Te asomaste por la cima del muro. Miraste, sí miraste bien y qué viste. Nada. Absolutamente nada. Te quedaste viendo aquellas luces de neón que titilaban a lo lejos. Prendiste el cigarro y todo te olió normal. Creíste que nada te iba a herir. Las cicatrices del pasado. Pasaron. Hoy el viento te limpia la piel, como una serpiente cambia la suya para cambiar de estación. Esta noche, bendita noche que todo lo puede, supiste que iba a ser la última para ti. Tienes que entregarte. Ahí estás iluminada al viento, entregada, lista para morir o preparada para vivir.