rehabilitación para Weiland que trata de no caer en los sonidos de Stone Temple Pilots. Intenta o trata ser él mismo, un sobreviviente de una década que ya terminó y que dejó más difuntos que estrellas en el cielo.