Paseo
Caminé por la calle como era de costumbre. Ya había pasado por Tlalpan, Chilpancingo, Nezahualpilli, ya estaba en el sur, por Xochimilco. Las calles eran lindas, como de película antigua, las casas de muchos colores, antiguas como lo es centro América, una mezcla de cosas, de razas y de culturas. Pasé por ahí, tenía que hacer un trabajo, estaba obligado a mirar esa belleza espectacular. Llegué a la casa de mi amigo, pasa no más de una hora y un tiroteo, entre no se quienes y la policía. Me asomo estúpidamente por la ventana para ver si puedo captar algo, entender lo que sucedía. Nada. Sólo balazos y gritos, veo gente corriendo con metralletas y pistolas. Una bala perdida me pudo haber matado en ese momento, pude haber pasado una hora después y la historia sería distinta.
-¿Qué pasa?- pregunté
-Lo de siempre wey, balazos entre qué se yo y la policía, ya sabes – respondió mi amigo.
- ¿Pero esto es un barrio peligroso?
- Naah, depende como lo mires, hay de todos acá, depende de la hora, del día, de la suerte. Supongo que entiendes eso wey, el destino.
- Algo, pero qué. ¿Tú vives del destino?
- Así vivimos todos- me dijo mientras miraba el atardecer por la ventana, la misma donde yo había visto correr a la gente con metralletas.
No quería volver a la casa, dónde me había metido me pregunté, la verdad es que tenía que volver pero de la forma más segura, no de noche. No así, no siendo extranjero, quizás acompañado, quizás con él que me dejara en algún taxi seguro.
- ¿Me puedo quedar a dormir? – pregunté con toda la energía que tenía, seguro que la respuesta era un sí.
- No mames wey, más rato viene mi vieja, llama un taxi y te vas.
- ¿Y lo tiroteos?
- No pasa nada, la vida es una caja de pandora, si la abres se te va a la verga, mientras no pase nada, no hay problemas. Aquí es tranquilo.
- ¿Y los tiroteos?
- No te preocupes, ya no suenan, ya no hay nada. Seguro ya recogieron los muertos, ahora hay tranquilidad. Acaso no entiendes, después de la tormenta… Eres pendejo chileno o te haces.
- No, me hago. ¿Y el taxi?
- Pos orale llámalo o quieres que te vaya a dejar.
- No, no te preocupes, me voy tranquilo.
El taxi llegó, era de esos seguros, donde no tienes miedo a que te secuestren, pero igual no estás tranquilo porque te llevan por lados que no conoces, como saben que eres extranjero y tratan de dar más vueltas que lo normal para sacarte dinero.
Mientras íbamos en esas vueltas sin sentido para llegar a mi casa, le pregunté al chofer si creía en el destino, me dijo que sí.
- Acá hay que creer, en Dios, en la virgencita de Guadalupe. Hay que creer, porque nunca se sabe que va a pasar mañana. Esta ciudad es muy loca, ¿sabe?
- Sí, algo he visto.
- ¿De dónde es usted?
- Chileno- respondí.
- No manches, me caen bien los chilenos, no son como los argentinos.
- No, pero acá todos me confunden.
- Bueno usted sabe, que es difícil a veces diferenciar. Orale, pero para dónde va.
- Por Eje tres, ya le dije.
- Ay wey, ya me pasé, pero me doy la vuelta.
- Está bien. Pero no se demore.
Nos dimos unas vueltas estúpidas, casi en círculo. No sabía dónde estaba, nada más me quedaba confiar en el taxista a las once de la noche.
- Son doscientos pesos mi amigo
- No wei, acá siempre me cobran ciento cuarenta.
- Es que eso marca el taxímetro.
- Me da lo mismo, tú te equivosaste no yo.
- Pero señor, y qué le dijo a mi jefe.
- Dile que el destino es una tontera. Dile que te lo dijo un chileno medio perdido en una de las ciudades más locas del mundo